Por Alfonso de la Vega
¿Hay alguien honrado en esta Sodoma político institucional borbónica?
El pobre voluntarioso Lot lo busca con ahínco en el penoso reino filipino pero no lo encuentra. Degeneración moral, impostura institucional, vulneración constitucional, corrupción, traición, saqueo de recursos, desolación y muertes, sabotaje económico, persecución de la clase media, juventud sin futuro, prostitución, pobreza infantil, sustitución demográfica… estamos batiendo marcas mundiales para celebrar los incomparables resultados tras medio siglo de pertinaz monarquía.
Apenas queda ya nada sin corromper y el reino prosigue su imparable camino hacia el abismo. Se miente y saquea sin apenas tapujos para promover y asentar la dictadura. Vale todo y donde las promesas de ascenso en la cucaña o las mordidas en metálico no alcanzan se prometen futuros “pagos en carne”.
Al pueblo en extinción hoy degradado en plebe le van quedando pocas armas para intentar recuperar su dignidad y revertir el resultado. Una de ellas es el humor. Con un poco de humor negro pero lleno de la singular clarividencia propia de don Felipe VI nos acaba de advertir en un reciente discurso que «Cualquier alternativa es peor«.
Sí, como la cosa parece que no tiene remedio, hasta la llegada de la justicia divina habrá que tomárselo con humor:
Están todos los pasajeros en la sala de embarque del aeropuerto esperando la salida del vuelo cuando de repente llega el copiloto impecablemente uniformado con anteojos oscuros y un bastón blanco tanteando el camino…
Ante la perplejidad casi general la empleada de la compañía aclara que, si bien es ciego, es el mejor copiloto que tiene la empresa. Al poco rato llega el piloto, el uniformado impecable, anteojos oscuros y un bastón blanco asistido por dos azafatas.
La encargada de la sala aclara que, también, el piloto es ciego, pero que es el mejor piloto que tiene la compañía y que, junto con el copiloto, hacen el equipo más experimentado y competente.
Ya con todo el pasaje y tripulación a bordo, el avión comienza a correr por la pista, tomando cada vez más velocidad y con los pasajeros cada vez más horrorizados. El avión sigue tomando velocidad pero no despega…, continua la carrera y sigue en tierra ¡Cada vez el final de pista está más cerca y en una explosión de histeria general los pasajeros empiezan a gritar como posesos. En ese momento el avión, milagrosamente, toma altura…, entonces el piloto le confiesa al copiloto: “El día que los pasajeros no griten, nos estrellamos”.
El enigma español actual es que el pasaje no grite o si grita lo hace bajito o que no se le escuche. Claro que si no nos estrellamos ahora mismo aún nos queda la baza del aterrizaje.

