En un reciente episodio de The Tucker Carlson Show, publicado en X este 10 de noviembre, el periodista Tucker Carlson aborda uno de los temas más controvertidos y silenciados de las últimas décadas: los chemtrails, o lo que los expertos llaman geoingeniería climática. El post anuncia que «el gobierno finalmente ha admitido que los chemtrails son reales. Se llama geoingeniería y es mucho peor de lo que imaginabas. Dane Wigington lo explica». Dane Wigington, investigador principal de GeoengineeringWatch.org, quien ha dedicado casi 30 años a estudiar este fenómeno.
El video comienza con Carlson cuestionando las estelas persistentes en el cielo dejadas por aviones, que muchos llaman «chemtrails». Rechaza la etiqueta de «teoría conspirativa» de Wikipedia, argumentando que se trata de un esfuerzo propagandístico para desacreditar preguntas legítimas. Wigington, un ingeniero con experiencia en energías renovables, explica que no se trata de vapor de agua (contrails), sino de dispersiones intencionales de partículas para gestionar la radiación solar (solar radiation management o SRM), inyección de aerosoles estratosféricos y mejora del albedo de las nubes.
The government has finally admitted that chemtrails are real. It’s called geoengineering and it’s far worse than anything you imagined. Dane Wigington explains.
(0:00) Introduction
(1:32) Are All These Strange Streaks in the Sky Chemicals Being Released Into the Air?
(12:26)… pic.twitter.com/MxqrI2XVRj— Tucker Carlson (@TuckerCarlson) November 10, 2025
Wigington presenta evidencia científica: pruebas de laboratorio muestran nanopartículas de aluminio en lluvia y aire, tóxicas para toda la vida. Cita patentes climáticas que nombran el aluminio por su reflectividad, y menciona que su sitio web ha documentado esto con pruebas de aviones KC-10, KC-135 y C-17 liberando sustancias. Afirma que los programas comenzaron después de la Segunda Guerra Mundial, con fines declarados de enfriar el planeta, pero que en realidad agravan el calentamiento y sirven como arma climática.
Según Wigington, el objetivo oficial es deflectar la energía térmica solar para mitigar el cambio climático, pero los efectos son devastadores:
- Daño Ambiental: Reduce la producción solar (hasta 70% en algunos días), mata insectos (poblaciones globales caídas 80-90%), árboles (cobertura forestal global reducida 66%, el resto muriendo), plankton (90% menos en el Atlántico) y abejas (colapso del 70% de lo restante).
- Salud Humana: Contaminación ubicua con aluminio, bario, estroncio, manganeso, fibras poliméricas y grafeno, que se encuentran en órganos humanos, placentas y cerebros. Relaciona esto con pruebas biológicas pasadas del gobierno estadounidense (239 pruebas abiertas en civiles hasta 1977).
- Manipulación del Clima: Cita la Operación Popeye en Vietnam (1960s) para control de lluvias, que llevó a tratados internacionales contra modificación ambiental en guerra (ENMOD, 1976). Afirma que sequías «una en mil años» en países como Irán son inducidas para desestabilizar suministros alimentarios.
Wigington acusa al ejército estadounidense (DOD, DARPA) de coordinar, usando aviones militares y comerciales . Sugiere que materiales como ceniza de carbón se usan para deshacerse de residuos tóxicos. Menciona instalaciones como HAARP para manipular presiones atmosféricas, creando vientos extremos y dirigiendo huracanes (ej.: deflexión de huracanes en Florida este año).
Una sección clave discute cómo la geoingeniería contribuye a incendios: partículas incendiarias (como aluminio) acumulan en suelos y follaje, combinadas con sequías inducidas y vientos manipulados (ej.: efecto fuelle en Lahaina, Hawái). Cita un documento militar de 140 páginas: «Incendios Forestales como Arma Militar», con sitios de estudio en EE.UU., incluyendo Los Ángeles.
Wigington menciona avances legislativos: 36 estados con proyectos de ley para prohibir geoingeniería, Tennessee y Florida ya aprobados. Ha hablado con legisladores como Ron DeSantis y Marjorie Taylor Greene, enfatizando enfocarse en la geoingeniería sin mezclar debates climáticos más amplios. Advierte que la legislación es simbólica; la exposición pública es clave para forzar un cese desde dentro.
Concluye que estas operaciones son el mayor daño humano al planeta, peor que otras contaminaciones, y urge compartir datos creíbles de GeoengineeringWatch.org para despertar conciencia global.