Por Juana Natividad Baqué de Cubas
No es que crea que la España del siglo pasado era mejor. De lo que estoy convencida es que la España actual es mucho peor. Hace unos años una persona muy allegada me dijo “…yo preferiría ir con un carro tirado por un burrito a lo que tenemos ahora…”. Yo, en aquella época le contesté que la evolución era, no sólo necesaria sino también buena para la humanidad. Hoy en día he llegado a la conclusión de que ese comentario era muy acertado.
Nos han metido la tecnología, la mala tecnología, sólo para adormecernos, no pensar y estar obnubilados. El ciudadano de a pie está enganchado a su móvil, a su Tic-Tic, a sus redes sociales. Nadie puede hacer algo sin que todos sus contactos sepan qué va a hacer, dónde va a ir o qué ropa se ha puesto. La libertad de la que disponíamos en el siglo pasado que ibas y venías donde y cuando querías, ha desaparecido. Siempre estás localizado a través de tu móvil o tablet. La nomofobia, o adicción al móvil es un hecho. ¿Quién no ha visto o ha estado con gente, en su misma mesa, que sólo usaban el móvil desaprovechando la oportunidad de estar hablando, comentando, riendo…con sus compañeros de mesa?. A esto nos han avocado, pero la inteligencia de muchos evita que esa nomofobia esté aún más extendida. Aún recuerdo el primer móvil que tuve. Lo compartía con otra persona y sólo nos servía para llamar o recibir llamadas cuando viajábamos. El “Maps” actual lo suplíamos, perfectamente, con mapas de carretera o esos libros enormes de Campsa, donde tenías los planos de toda España y Portugal. ¡Qué tiempos aquellos!. Preguntar a la gente era lo normal cuando, tras mirar todos los mapas, te habías perdido. Pero era bonito ya que la gente interactuaba. Las comidas de toda la vida, las de cuchara fuera invierno o verano. Ahora nos meten hamburguesas, que no sabes de qué están hechas, comemos fruta que no es de temporada, lo que implica un perjuicio para nuestro cuerpo, y ahora la estrella Michelin, los insectos. “Pobres insectos”, con lo tranquilos que vivían hasta que venían a fastidiarnos con sus picaduras y molestias varias. Hemos involucionado, eso está claro.
La tecnología, la buena, la humana, es necesaria para la evolución, pero no podemos quedarnos pegados a ella. Eso es lo que han conseguido y eso es lo tremendo. Ya no se sabe escribir y, por ende, tampoco se sabe leer y comprender lo leído.
A veces me estremezco cuando tengo cualquier tipo de conversación con otra persona. Lo normal es que su nivel de cultura básica sea de menos de 100. Hay ciudadanos que no saben ni quién fue Adolfo Suárez, bueno la verdad es que no saber ese dato, a veces, es mejor.
La tecnología al servicio del hombre es buena y necesaria, pero cuando pasa a ser obsesiva tiende a convertirse en un verdadero obstáculo para la evolución natural de la raza humana. Podríamos llamarlo “la tiranía de la razón”. Están tratando de matar la evolución espiritual propia de los seres humanos. Nos tratan de eliminar a través de cualquier sistema. Todos sabemos de lo que estoy hablando, estelas, las mal llamadas vacunas, los pesticidas, las plagas de insectos, que pese a ser más o menos normales ahora son excesivas, y más y más…Y eso debido a que han eliminado sus depredadores naturales con fumigaciones y pestilencias varias.
Tanto coche eléctrico, tanta tontería. Cuando antes se te estropeaba un coche le ponías un chicle masticado o el muelle de un bolígrafo Bic, no se sabe dónde del motor, y podías tirar. Ahora si se estropea el sistema eléctrico de cualquier tipo de vehículo, el coche no tira, todo queda bloqueado y al mecánico, pero no cualquier mecánico, ha de ser uno que tenga un aparato de diagnosis. Tecnología que nos limita. Y así tantas y tantas cosas.
Acabaremos con el carro y el burrito, de seguir así. El problema es que mucha gente no tendrá ya la capacidad de poder adecuarse a lo antiguo, no a lo viejo. Yo, personalmente, estoy volviendo a lo antiguo. Es preciso recuperar el conocimientos de nuestros antepasados, porque los vamos a necesitar.
Mi querida España ya no volverá porque la han sustituido por una distopía incomprensible y aberrante, para muchos como yo.