Desde hace ya bastantes meses, España vive inmersa en el puro surrealismo. Si lo que está ocurriendo en estos momentos de corrupción política nos lo presentaran en forma de película basada en hechos reales, nos parecería tan exagerado que acabaríamos diciendo: “Se nota demasiado que es ficción. El guionista se ha dado gusto organizando un tinglado mafioso que no resulta creíble. Es muy amarillista”. Pero, sin embargo, es real. ¡Y lo que falta por conocer! Me atrevo a decir incluso que habrá asuntos que, por su gravedad, jamás saldrán a la luz. Y no me refiero a temas económicos, sino a otros asuntos relacionados con la prostitución y algunos extremos escabrosos, de los que ni siquiera las fuerzas del orden pueden hablar con libertad. Ha habido en el pasado otras situaciones sobre las que se estableció un “pacto de silencio”.
Es tan grave lo que está ocurriendo en la política nacional que el grito de “elecciones ya” o el reclamo de un adelanto electoral está más que justificado y es más necesario que nunca. Es urgente mandar a Siberia a Pedro Sánchez y a su grey de amorales socialistas, comunistas, golpistas y filoetarras que están dejando el país para la uci. Es el pensamiento general de la gente de bien. ¿Pero qué nos ofrecen los partidos de la oposición? ¿Qué nos promete Alberto Núñez Feijóo que, en estos momentos, sube como la espuma, debido al shock social por la corrupción y el puterío? Sabemos que el gallego no es corrupto, que no pactará con indeseables que odian a España, que no tiene una mujer que se hace pasar por catedrática y regala dinero público a sus amiguetes, que no tiene líos de prostitutas, ni un suegro proxeneta financiador de su carrera. En efecto, Feijóo no tiene ninguna de estas rémoras, pero eso no es suficiente para aspirar a un voto ponderado. Sobre el líder orensano pende la condena del cumplimiento de la Agenda 2030 –no sabemos si por obligación si por convicción– un corpus de doctrina comunista woke, de manipulación del ciudadano, control total, de leyes ridículas cuando no contranatura, de normas estúpidas –porque así lo establecen unos plutócratas desde las alturas–, de destrucción del campo, de leyes de expropiación, de agresión y ahogo al ciudadano y muchos otros objetivos, hasta diecisiete, que habrán de cumplirse para servir a los psicópatas del Foro de Davos y otros alucinados que esperan hacer real el viejo sueño del transhumanismo. Y lo conseguirán, pero solo si cuentan con la complicidad de los gobernantes. Por eso, no podemos llevarnos a engaño: cambiar los políticos, sí, pero también las políticas. No podemos seguir rodando hacia el precipicio como si no pasara nada.
Es cierto que nos preocupa el recibo de la luz, el incremento del precio de los combustibles y la cesta de la compra, pero esto es peccata minuta si lo comparamos con el gran ataque que está sufriendo la humanidad, peor que cualquiera de las guerras anteriores. Al ciudadano le están haciendo la vida cada vez más difícil.
Hace años que venimos insistiendo en la necesidad de tener políticos a la altura de los tiempos. Ninguno cumple los estándares de calidad. Necesitamos una nueva raza de políticos, capaces, formados y moralmente intachables. No solo para crear puestos de trabajo y propiciar una vida en libertad, que también, sino para defendernos de los falsos filántropos, de la industria farmacéutica, de los corruptores de jueces, de los falsos axiomas científicos, de los organismos que investigan la mente humana para manipularla, de la Comisión Europea, de los lobbies de todo tipo, de los compradores de voluntades, de las mentiras antisalud de la OMS, de los falsos mesías civiles, de los asesinos en serie al servicio de los Estados, de los ladrones de valores morales, de los pederastas de alto standing, de los corruptores de la infancia y la juventud, de las mafias traficantes de drogas, de órganos y de personas… en fin, de toda la mala gente sociópata del mundo que ocupan cargos de relevancia, incluidas las instituciones y la gran prensa al servicio del Mal.
El gobierno legisla, decreta y ejecuta. La oposición promete e intenta dar esperanza, pero es necesario aportar medidas de calado para resolver los grandes problemas. Como nunca le hemos oído hablar a este respecto, muchos nos preguntamos si sabe Feijóo que, en economía y en política, las cosas raramente son lo que parecen, y que las causas hay que buscarlas en oscuros despachos de gente poderosa que gobierna el mundo tras bambalinas. ¿Conoce Feijóo las intenciones de los globalistas del Nuevo Orden Mundial, de someter y esclavizar a la humanidad, a través de estrategias diseñadas ad hoc? ¿Ha pensado en alguna medida efectiva para evitar la desaparición del dinero físico y que los ciudadanos conserven el derecho a la independencia analógica? ¿Alguna medida EFECTIVA Y URGENTE para salvar la ganadería y la agricultura? ¿Algún plan para impedir la tala de olivos y naranjos, dos cultivos simbólicos de España? ¿Algún decreto ley contra la instalación de plantas solares fotovoltaicas en terrenos agrícolas, aunque los fondos buitre hayan formalizado sus planes de robo? ¿Se atreverá Feijóo a enfrentarse a los planes de inmigración ilegal que están desestabilizando el país? Hay muchas más preguntas que ningún periodista hace, más preocupados por el chascarrillo y menos por los asuntos realmente mollares. Estas preguntas también van dirigidas a Santiago Abascal y a los distintos aspirantes al poder.
En situaciones de crisis necesitamos políticos excepcionales. No solo que no roben, que sepan economía o que rebajen impuestos, sino políticos que conozcan ciertos entresijos de la estrategia de los globalizadores. Es hora de decantarse a favor del pueblo o de los plutócratas. Y enseguida vamos a tener la respuesta. Pero, por favor, no más mentiras.
En mis tiempos de ingenuidad, creía que más allá de cualquier ideología política o religiosa, habría que crear una plataforma ciudadana para luchar por los derechos que nuestros políticos al uso nos quieren arrebatar definitivamente. Reconozco que era un pensamiento demasiado idealista que prescindía de ciertas características inherentes a la condición humana, como son la ambición y el ego desmesurado que, a menudo, se camuflan bajo un cuño “salvacionista” expresión de un deseo inconsciente de liderazgo. Y la política, en estos tiempos, es muy tentadora. De hecho, están apareciendo varias formaciones con el fin de conseguir escaños en las Cortes y en el Parlamento europeo. Cuidado con las formaciones que aprovechando el desprestigio de los partidos políticos tradicionales se nutren del desencanto. Seguiremos preguntando y predicando en el desierto.