En un gesto surrealista, el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, ha anunciado la creación de una «Brigada Antifraude» para combatir los fraudes financieros. La noticia llega envuelta en un tuit del propio ministro, publicado este miércoles en su cuenta de X donde se lee con toda solemnidad: «Creamos la Brigada Antifraude, tendrá funciones de prevención y respuesta rápida, concentrando a todos los agentes para reaccionar de forma ágil ante fraudes financieros. Se refuerza la concienciación ciudadana, con el teléfono 017, para informarse y denunciar cualquier episodio de fraude».
La imagen que acompaña el anuncio –el ministro de pie ante un podio del Ministerio, flanqueado por las banderas española y europea, con gesto concentrado – parece sacada de una parodia. Cuerpo, con su traje impecable y sus gafas de intelectual, posa como un superhéroe, listo para salvar a España de los villanos invisibles del fraude. Pero en el contexto actual, este despliegue de propaganda no es más que un chiste cruel. ¿Una brigada antifraude? ¿Ahora que el Gobierno de Sánc-hez se desangra por escándalos de corrupción que brotan como setas?

Esta «brigada» no es más que un parche ridículo sobre una herida gangrenosa. Mientras habla de una «respuesta rápida» y «concienciación ciudadana», el PSOE y su Ejecutivo acumulan casos de fraude y abuso que harían sonrojar a un mafioso de serie B. Solo en las últimas semanas, el país ha asistido a un festival de detenciones y denuncias que pintan al Gobierno como un nido de víboras. Veamos el rosario de vergüenzas, porque si el ministro quiere brigadas, que empiece por barrer su propia casa.
El colmo de la ironía llegó justamente el mismo día del anuncio: la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil detuvo a Leire Díez, la «fontanera» del PSOE, implicada en una trama de corrupción bajo secreto de sumario que huele a operaciones sucias para el partido.
Junto a ella, cayeron el expresidente de la SEPI, Vicente Fernández Guerrero –antigua mano derecha de la ministro María Jesús Montero–, y hoy Antxon Alonso, socio en la empresa Servinabar del exsecretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán.
Y no es baladí; estos no son peones, son piezas clave del engranaje socialista, hombres y mujeres que han orbitado alrededor de Moncloa como satélites de un sol corrupto.
Pero no paramos ahí. El «caso Koldo» –la trama de las mascarillas plandémicas que tanto dinero público devoró– ha escalado a juicio oral en el Tribunal Supremo. José Luis Ábalos, exministro de Transportes y exnúmero dos de Sánchez, junto a su fiel Koldo García y el empresario Víctor de Aldama, enfrentan cargos por cohecho, tráfico de influencias, malversación y prevaricación.
También el caso «Air Europa» donde el Gobierno aprobó un rescate de 475 millones a Air Europa en plena farsemia. Las investigaciones apuntan a que Begoña Gómez (esposa de Pedro Sánchez) intervino para acelerarlo vía su amiga Leticia Lauffer (exdirectora de Wakalua, filial de Globalia), quien supuestamente cobró 2,4 millones por gestiones. Ábalos y Koldo García, implicados en corrupción, señalan a Gómez como beneficiaria; el CEO Hidalgo contactó directamente con ella.
A toda esta sopa de sapos se suman las denuncias por acoso sexual que azotan al PSOE, «el partido más feminista de la historia», como una plaga bíblica.
Tres pilares del círculo íntimo de Sánchez –Ábalos, Cerdán y Salazar– fueron los artífices de su ascenso a La Moncloa, y ahora son el lastre que hunde al barco. ¿Feminismo? ¿Progreso? Más bien un circo donde el machismo y el saqueo van de la mano.
Y no olvidemos el telón de fondo: una legislatura fallida, un Gobierno sin mayorías que sobrevive a base de pactos con independentistas, comunistas y terroristas, mientras la débil oposición exige dimisiones.
La «Brigada Antifraude» de Cuerpo es una burla descarada. ¿Para qué una brigada si el fraude nace en las entrañas del gobierno? ¿Para qué denunciar al 017 si los primeros en defraudar son ellos?

