En un acto de violencia estremecedora, el grupo yihadista Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF) irrumpió en la aldea de Nyoto, en la provincia congoleña de Kivu del Norte, la noche del pasado 8 de septiembre, alrededor de las 21 horas, dejando un saldo de al menos 72 cristianos asesinados.
Según fuentes locales, unos 40 terroristas armados con machetes y fusiles atacaron una vivienda donde se llevaba a cabo una vigilia fúnebre, desatando una matanza de una crueldad indescriptible.
Los asaltantes, que actuaron con precisión coordinada, no solo segaron vidas, sino que incendiaron vehículos y entre 15 y 30 hogares, dejando un rastro de destrucción antes de huir en la oscuridad. Cuando las fuerzas de seguridad llegaron al lugar, los atacantes ya se habían desvanecido, dejando tras de sí un escenario de horror: la mayoría de las víctimas, que incluían mujeres, niños y familias enteras, fueron degolladas o mutiladas con machetes, según testimonios recopilados por medios locales.
El ISIS reclama la autoría y exhibe su poder.
El Estado Islámico (ISIS) no tardó en atribuirse la masacre. De acuerdo con el medio italiano La Nuova Bussola Quotidiana, las ADF, que juraron lealtad al ISIS en 2016 y forman parte de su Provincia de África Central (ISCAP) desde 2019, reivindicaron el ataque, afirmando haber matado a casi un centenar de cristianos.
Este acto, según analistas, responde a una estrategia clara: sembrar el terror entre las comunidades locales, proyectar poder frente a rivales como Al Qaeda, atraer nuevos reclutas y debilitar la respuesta de las autoridades congoleñas.
La masacre de Nyoto se suma a una serie de ataques recientes contra comunidades cristianas en la región. A finales de julio, las ADF asaltaron una iglesia católica en Komanda, provincia de Ituri, asesinando a 43 personas, incluidos nueve niños, durante una vigilia nocturna en una iglesia..
En febrero, en la aldea de Kasanga, los yihadistas encerraron a 70 personas en una iglesia protestante, donde fueron brutalmente asesinadas con machetes y martillos tras días de cautiverio.
Además, el ISIS ha reivindicado otros cinco atentados recientes, incluido uno cerca de Beni, en Kivu del Norte, donde murieron 18 cristianos más.
Respuesta estatal insuficiente. El gobierno de la República Democrática del Congo emitió un comunicado oficial prometiendo reforzar la ayuda humanitaria en Kivu del Norte y intensificar las operaciones militares contra los grupos yihadistas.
Sin embargo, la efectividad de estas medidas es cuestionada. Onesphore Sematumba, analista del International Crisis Group, citado por La Nuova Bussola Quotidiana, describe las intervenciones del gobierno como “débiles y descoordinadas”.
Según Sematumba, estas acciones han fragmentado a los grupos yihadistas en células más pequeñas, pero no menos letales, que continúan atacando con renovada ferocidad. “Es como patear un hormiguero: se dispersan, pero atacan con toda la rabia posible”, afirmó.
La escalada de violencia en Kivu del Norte y las provincias vecinas expone la vulnerabilidad de las comunidades cristianas frente a la amenaza yihadista y la incapacidad del Estado para garantizar su seguridad. Mientras los habitantes de Nyoto lloran a sus muertos y reconstruyen entre cenizas, la comunidad internacional observa con preocupación una crisis que no muestra signos de resolución.
Las preguntas persisten: ¿hasta cuándo continuará esta ola de terror? ¿Qué medidas concretas tomarán las autoridades para frenar a las ADF y sus aliados? ¿Qué hace la ONU?
Por ahora, el eco de la tragedia resuena en el silencio de una región asediada.
La Von der Sánchez de la UE no gimotea como hace con los terroristas de HAMAS, no se envían al Congo flotillas salvadoras por las ONGs de Sánchez, Creta Zombi no navega para salvar a los cristianos de Africa, porqué son cristianos y negros. Todos miran para otro lado.
Esperemos que la Conferencia Episcopal Española se apresure a condenar los asesinatos de los católicos en el Congo cometidos por los musulmanes, con la misma celeridad con la que se unió a la denuncia de los musulmanes en España. Los pobres no podían decapitar carneros en las instalaciones de un gimnasio municipal de Jumilla, en el cual después de la masacre, tienen que hacer deporte los niños españoles, muchos de ellos católicos.