Por Alba Lobera (MundoViperino)
No sé cuándo comenzó a dolerme tanto. Tal vez fue el primer día en que mi teléfono me prohibió salir del barrio, cuando ya tenía planes. Pero no. Ahí empezó todo.
Las malditas ciudades de 15 minutos. Me canso solo de pensar en la mierda que nos vendieron. Se supone que todo está cerca: el trabajo, la escuela, las tiendas. Y sí, claro, todo está cerca… Demasiado cerca. Estás atrapado en tu propio maldito vecindario, como si fuera una prisión sin rejas. “Menos estrés”, decían. «Menos tráfico», «más sostenibilidad», «mejor calidad de vida». ¿Mi calidad de vida? Desde que todo esto empezó, siento que me están metiendo la mano en la cabeza, sacándome los pensamientos uno por uno y reemplazándolos con basura programada.
Lo peor es que la gente compra todo esto. Todo el mundo está feliz con sus carriles bici, con sus parques de moda y sus smartphones que te dicen qué hacer a cada paso. Lo necesitan: tomar una decisión les provoca ansiedad. Fobia. Pero no hablan de lo que hay detrás. No hablan de las cámaras que te vigilan cada segundo, de las aplicaciones que te controlan, de las notificaciones que te dicen lo que puedes hacer y lo que no. Si llegas tarde, si decides salir del barrio sin pedir permiso primero, si te atreves a ir en coche, te castigan. Literalmente, te penalizan.
La primera vez que me ocurrió, pensé que era un error. ¡¿Cómo me van a cobrar más por moverme de un sitio a otro?! Pero era cierto. La app me dijo que mi huella de carbono estaba fuera de control. Es como si la vida ya no fuera tuya, sino un algoritmo que te dice cómo vivir, cómo moverte, qué comprar. Lo siguiente, según están discutiendo los partidos es la tasa de respiración. Es decir, nos dirán “estás respirando demasiado, afloja con el oxígeno”. Hay muchos rumores, pero la propuesta principal es de respirar 3 minutos seguidos y luego, aguantar la respiración un minuto. Otros cuentan que acabarán permitiéndonos dos minutos de respiración y minuto y medio de aguante. De todas formas, ya nos están insistiendo en que entrenemos el aguantar la respiración. Los más privilegiados pueden comprar botellas de oxígeno. Quizá los futuros sueldos se basen en agua y oxígeno.
Me he visto ya en más de una situación donde mis propios pensamientos han sido dictados por el teléfono, por las apps. Como si estuviera condicionado a hacer lo que ellos quieren. Si me voy de mi barrio y decido no seguir la ruta marcada, los precios de todo suben. Si quiero moverme por la ciudad, tengo que pagar más. La vida es un pago constante: tus datos valen más que tu libertad. El control no es físico, no hay rejas ni cadenas. Pero hay algo peor. El control es digital, y eso es aún más peligroso. Es invisible, pero está ahí, absorbiéndote la vida en cada maldito paso.
Hace poco, me crucé con un amigo. Le conté todo esto, le dije cómo estaba harto de tener que pedir permiso para moverme, cómo mi huella de carbono era “demasiada alta” porque de vez en cuando usaba el coche para ir a ver a mi madre, que vive a 30 minutos de aquí. ¿Sabes qué me dijo? “Tío, es por el planeta, ¿no? Hay que ser responsable.” ¡Responsable! Esto no tiene nada que ver con el planeta. Lo que pasa aquí es que nos están vendiendo la tontería de la sostenibilidad como una excusa para mantenernos atados a su sistema.
Nos están quitando el control, poco a poco, cada día, con una sonrisa en la cara. Cuando todo el mundo está tan ocupado mirando su teléfono, haciendo todo lo que les dicen, se olvidan de que hay algo más que la puta conveniencia. Pero da igual, ya lo han interiorizado. Ya no se atreven a preguntar por qué.
Pero, claro, el sistema te hace sentir como un idiota si no sigues las reglas. Te hace pensar que es tu culpa si no te ajustas al modelo. ¿Y si te sales de la norma? Te hacen pagar más, te hacen sentir que eres un paria. Hay un punto en que empiezas a dudar si tienes alguna opción real. Porque, al final, todo está diseñado para que no salgas del maldito perímetro. Y si te atreves, te hacen la vida imposible.
¿Y qué pasa con las redes sociales? Las redes sociales son el gran invento. Nos hacen creer que estamos más conectados, que tenemos el control sobre nuestra vida. Pero no es así. Nos están manipulando. Nos dan lo que queremos ver, lo que nos gusta, nos meten en burbujas digitales donde nos sentimos acompañados, pero en realidad estamos más solos que nunca. ¿De qué sirve tener miles de “amigos” en las redes si al final nadie te va a preguntar cómo estás de verdad? Nadie te va a mirar a los ojos. Solo se intercambian datos, likes, publicaciones. Todo para vendernos algo. Todo para hacernos consumidores pasivos.
Y lo peor de todo es que sé que soy parte de todo esto. No me puedo escapar, no me puedo desenganchar. Porque el sistema ya te tiene. No necesitas que te metan en una cárcel física. Te metes en tu propia prisión sin darte cuenta, y lo peor es que ni siquiera te das cuenta de cómo te vas acostumbrando a las reglas. De cómo te conviertes en parte del engranaje.
Así que aquí estoy. En mi “ciudad perfecta”. Con todo a 15 minutos, con todo optimizado, con todo controlado. Y, sin embargo, me siento más lejos de todo que nunca. Lejos de mí mismo, de lo que era antes, de las cosas que solía decidir. Porque ahora no decido nada. Todo está determinado. Por ellos.
El futuro que me venden no es el futuro que quiero. Pero, ¿qué voy a hacer? Si decido rebelarme, me bloquean la cuenta. Si decido irme, me hacen la vida más difícil. Si no juego a su juego, me quedo fuera. Y moriré. Estoy solo. Estoy atrapado, como todos. Y eso me revienta.
PROGRAMA COMPLETO – CIUDADES DE 15 MINUTOS
Ciudades de 15 minutos | En UK están librando una batalla desencarnada, y en Murcia intentarán imponer el mismo modelo. Hace unos días, desde #AyCarallo, intentamos realizar una entrevista a @Gonzalokeys7 sobre el polémico tema de las ciudades de 15 minutos. Por problemas técnicos un tanto curiosos, tuvimos que aplazarlo. Ahora, y con permiso de @jsobrevive, @Alex_Diaz_68 y Toni Martínez, dejo aquí un programa donde hablamos a fondo de este modelo, yendo al grano sin filtros.
Con las declaraciones de Gonzalo, residente en Londres, como invitado especial.
Nos mojamos y damos una visión crítica que no dejará indiferente a nadie.
Programa completo:

