Por Alfonso de la Vega
“Ay de mi llorona, llorona llévame al río, tápame con tu rebozo, llorona porque me muero de frío”
Hace unos días el oneroso y liberticida parlamento europeo salió por unos momentos de su letargo invernal, los pocos asistentes a la sesión, ya se sabe que los eurodiputados suelen ser jubilados de la política de su país de origen o gentes absentistas acomodadas a la molicie del dolce far niente o bien cortadores de cupón político empresarial de oscuras influencias, pudieron contemplar el glorioso rifirrafe entre el siempre polémico Alvise y una de las ex miembras favoritas del nutrido serrallo feminista de Pablo Iglesias, que tras grandes esfuerzos y logros curriculares accedió al puesto de ministra de Igualdad en un gobierno de la Corona vicepresidido por su pareja. Casualidades de la vida.
El eurodiputado Alvise puso en su sitio a la empoderada feminista al citar un hecho de por sí tan evidente que no admite discusión, la señorita Montero carece de grandes y dilatados méritos profesionales para llegar a ser nada más y nada menos que excelentísima ministra de la Corona salvo haber ocupado la suplencia de un honrado puesto de cajera en un supermercado. Alvise aventuró la hipótesis no menos evidente que la recompensa ministerial a sus méritos feministas había sido por ser pareja de un primate del heteropatriarcado comunista.
A falta de razones o argumentos para rebatirle, la señorita Montero acudió a cierto socorrido recurso muy femenino, y habitualmente utilizado por psicólogas sexualmente liberadas como farsa de manipulación y control: ponerse a llorar, como desconsolada plañidera en horas extras. Un arma muy empleada por feministas y niñas pijas del rojerío cuando las pillan en renuncio y ya no saben qué decir. Sin duda es un logro del progreso científico que la nueva Psicología sin alma de hoy no enseñe a gestionar las emociones ni siquiera entre sus profesionales femeninas ¡Qué desconsuelo! ¡Cuánto sufrimiento por la Causa! ¡Pobre criatura!
Un par de almas caritativas acudió complaciente a consolarla en el escaño. Una de ellas es tristemente célebre, la de otro sensible filantrópico socialista postinero, nada menos que el tenebroso González Pons, el favorecedor de Cándido, el del Constitucional. Cabildero popular a las órdenes estrechas de la satánica comisionista Von Trinken. Y padre de un empleado con acento del no menos siniestro camarada Pepiño Blanco, el mismo de las maletas repletas en la gasolinera de Guitiriz.
Ya algo repuesta de la inconsolable llantina atacó a Alvise con las manidas repetitivas consignas habituales sobre violencia de género para esforzadas feministas y cretinos de ambos sexos en general, pero la presidencia no dejó replicar al interesado.
Hay quien critica lo que considera inaceptables ataques personales, pero en este proceso de degradación moral, intelectual y política al que nos condena el régimen la anécdota resulta ser la categoría. En la actual política WOKE lo más resaltable, que explica tanta fechoría y tan escandaloso nepotismo, es precisamente “lo personal” como sucede con otros personajes que nos humillan, insultan y arruinan a diario amparados en su posición política impune.

