Por Alfonso de la Vega
“Cuando se vacía el corazón quedan los ritos”. Acorde con la sentencia taoísta la ceremonia fúnebre de Valencia realizada en un lugar tan insólito y desusado como un museo de Ciencias lejos de los rituales y recintos sagrados tradicionales parecería incardinarse en el nuevo fenómeno del transhumanismo, la dimensión horizontal del hombre privada de la espiritualidad, una forma de despotismo materialista que el globalismo quiere implantar y a la que la Monarquía filipina se ha adherido de modo entregado y entusiasta.
No deja de ser curioso que las autoridades responsables, de un modo u otro del desastre sean las mismas que presidan el acto, como contratadas plañideras insensibles al sufrimiento que causan con sus acciones o inacciones de desgobierno y corrupción. Solo algunas voces lúcidas y valientes, femeninas por cierto, se atrevieron a denunciar la escandalosa farsa ante la pasividad de la parentela de la mayoría de las víctimas allí presentes, es de suponer que astutamente seleccionadas entre los socialistas y cortesanos más complacientes.
El nuevo Poder del NOM quiere desechar el poder espiritual. El Poder ya no tiene más necesidad de lo sagrado ni menos de la Iglesia, y la somete o la persigue o abandona o la convierte en fugaz espectáculo de entretenimiento calentológico o similar. Para ello, mediante la Agenda 2030, la IA, o con la parafernalia que sea menester como en este caso, es preciso “convencer a fondo al hombre de la insignificancia de su alma y de la psicología misma; hay que dejarlo claro desde cualquier púlpito de autoridad que toda salvación viene de fuera y que el sentido de su existencia está en la “comunidad popular”. Así se le puede conducir fácilmente al lugar donde ya por su naturaleza más le gusta ir: al país de los niños, donde se plantan exigencias únicamente a los demás y la injusticia siempre la comete otro. Cuando el hombre ya no sabe qué es lo que sustenta su alma se incrementa el potencial de lo inconsciente, que asume el mando. El deseo vence al hombre, y fines ilusorios que ocupan el lugar de las imágenes eternas despiertan su avidez. El animal de presa se ha adueñado de él y no tarda en hacerle olvidar que es un hombre.”
El doctor Jung también nos avisaba de la extrema gravedad de las pestes psíquicas de las que apenas somos capaces de defendernos. Unas élites profundamente malvadas hacen todo lo posible para difundir y materializar tales pestes para conseguir sus efectos de devastación y sacrilegio de la condición sagrada del hombre: “Cuanto más se pierde la ilimitada autoridad de la visión cristiana del mundo, tanto más se revuelve en su prisión subterránea la bestia rubia y nos amenaza con un ataque de consecuencias imprevisibles. Este fenómeno se produce en el individuo como una revolución psicológica, pudiéndose presentarse también en la forma de un fenómeno social….desde que las estrellas han caído del cielo y nuestros símbolos más elevados han perdido su color, domina en el inconsciente una vida secreta.. Por eso tenemos hoy una psicología y por eso hablamos del inconsciente. Todo ello sería, y de hecho es, superfluo en una época y una forma cultural que dispusiera de símbolos. Pues los símbolos proceden de un espíritu superior, de un espíritu que permanece en lo más alto”.

Pero sabemos que hay símbolos y símbolos, rituales y rituales. Y no todos proceden de lo más alto como indica el doctor Jung. El Poder verdadero no suele hacer ostentación de sus símbolos de dominación patente o externa, aunque a veces los camufle en nuevos rituales que apenas son máscaras o meros disfraces los de las hordas mercenarias de políticos y asimilados. Estos en el fondo mandan poco sobre el devenir último de la historia y se consuelan peleándose por arrebañar presupuestos menguantes para sí mismos tras descontar los monstruosos intereses de la deuda. Y es que el Poder que manda de verdad, la plutocracia globalista, se manifiesta de modo más sutil, disimulado, mediante la anónima tiranía del dinero.
Desde el punto de vista antropológico sabemos que las sociedades autoritarias pueden buscar en el simbolismo del ritual una forma de disimular o impedir en la práctica lo que sería preciso hacer para evitar su deslegitimización. Alguna forma de exorcizar los demonios reales o figurados que atacan al sistema que se considera a sí mismo magnífico e impoluto. Elementos de fuera que no producidos por su propia condición de anatomía o metabolismo. Así, por ejemplo, durante el Carnaval se hace responsable de todos los males a un “chivo expiatorio” al que se persigue, golpea o quema en efigie. Un rito hebreo que suponía una mejora sobre la de los sacrificios humanos de igual servicio. En el antiguo Tibet lamaísta también existía un rito antropológico similar. Cada año un hombre al que llamaban Lud Kong Kyi gyalpo que puede traducirse por el “rey de los rescates”, era cargado mediante un rito especial y convenientemente disfrazado se le llenaba de imprecaciones con todas las iniquidades del soberano y de sus súbditos y luego arrojado a las arenas del desierto. Previo a ser expulsado el gyalpo al arenal se celebraba otro ritual. Jugar a los dados con un lama que ha de ganarle para poder echarle. Pero los dados estaban trucados y el lama representante del Poder más pronto o más tarde siempre ganaba. Por supuesto todo parecido con nuestra realidad posmoderna y su aplicación a la desgracia valenciana es mera coincidencia.
Ahora el “chivo expiatorio” expuesto al furor popular por el régimen es el inepto presidente de la taifa. Un tal Mazón, responsable único de desastre para el entontecido consumidor de bulos gubernamentales. Pero desde la racionalidad cabe decir que las responsabilidades políticas, administrativas e incluso penales en esta catástrofe están muy repartidas. Y ni siquiera las de este lamentable prócer regional serían las peores.
Es bien conocido por recurrente que el fenómeno de la gota fría es habitual en el otoño en el área del Mediterráneo. Algunos investigadores consideran que esta vez habría sido reforzado por algún tipo de intervención sobre el clima. En todo caso en muchos lugares lo más letal fue la riada por mala gestión hidráulica cuyas consecuencias se agravaron por la resilente estupidez ecologista. Y menos mal que el denostado Caudillo con sus importantes obras de prevención y canalización salvó póstumamente miles de vidas.
Pero nuestra arquitectura del poder político, el diseño del régimen autonómico es otra plaga mayor, infinitas y costosas instituciones a la hora de saquear al sufrido contribuyente pero que rehúyen responsabilidades cuando hay algún problema importante. Un tinglado caro e ineficaz que fomenta la incompetencia y la corrupción. Había más banderas regionales que en la ONU.
En cuanto al desempeño qué podemos decir. En este asunto todos han fallado. Su Majestad el Rey parece creer que lo de ser el Jefe de las Fuerzas Armadas consiste en lucir bonitos uniformes lleno de medallas y condecoraciones, como un fiero Marte con ocasión de desfiles y demás, pero impasible el ademán no mueve un dedo para salvar al vida de sus súbditos ordenando la urgente intervención de las fuerzas acuarteladas a poca distancia del lugar del suceso. Y eso que su jefe de gobierno y señora estaban en la India haciendo el ídem. Lo de su ministra de Defensa es terrorífico y su conciencia, si la tuviese, no la debería dejar dormir por las noches.
Y así todo en los diferentes administraciones que debieran cumplir con sus obligaciones y no la han hecho. Ni seguramente lo harán gracias al más sencillo expediente de echar la culpa al chivo expiatorio o Mazón de turno. Lo de los media es especialmente vergonzoso con unos ”periodistas” mercenarios o colaboracionistas que favorecen la ceremonia de la confusión. Y lo de ciertos jueces también es para nota.
Y sólo quedan sin homenaje los que de verdad lo merecen, todos esos héroes anónimos que ayudaron con su dedicación y patrimonio personal a que la desgracia no fuese aún peor. Dios los bendiga y se lo pague, que no este régimen corrupto y corruptor.

