Por David Azañón (Subinspector 87713)
Corría el día 14 de marzo de 2020 cuando los diputados de España declararon, mediante el Real Decreto 463/2020, un estado de alarma inconstitucional que finalizó el 21 de junio del mismo año, es decir, nos encerraron ilegalmente 99 días.
Salvo algunos que nos negamos a tamaño atentado contra los derechos fundamentales, la gran mayoría de españoles fueron encarcelados en sus casas gracias a su pusilanimidad y a cooperación necesaria de los miembros de la Policía Nacional, de la Guardia Civil y de las policías autonómicas y locales que se prestaron a ello a pesar de conocer fehacientemente el contenido tanto del art. 116 de la Constitución como la Ley Orgánica 4/81 que regula los estados de alarma, excepción y sitio.
Mientras que los políticos se saltaban a la torera el citado Real Decreto – con sus escoltas guardando silencio – yendo y viniendo a donde les daba la gana, algunos incluso se fueron de putas, esnifaban cocaína, se iban de borrachera o fumaban puros en restaurantes, como cierto cántabro putero – el mismo reconoció que así perdió su virginidad –, también obligaban, contraviniendo el Código de Núremberg, la Ley 41/2002 de autonomía del paciente, la Ley 14/2007 de investigación biomédica y la Ley Orgánica 3/2018 de protección de datos personales (en relación con datos genéticos y de salud), a llevar una mascarilla que a todas luces era inservible pues era como intentar parar el agua de lluvia con una raqueta y de forma indirecta a inocularse, y digo esto porque no eran vacunas como se ha demostrado sino otra cosa.
Para más inri, algunos policías inspeccionaban las bolsas de la compra de los ciudadanos, decretando como les venía en gana si eran artículos de primera necesidad o no. Los agentes que se prestaron al mayor atentado contra los derechos y libertades del régimen prostitucional del 78 alegaron que cumplían órdenes, lo mismo alegaron los agentes del NKVD, de la Stasi o de las SS. Sin olvidarnos del Guardia Civil, José Manuel Santiago, quien afirmó en rueda de prensa que la Guardia Civil trabajaba para “minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno”.
Todo ello sin perjuicio de otros muchos abusos, algunos de carácter penal, detenciones ilegales, allanamientos de morada, etc. y otros de carácter administrativo, como los innumerables procedimientos sancionadores que se incoaron y que no llegaron a buen puerto salvo para los cobardes que se acogieron al pronto pago viendo así reducida la cuantía a desembolsar en un 50%, el resto de procedimientos sancionadores se archivaron.
También se implementó algo parecido al propiska soviético en España bajo la denominación de Certificado COVID Digital
Con todo, a los Policías Nacionales que se negaron a inocularse les obligaron a confeccionar una minuta explicando el porqué de su decisión – algunos valientes se negaron y no confeccionaron minuta ni dieron explicación alguno porque estaban en su derecho – aunque la gran mayoría cedió a las presiones como el resto de los españoles. Ahí se vio de qué pasta está hecho cada uno. Unos luchando por las libertades de todos y otros recortando libertades, bailando, cantando o aplaudiendo como focas.
RESULTADO: grandes empresas farmacéuticas que se hicieron con más dinero y poder si cabe, políticos que se hicieron de oro, ancianos que murieron, pero no por el COVID, sino por no ser atendidos, ni visitados por sus familiares – malditos cobardes –, incluso a algunos enfermos les retiraron sus teléfonos móviles, lo mismo que si estuvieran bajo la custodia del NKVD.
Por otro lado, los que no nos inoculamos seguimos sanos a pesar de las calumnias, de las injurias y de los males que nos desearon, la muerte, que no nos atendieran en los hospitales, que nos encarcelaran, que nos golpearan – ay si alguno de esos se hubiera atrevido a intentarlo – que nos obligaran a vacunarnos, aquí el delito de odio no cuenta – otra prueba de que el delito de odio es un atentado contra la libertad de expresión y medio de control sobre el individuo –.
Los 350 caudillos, sus brazos armados y las furcias mediáticas desde todos los lugares, fuera la TV – en cuyos platós los “virus” no entraban y no era “necesaria” la mascarilla – con La Primierda, la Sectaria, Mentira3, Cuatreros, Telecirco, TeleMandril, TV3% o fuera en la radio con los Copederastas, la Serpiente, Mierradio o con otros medios digitales como Okpropaganda, púbico, el paisano, etc. se mostraron a favor de la agenda 2030 y del control y reducción de la población.
Ahora llegaron los madres mías, pues los que se inocularon, que no han muerto, andan regular, muchos con miocarditis o pericarditis, trombosis con trombocitopenia, y las mujeres con reglas interminables o con dolores de cabeza constantes, y algunas que estaban embarazadas, con hijos padeciendo enfermedades raras.
Recientemente, los doctores David J. Speicher, Jessica Rose y Kevin McKernan – no el comité inexistente de expertos del gobierno – han publicado un informe donde se revela que las “vacunas” tenían fragmentos de ADN seiscientas veces superiores al límite establecido y, aviso a navegantes, cada inoculación adicional supone exponerse a posibles riesgos de mutagénesis, cáncer y daños irreversibles en el material genético, pero esa es la decisión personal de cada uno.
Para finalizar debo recomendar un libro que considero magnífico y de obligada lectura: “CRÓNICA DE UNA SOCIEDAD INTOXICADA” del Dr. Joan-Ramón Laporte quien es una voz más que autorizada, médico y farmacólogo español reconocido por su trayectoria crítica y rigurosa en el ámbito de la farmacovigilancia, la prescripción racional de medicamentos y el análisis del poder de la industria farmacéutica, catedrático de Farmacología Clínica en la Universidad Autónoma de Barcelona y jefe de servicio en el Hospital Vall d’Hebron.
Recordad, no es ideología sino supervivencia.