viernes, noviembre 22, 2024
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Puchinela escarlata o puchifanía

Por Alfonso de la Vega

De acuerdo con la programación de festejos veraniegos prevista se ha manifestado la puchifanía o aparición de la Pimpinela Escarlata catalanista.

El régimen borbónico filipino cada vez resulta más indistinguible de una república bananera, o mejor «tomatera» en este caso. Un ecosistema perfecto para traidores, chorizos y fantoches varios que hace ostentación de no ahorrar ninguna humillación ni ridículo a sus saqueados e indefensos súbditos.

La penúltima, la puchifanía en hedor de populacho del corrupto forajido golpista catalán consentida por el gobierno de Su Majestad y demás instituciones de la Monarquía. Unas hordas delincuentes arrebatacapas enardecidas y una Majestad que no ejerce o se esconde en paradero desconocido y que consiente una y otra vez que se ridiculice impunemente a España y a la Justicia, que a mayor INRI se administra en su nombre, todo ello sin despeinarse ni decir ni mu.

Como estaba programado el fantasma corporeizado del prófugo Puchinela se ha aparecido ululando a sus adeptos.

En este régimen fallido que cada vez se va pareciendo más a un violento desesperado narcoestado quizás el principal problema sea que no ya solo el pasotismo de la Corona sino que la Monarquía como régimen político en su conjunto promueve o permite el golpe de Estado sin inmutarse, como si la cosa no fuese con ellas, ni tuviesen la obligación de hacer cumplir la constitución, las leyes y las sentencias judiciales. Salvo que ¿todos estén en el mismo ajo?

La última máscara de una pretendida democracia borbónica o mejor, tomatera, ha caído hoy en el reino filipino de España. Desgraciadamente constatamos que pese a arruinarnos con impuestos abusivos o confiscatorios no tenemos Estado, ni tampoco dignidad ni vergüenza institucionales. Un forajido se presenta en público en plena ciudad de Barcelona, ¿cómo ha cruzado la frontera? ¿estaba ya en Cataluña? Ni la policía, ni los servicios secretos, nadie le ha impedido montar el bochornoso espectáculo que el traidor golpista ha organizado para ridiculizar y humillar a España. Se especula con que el forajido ya estuviese en Cataluña y estuviera escondido con la complicidad de los mozos. Pero el Puchi aparece y desaparece a voluntad como un Pimpinela Escarlata, justiciero patrono de los chorizos catalanes.

Según otras versiones, no incompatibles con la anterior, habría sido el propio presidente del gobierno de Su Majestad el que habría ordenado que pese al mandato judicial existente no se detuviera al forajido. Si es grave lo la orden, peor aún es que las instituciones del Estado prevariquen cumpliéndola.  Sin constitución ni imperio de la ley, el régimen borbónico imita al bolivariano. Todo depende ya del capricho e intereses del déspota.

En esta humillación a la patria de un modo u otro están todos los poderes de la Monarquía. Corona, Gobierno y FOP, mortadelos, Constitucional, Fiscalía, Generalidad, usureros y monopolistas enriquecidos…. Una vez materializado su ectoplasma el forajido pudiera haber sido detenido fácilmente por los mozos de cuadra, que se han revelado otra vez más como ineptos o cómplices. Pero en el Reino de España la ley está para saltársela cuando conviene, con amnistía o sin amnistía o con cambios en el código penal a gusto y satisfacción de los delincuentes. Y si falla lo anterior Pumpido los suelta. Todos ellos, y no solo el forajido catalanista, estarían prevaricando impunemente. Sólo faltaría al espectáculo bochornoso que apareciese otro traidor, el propio presidente del Gobierno de Su Majestad, para darle la «bienvenida». Pero más allá de lo político desde un punto de vista jurídico las autoridades borbónicas pudieran haber incurrido en delito. Parece obvio resaltar que el de omisión de perseguir delitos es fragrante, aunque también es de suponer por lo visto hasta ahora que el Tribunal Supremo tampoco hará nada. Ojalá me equivoque, pero en el momento de escribir estas notas el forajido ha “desaparecido” burlándose de los españoles.  

Comprendemos que don Felipe esté de brazos cruzados o muy entretenido con sus importantísimas distracciones veraniegas, regateando y poniendo orden o la paz posible entre los enconados contendientes de su desestructurada familia, o jaleando los escandalosos juegos satánicos parisinos pero, salvo que ya se hay resignado a salir huyendo ignominiosamente como sus antepasados, por la cuenta personal que le tiene debiera hacer algo. Y no se trata únicamente de su dignidad personal, lo que no dejaría de ser cosa suya, sino  la del máximo cargo institucional español que detenta. Además si la cosa sigue así su propio reinado se estaría acabando pues además de enajenarse cualquier lealtad de unos súbditos que se perciben traicionados, no se sabe sobre qué despojos de España pudiera reinar en el futuro.

Esto es de una desvergüenza insufrible, ¿Quién gobierna este desgraciado país?

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