martes, diciembre 23, 2025

Feliz Navidad

Por Alfonso de la Vega

Con el solsticio de invierno vuelve la Navidad, fiesta principal del Cristianismo. El nacimiento del Salvador se encuentra envuelto en densas brumas históricas. Los evangelistas Mateo y Lucas escriben sendos textos legendarios, no sin algunas contradicciones entre ellos, donde predomina la parábola o leyenda teológica sobre la historicidad de los acontecimientos. Por no saber, no se sabe si fue Nazaret o Belén el lugar de nacimiento, ni tampoco su fecha exacta.

Sin embargo, pese a algunas amenazas islámicas, las degradaciones y granjerías de los mercaderes o los intentos sionistas de desnaturalizar antes de acabar con la festividad de la Navidad y lo que representa para buena parte de la Humanidad, ésta aún sigue viva en mucha gente, entre los que me incluyo. Me parece que influyen varias causas. El hombre es un animal de nido. La nostalgia de nuestra infancia en una familia protectora donde identificarnos con el Misterio de un Bien vencedor de las injurias y las tinieblas. El Amor como protección. Para mí, no sé si es compartida esta inquietante sensación, estos tiempos traen un cierto componente de nostalgia, de pena, de fracaso. No solo por la desaparición de seres queridos, sino a nivel personal y generacional al comprobar el deterioro de nuestra sociedad por lo que se podría haber hecho y no se hizo.

Pero, porque desde el punto de vista psicológico la Navidad constituye un arquetipo de la divinidad, de lo sagrado. Una forma de epifanía o de manifestación de lo numinoso. Porque la figura de un Mediador constituye una necesidad psicológica del alma humana, mayor cuanto más conciencia de criatura contingente, falible, inmersa en el Kali yuga, se tenga. Desde su punto de vista científico Jung nos avisaba de la extrema gravedad de las pestes psíquicas de las que apenas somos capaces de defendernos. Unas élites profundamente malvadas hacen todo lo posible para difundir y materializar tales pestes para conseguir sus efectos de devastación y sacrilegio de la condición sagrada del hombre: “Cuanto más se pierde la ilimitada autoridad de la visión cristiana del mundo, tanto más se revuelve en su prisión subterránea la bestia rubia y nos amenaza con un ataque de consecuencias imprevisibles. Este fenómeno se produce en el individuo como una revolución psicológica, pudiéndose presentarse también en la forma de un fenómeno social.”

El individuo es más importante que el sistema. Tan importante como las leyes para preservar los derechos humanos y la libertad es promover la madurez, la sabiduría, la honradez en cada persona. “Desde que las estrellas han caído del cielo y nuestros símbolos más elevados han perdido su color, domina en el inconsciente una vida secreta. Por eso tenemos hoy una psicología y por eso hablamos del inconsciente.  Todo ello sería, y de hecho es, superfluo en una época y una forma cultural que dispusiera de símbolos.  Pues los símbolos proceden de un espíritu superior, de un espíritu que permanece en lo más alto”.

No estamos solos e indefensos ante la barbarie. Como nos enseñaba Góngora, El sol pace estrellas en campos de zafiro. Si atendemos al principio de sincronicidad ahora podemos sintonizarnos con el nacimiento del sol, símbolo de Cristo. Es decir, con la emergencia del arquetipo de Dios en el plano de la Conciencia, misión fundamental del Arte y de la Cultura. La Navidad nos invita a hacerlo junto con el crecimiento de la energía solar. También del Sol interior del que nos hablan los místicos. Conocida, enfrentada y dominada nuestra Bestia interior podemos acometer como un valeroso aunque incomprendido Don Quijote la lucha contra la Bestia, adopte la forma exterior que adopte para engañarnos y confundirnos. Molinos de viento, duques encanallados, venteros maliciosos, necromante Merlín, doncellas maritornes, escribanos venales, clavileños, gallardos vizcaínos…

La desnaturalización o erradicación de la Navidad por el neomarxismo sionista cultural supone una amputación de nuestro Ser. De una forma de revelarse en el hombre y en la Historia el arquetipo del Bien. Y también de una forma de salir de sí hacia el mundo. La destrucción impune de nuestra Cultura sin que se construya nada mejor, ni siquiera igual, sobre sus escombros. Algo parecido a como si terroristas iconoclastas arrojasen botes de pintura roja sobre los cuadros más hermosos de los grandes autores. O se acompañase con pitidos, consignas o matracas de lumpen embrutecido la audición de El Mesías de Haendel o de La Pasión según San Mateo. Los protagonistas de nuestros mitos, en el sentido griego, de revelación espiritual del término, son cambiados o desnaturalizados. Los ángeles son sustituidos por “elfos” en los anuncios mercantiles. Los majestuosos reyes magos por un gordo gritón icono de la cocacola.

Ahora, bajo la tiranía de la posmodernidad y de la posverdad, estas reflexiones sobre arquetipos, Mediadores, lo sagrado, ya apenas resultan correctas y deberían ser desechadas por anticientíficas, por no ser mercancías para el lucro, por ser cosa de malvados fachas sin remedio. Pero la Navidad es una invitación a la Resistencia.

Nuestra condición psíquica se halla amenazada por los agentes dominantes y manipuladores en una civilización en riesgo de dejar de serlo. Las luces y adornos exteriores de las ciudades en campaña comercial no pueden suplir la propia luz interior. No es la Luz quien sólo muere o renace, somos nosotros mismos.

¡Feliz Navidad!

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