Creíamos que era solo cuestión de días, pero la situación en Venezuela está durando más de lo que en un principio auguraban los expertos. Nicolás Maduro y el resto del Cártel de los Soles, etiquetado como grupo terrorista internacional por el departamento de Estado de Estados Unidos, ahí sigue; eso sí, completamente rodeados por mar y aire. Y la cosa va en serio. No es un arranque ni un alarde de Donald Trump, sino algo muy meditado y de mayor amplitud. El objetivo abarca todo el hemisferio: Cuba, Colombia y el resto de gobiernos comunistas como puntos prioritarios, pero hay más. Se está hablando de la Doctrina Monroe y de su famosa frase pronunciada hace dos siglos: “América para los americanos”. Si esto lo unimos a las tentativas de pactos entre Washington, Pequín y Moscú, de los que desconocemos los pormenores, todo apunta a que, posiblemente, estamos asistiendo a la primera fase del reparto del mundo. Lo preocupante es que Europa, cada vez más distanciada del paraguas estadounidense, sea asignada al cupo de Rusia; y más inquietante aún es que algunos líderes de la UE estén pensando en guerra.
Toda esta movida prebélica americana tiene en contra a la izquierda wokista mundial, muy en sintonía con el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, empezando por los demócratas estadounidenses y el resto de gobiernos de la extrema izquierda, liderados por personajes con rasgos psicopáticos, de los que el de España se lleva la palma, asesorado y dirigido por el siniestro Zapatero, otro opositor al traje naranja, corrupto profesional, cómplice de todos los dictadores asesinos y a punto de ser reclamada su busca y captura. Estos solo tienen trato con terroristas y gente del hampa. Por eso Sánchez no felicitó a Corina Machado por la concesión del Premio Nobel de la Paz, ni envió representación a la ceremonia de entrega. La legalidad y las buenas maneras le dan cierta grima. ¡Qué vergüenza para los españoles la imagen que se está proyectando! ¡Y qué bochornosa la actitud de la Monarquía! Felipe VI ha quedado ante el mundo como un rey pelele sin el mínimo de empatía, orgullo y conciencia hacia la nación hermana. Un mal gesto injustificable; peor aún que el plantón a la inauguración de la Catedral de Notre Dame.
La mayor parte de la sociedad, alimentada con la basura televisiva vomitada por los periodistas desinformadores y pagados por el gobierno de Sánchez ignora por completo la realidad de Venezuela. A más de un lector le sorprenderá saber que el 89,3% de los venezolanos que no han podido escapar y se han visto obligados a residir en el país, están a favor de la intervención de Estados Unidos, y esperan impacientes el momento. Y de los más de ocho millones desperdigados por el mundo, el cien por cien desea la decapitación o extracción del gobierno comunista, sobre todo, después de haber sido declarada su cúpula, el Cártel de los Soles, como organización terrorista internacional. Todos los venezolanos están deseando volver. Saben que tienen el deber de contribuir a restaurar la paz y a reconstruir un país hundido en la miseria.
En Venezuela solo los corruptos y la mala gente está a favor de la dictadura y la mano dura ejercida; es decir, los funcionarios y también los llamados “bolichicos”, esto es, jóvenes empresarios que han hecho fortunas a través de pelotazos y contratos con el gobierno; a estos hay que añadir, aunque en otro estatus económico, a los llamados “colectivos” o grupos de civiles armados, que son vigilantes de los vecindarios, los cuales ejercen de chivatos –igualito que en Cuba–, incluso con denuncias falsas, fungiendo también de apaleadores a los opositores al régimen.
Se habla sobre los militares y su reacción ante el nuevo gobierno, y se especula sobre el peligro de un nuevo Vietnam, considerando, aparte de los militares fieles al actual régimen, que una parte de la población civil está armada, más los grupos terroristas del Tren de Aragua, los renegados de las FARC, Hezbolá y demás tropa asesina. Hay que recordar que Venezuela regaló miles de nacionalidades a estas células extranjeras del terror.
La parte positiva de este análisis es que la mayoría de los militares votó a Edmundo González Urrutia en las pasadas elecciones de julio de 2024, robadas por el cártel de Maduro. Esto dio lugar a cientos de desaparecidos, encarcelados, torturados, asesinados, y a miles de exiliados. Venezuela lleva más de veinte años viviendo en la miseria y el terror, y esta situación ha ido in crescendo. De esto se puede deducir que el apoyo de los militares es solo por miedo, y que, tan pronto se dé una situación propicia, desertarán.
Con este presente tan oscuro, no es de extrañar que el pueblo venezolano deteste a estos dictadores y apoye las acciones de Estados Unidos, esperando una vida mejor. Cuando Nicolás Maduro y Diosdado Cabello profieren frases como “el pueblo venezolano no se rendirá”, se están refiriendo a un pueblo que solo existe en sus ensoñaciones bolivarianas, que distan mucho de la realidad.
No se trata, por tanto, de estar a favor o en contra de Donald Trump, sino en pro de la liberación de este pueblo caribeño que pide pan, justicia y libertad. Los ricos –entre ellos algunos de mis amigos—se han ido a Miami o se han instalado en Madrid, han comprado casas en las millas de oro y viven su exilio a cuerpo de rey, visitando las tiendas de lujo y comiendo en restaurantes de cuatro tenedores; pero los menos pudientes –entre los que también tengo amigos—han tenido que emigrar o se han quedado a ejercer de sufridores sin esperanza. Son demasiados años de vida gris, sobre todo, los menos favorecidos y los jubilados, que viven de las míseras limosnas del gobierno. Pero están hartos de pasar necesidades, de comer arroz con gorgojos, leche y otros artículos de primera necesidad caducados, con moho y, además, escasos. Están hartos de que el agua del grifo, cuando la hay, salga del color del barro. Están hartos de los continuos apagones eléctricos. Están hartos de ver los supermercados con todo tipo de artículos, donde solo pueden comprar los funcionarios, los cargos públicos del régimen y los citados empresarios “bolichicos” que viven del dolor ajeno. Están hartos de las desapariciones y secuestros de personas, a las que encierran y torturan o, simplemente, los desaparecen. Están hartos de la corrupción que lo invade todo. Y están hartos del narcotráfico. Tras más de veinte años de dictadura comunista, aún más férrea y salvaje que la instaurada por Hugo Chávez, fiel admirador y discípulo de Fidel Castro, el país se ha convertido en uno de los lugares más pobres del mundo y de los más peligrosos, donde sin ninguna razón cualquiera puede ser detenido arbitrariamente y asesinado. Son los frutos de la paranoia comunista. ¿Cómo alguien en su sano juicio o con un mínimo de bondad puede defender esto?
Nosotros nos sumamos a ese 89,3% que apoya la intervención de Donal Trump, y cuanto antes mejor, aunque entendemos que todo debe ser a su tiempo. No es un problema de fácil solución. Todo el mundo, en su literalidad, tiene los ojos puestos en el presidente de Estados Unidos, tanto quienes apoyan sus decisiones como quienes las condenan e incluso se permiten tomarlo a broma o decirle loco fanfarrón, entre ellos, el propio dictador Maduro, que se tomaba a broma el despliegue militar.
No sabemos cuándo se iniciarán las acciones contra los narcoterroristas. Se habla mucho y se especula interpretando palabras de uno y de otro, pero la hora D solo la conoce Donald Trump y su núcleo duro, o quizá ni siquiera ellos. El presidente estadounidense ha demostrado tener mucha paciencia, contrariamente a lo que Estados Unidos nos tiene acostumbrados. Dejó claro su deseo de evitar derramamiento de sangre; pero también prometió liberar al país de Maduro. Es decir, sin sangre o con sangre, está obligado a hacerlo, y lleva diciendo hace días que “los ataques por tierra empezarán muy pronto”.
Pero quizá a Maduro no le permitan abandonar el cártel. Según el medio Los liberales, el propio Diosdado Cabello le habría dicho: “Si intentas abandonar te mato yo”. También se dice que Cuba no podría permitir su salida de Venezuela, y que lo liquidarían antes de que pudiese declarar en Estados Unidos, como lo están haciendo el Pollo Carvajal, el Mayo Zambada y otros apresados. La situación está muy complicada. A Donald Trump no le conviene un baño de sangre, pero tampoco una retirada tras la exhibición del poderío militar durante tantas semanas.
Difícil solución. La droga está considerada como un arma de guerra. Lo sabíamos, pero hace unos días lo refrendó con pelos y señales un exagente de inteligencia cubano. Al hilo de esto, miles de estadounidenses mueren al año por la cocaína y el fentanilo que Venezuela y otros países distribuyen. Esto nos ayuda a entender a Trump, aunque su plan abarque otras cuestiones geopolíticas a medio y largo plazo.

