lunes, septiembre 22, 2025
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“Armas silenciosas para guerras tranquilas”: la denominación de Will Cooper a varias estrategias de manipulación y destrucción humana

En un artículo anterior decíamos que se estaban librando cinco tipos de guerras contra la humanidad: 1) las guerras al uso, por tierra mar y aire, con soldados, bombas, submarinos, misiles y demás artefactos bélicos; 2) las libradas con armas de energía dirigida y geoingeniería; 3) las perpetradas con venenos inoculados a través de la mal llamada salud y la industria agroquímica; 4) las ejecutadas con las denominadas “armas silenciosas para guerras tranquilas”; y 5) la gran guerra contra Dios y lo sagrado, de la que todos los humanos somos damnificados incluso sin saberlo.

Vamos a dar unas pinceladas sobre las “armas silenciosas para guerras tranquilas”, término  acuñado por William Cooper en su interesante libro Behold a Pale Horse, publicado en 1991. Cooper trabajó para el Servicio de Inteligencia Naval de los Estados Unidos y conocía bien algunos planes y programas del sistema, que nunca aparecen en los medios de comunicación. Me permito hacer un poco de historia extractando un epígrafe del libro Conspiraciones contra la humanidad. La agenda de los amos del mundo, publicado en 2017, del que soy coautora con Salvador Freixedo.

En el año 1954 tiene lugar en Holanda la primera reunión del Club Bilderberg [1], una de las pantallas más visibles de la masonería, organizada por el príncipe Bernardo, padre de la reina Beatriz. En esa primera reunión establecen que están celebrando el 25 aniversario de la Tercera Guerra Mundial. Sí, hemos dicho bien: la Tercera Guerra Mundial. De esto se deduce que, sin saberlo el público, se estaba librando una guerra, aunque con diferentes armas a las usuales. No se estaban utilizando fusiles ni misiles. Hablamos de las silent weapons for quiet wars, en castellano, “armas silenciosas para guerras tranquilas”, en el sentido de discretas y fácilmente enmascarables. La sociedad ignoraba que se estuviese cociendo algo en esos años, hasta que, en 1991, salió publicado el informe “Silent Weapons for Quiet Wars”, en el que se establecía la estrategia de los amos del mundo para las próximas décadas. Se trataba de un plan siniestro de manipulación sustanciado en desinformación, adoctrinamiento y atontamiento social a través de los sistemas educativos, la cultura y el ocio.

He aquí algunas perlas literales sobre cómo lograr idiotizar a la población:

“Desconectar sus mentes y espíritus, sabotear sus actividades mentales y desmotivar su actividad a través de la implementación de programas educativos de baja calidad en matemáticas, historia, lógica, diseño de sistemas y economía.

”Controlando sus emociones, aumentando su egocentrismo y su gusto por las actividades emocionales y físicas, multiplicando sus confrontaciones y ataques emocionales, violación mental y emocional por medio de un estancamiento constante en la violencia, la guerra, el sexo, en los medios de comunicación social y, en particular, la televisión y los periódicos, dándoles en exceso lo que ellos desean ‘junk food for thoughts’ –ideas basura para pensamientos-, y privándoles de lo que realmente necesitan para su evolución”.

Vistas estas consignas, se entiende que la violencia, el sexo, las drogas, la mala educación, el culto a lo feo y lo esperpéntico sean una constante en el cine, en las series de televisión, en los programas de divertimento, en las redes, en el sector de la cultura e incluso en la publicidad, donde conocidas y glamurosas marcas anuncian colonias simulando violaciones y vejaciones a la mujer.

Con todos estos planes, no es casual que hayamos llegado al sistema actual, que ni instruye ni educa; que anula al individuo frente al grupo, que mata la creatividad; un sistema, en definitiva, castrante. 

Los gobernantes, siempre al servicio de quienes diseñan las estrategias –sépanlo o no–, siempre tienen en mente la modificación de los planes educativos establecidos cuando llegan al poder. Es una característica en todos los países. Los políticos, sean estos de derechas o de izquierdas, republicanos o demócratas, progresistas o liberales, siempre venden la idea de que es para mejorar, pero ocurre todo lo contrario. Es un hándicap global, pero ateniéndonos al aquí y ahora de España, el nivel cultural del alumnado es cada vez más bajo; la capacidad de comprensión menor; hoy casi no se sabe leer ni escribir correctamente; el cálculo matemático ni se practica; y si hablamos de comprensión de textos y de resúmenes, es para llorar. Nos referimos a la media, no a las lumbreras, que siempre habrá aun a costa de los pésimos sistemas. 

Sin embargo, nuestros políticos repiten compulsivamente, año tras año, que “tenemos la generación mejor preparada”. Lo dicen porque es el mantra que deben  repetir para justificar una educación generadora de miles de analfabetos funcionales, “gratuita” y obligatoria que cuesta millones de euros a las arcas del Estado. 

Lo peor de todo es que la educación, desde infantil hasta la universidad –sobre todo este segmento– está copada por el espíritu de los “ilustrados”, esos que han destruido el sentido sagrado de la vida, que han corrompido la ciencia convirtiéndola en algo dogmático y han ocultado el auténtico saber científico. Acostumbro a decir que “casi todo lo que hemos aprendido o es falso o está tergiversado”, y cada vez estoy más segura de ello, viendo a tanta gente equivocada, manipulada por un sistema que ha optado por la involución del individuo. Y por si el sistema educativo y la llamada “cultura” no fuera suficiente, ahí están las pantallas para dar el golpe de gracia mientras el espectador se encuentra receptivo en estado cuasihipnótico.

La televisión, las plataformas y el audiovisual en general se han erigido en los grandes gurúes, los santones que implementan tendencias y adoctrinan a los parroquianos sobre cualquier mentira, idea de laboratorio o normativa absurda. 

En los últimos años y en tiempo récord los adoctrinadores han conseguido que la sociedad se trague la absurdez del “constructo social”; que las niñas pueden tener pene y casarse entre ellas; que tener hijos es malo porque se destruye el planeta; que abortar es un derecho que debe ser incluido en la Constitución, que eliminar a los viejos con una inyección de punto final es ayudarles a “morir dignamente”; que celebrar la Navidad no es bueno porque se puede herir a alguien, y lo mismo utilizar la cruz o hablar de Jesucristo; decir que no eres católico y que desconfías de los curas es súper; preocuparte por los niños de Gaza es bueno, pero decir que muchos niños judíos también mueren es ser facha; exhibir una bandera palestina es estar a la moda; defender a los proetarras, golpistas y antisemitas boicoteando la vuelta a España es guay y supermoderno; pero defender la patria y la bandera rojigualda es casposo; lo mismo que hablar de nuestro pasado como Imperio que unificó un continente bajo una lengua, una religión y las leyes garantistas de la Corona Española. Los expertos en esta gesta y periodo histórico aseguran con rotundidad que nunca hubo colonias en América, sino Estados de ultramar. Pero los traidores a la patria de fuera y de dentro, han destruido nuestra propia idiosincrasia. Hay que poner fin a esto. 

Lo que acabo de exponer, tan dispar y aparentemente desconectado conforma esa serie de guerras silenciosas, con bombas de racimo ideologizantes, que nos han ido destruyendo y haciéndonos enemigos de nosotros mismos. Son batallas que han ido ganando sin disparar un solo tiro, un solo misil. Son las armas silenciosas para guerras tranquilas, mucho más peligrosas que las bombas. No destruyen el cuerpo, pero aniquilan la mente y dejan el alma en estado de coma, muy difícil de recuperar. Lo vemos a diario, en gente buena, que lleva el pañuelo palestino, que defiende a los terroristas de Hamas y las dictaduras de Castro, Maduro, Petro y miran con recelo a Bukele por meter en la cárcel a las bandas criminales; gente que defiende el aborto, el género, la pornografía. Muchos son gente buena, pero sin discernimiento, envenenada por la propaganda, lo cual hace un gran daño. Es la eterna lucha entre el Bien y el Mal reflejada en nuestro mundo dual. Pero podemos elegir. El ser humano siempre tiene la última palabra. Porque, por mucho que planeen, las grandes maldades siempre son ejecutadas por humanos. Solo hay que decir NO. 

NOTAS:

[1] El Club Bilderberg, del que hace unos años se ha empezado a hablar, es una de las pantallas de la masonería –como la Trilateral, el Club de Roma o el CFR –quizá la más visible y la más rodeada de misterio. En el Club hay miembros que no son masones iniciados, pero han integrado las ideas masónicas. No es el organismo más poderoso del mundo, sino una de sus pantallas públicas. Algunos investigadores, por estrategia de comunicación, prefieren hablar del Club Bilderberg en lugar de hacerlo directamente de la masonería, porque en el imaginario colectivo, el grupo del mandil tiene la categoría de leyenda o de algo inexistente.

Magdalena del Amo
Periodista, psicóloga, escritora y editora, especialista en el Nuevo Orden Mundial y en la “Ideología de género”. En la actualidad es directora de La Regla de Oro Ediciones.
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