lunes, diciembre 15, 2025
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Laureano Oubiña: «la política en España está financiada por el narcotráfico… Pedro Sánchez es más delincuente que yo»

En una entrevista exclusiva publicada en el canal de YouTube MOWLIHAWK, Laureano Oubiña Piñeiro, una de las figuras más controvertidas del contrabando y el narcotráfico en España, comparte su versión de los hechos tras pasar más de tres décadas en la cárcel. Conocido como el «Pablo Escobar de Galicia» por su supuesta influencia en el mundo del crimen organizado en la región, Oubiña, nacido en 1946, relata su vida desde los inicios en el contrabando hasta su actual negocio de vinos, sin escatimar críticas a políticos, jueces y el sistema judicial. La conversación, conducida por el entrevistador (conocido como Batmowli), se desarrolla en escenarios gallegos como el Pazo de Bayón, y revela un hombre que se presenta como víctima de envidias y conspiraciones, pero que no se arrepiente de su pasado.

Oubiña rememora sus primeros pasos en el mundo del crimen a los 16 años, cuando dejó la casa de sus padres para sobrevivir. Comenzó con el «extraperlo» (contrabando menor) desde Portugal, traficando café, maíz y otros bienes básicos en la posguerra. «Marché de casa de mis padres con 16 años y si quería comer y vivir tenía que hacer lo que es contrabando de café», explica. En los años 60 y 70, escaló al tabaco, un negocio lucrativo que le reportaba ganancias significativas. «El año 70 hacías 300.000 € al mes», detalla, aunque aclara que los costos eran altos, incluyendo sobornos a autoridades para «mirar para otro lado».

Describe operaciones masivas: descargaba 15.000 cajas de tabaco cada 15 días, multiplicando su inversión rápidamente. «Una caja de Winston o Marlboro costaba 1.750 pesetas y yo las vendía a 5.000», recuerda. Afirma que en esa época tenía más poder que la Guardia Civil en Galicia, pero niega cualquier involucramiento en drogas duras como la cocaína. «Yo lo único que transportaba era hachís por mar y por tierra, como transportista, nunca compré ni vendí un kilo de jachí», insiste, diferenciando su rol de mero «transportista» del de un narcotraficante propiamente dicho.

Un punto pivotal en su relato es la compra del Pazo de Bayón en 1988, una finca vinícola que, según él, fue el detonante de su persecución. «Si esa inversión yo la hago en Madrid o en Andalucía, a mí no me pasa nada», afirma, atribuyendo su caída a la envidia local y a figuras políticas como Carmen Avendaño y Jorge Parada Mejuto, vinculados al Partido Socialista. Acusa al sistema de aplicarle retroactivamente la ley de blanqueo de capitales (promulgada en los 2000) para expropiarle la propiedad. «Eso se llama un robo judicial y político. Eso fue mi ruina», sentencia.

Oubiña niega que el dinero para la compra proviniera del narcotráfico, insistiendo en que era de su inmobiliaria y del contrabando de tabaco. «El pazo fue comprado anteriormente al tema del tráfico. No está manchado por la droga», defiende. Actualmente, el pazo ya no le pertenece, y lo describe como un símbolo de la injusticia que sufrió.

Oubiña detalla su condena exacta: «32 años, 10 meses y 15 días». Entró en prisión en los años 80 y salió recientemente, acumulando múltiples juicios. «Cuando voy a un juzgado ya entro condenado de antemano. El nombre mío ya es una prueba para condenarme», lamenta. Niega cualquier responsabilidad en muertes relacionadas con el narcotráfico en los 80 y 90: «Yo no tengo nada que ver con eso».

Su odio visceral hacia los «chivatos» (delatores) es recurrente. «Antes muerto que chivato», repite, e incluso nombra un vino suyo con esa frase. Acusa a testigos falsos de haberlo hundido, y critica duramente a instituciones y los carceleros («Esa es la mafia más grande que tienes aquí»). Relata episodios de aislamiento: «Hoy hay aislamiento y me tuvieron 6 meses incomunicado total».

Apunta directamente a figuras como Baltasar Garzón, a quien llama «un come gratis, un chupóptero» y amenaza con precaución: «Que tenga mucho cuidado conmigo». También menciona a Patricia Pardo, periodista, a quien planea demandar por comentarios sobre él.

Una de las revelaciones más explosivas es su admisión de haber financiado partidos políticos. «La política en España está financiada por ello [el narcotráfico]», afirma. Confiesa haber dado dinero al PP («No sé si fueron 9.000.000 o 13.000.000») y a la UCD (35 millones de pesetas), pero niega haber apoyado al PSOE. Incluso alega que Pablo Escobar financió la campaña de Felipe González en 1982.

Sobre líderes actuales, es implacable: califica a Pedro Sánchez como «más delincuente que yo» y prefiere la era de Franco: «Mucho mejor con Franco». Relata un encuentro casual con el dictador en los 70, donde Franco le dio la mano.

Hoy, a sus 79 años (cerca de los 80), Oubiña vive de vender vinos bajo marcas como «Antes Muerto que Chivato» y «Rumbo Cero». «De algo tengo que vivir», dice, y asegura que recorre 400 km diarios repartiendo. Niega arrepentirse de su pasado: «No me arrepiento de nada. Volvería a hacer lo que hice, pero mejor hecho». Su error principal: «Invertir en España».

A los jóvenes tentados por el crimen, les advierte: «No hay dinero que pague la libertad. Dejen de tonterías porque a la libertad no hay dinero que lo pague». Reflexiona que es más feliz ahora, sin montañas de dinero pero con tranquilidad: «Duermo tranquilo siendo un de ese nivel».

La entrevista pinta a Oubiña como un hombre resistente, orgulloso de su código de honor (contra chivatos y mentiras), pero marcado por la prisión y las pérdidas. Aunque niega muchos cargos, su relato confirma una vida en los márgenes de la ley, con conexiones políticas y operaciones masivas. Para los espectadores, es un testimonio crudo de la Galicia contrabandista de los 70-90, y un recordatorio de que el crimen, según él, no compensa la pérdida de libertad.

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