miércoles, julio 30, 2025
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Pedro Sánchez, el mal aprendiz de Joseph Goebbels

No es para nada extraño que la realidad supere cualquier ficción en tal grado que la población queda tan obnubilada que se queda sin capacidad de reacción. Es lo que ocurre en la sociedad española, secuestrada tras una serie de eventos completamente surrealistas y carentes de sentido lógico, de acciones pecaminosas y criminales hacia los españoles, de actitudes disfrazadas por auténticos peligrosos psicópatas de turno cuyos rostros cambian, que se intercambian los roles para que los ciudadanos no puedan escapar ante el crimen contra la masa, sin consecuencias conocidas.

Los casos de corrupción constantes, los discursos infantiles y malvados del presidente de turno, que parece adiestrado para estos fines y la confusión sembrada hacen su agosto. Al final, ante abusos de poder que harían levantarse de sus camas a cualquier sujeto durante la noche, en forma de pesadilla insoportable, el ciudadano duerme el sueño de los justos. ¿Cómo es posible que estos sátrapas hagan lo que hacen y no les pase nada? Es lo que vamos a explicar, retrotrayéndonos a los tiempos de Joseph Goebbels.

Cuando examinamos lo ocurrido en el 2020 con la farsemia y toda su reguera de mentiras y crímenes de lesa humanidad, nos percatamos de la similitud existente entre lo que hacía el ministro de propaganda de Adolf Hilter y lo que hizo Pedro Sánchez, un calco exacto. De repente pasamos de ese año a la Alemania del tercer Reich. Parece ser que el nazismo fue un experimento bastante exitoso.

La técnica de Goebbels se basa en el uso de una serie de principios que, para que sean efectivos, han de ser utilizados casi al unísono, dado que lo que se busca es la uniformidad de pensamiento en la población literalmente esclavizada y sometida, un control absoluto de todos los medios y una presión tan constante como efectiva en la psique de la población. Cualquier debilitamiento en uno de los principios provoca su fracaso y es por ello que hay que ser un maestro en ese arte. Comparar a Pedro Sánchez con Joseph Goebbels es muy necesario sobre todo por el grado de inteligencia. Hitler supo como meterse en el bolsillo a gran parte de la población alemana mediante la eliminación de la pobreza, mientras nuestro Pedrito, mucho más torpe, enfermo mental e infantil, parece no importarle esas minucias, siendo lo importante conservar el poder como buen dictador que lleva en la sangre. Analizaremos cada uno de esos principios y veremos los fallos del PSOE y por qué es muy probable que Pedro Sánchez sufra por el karma diabólico que está sembrado contra sí mismo.

Aviso desde ahora que nombro Joseph Goebbels por la relevancia de sus teorías, la cuales fueron empleadas en la Rusia de Stalin, donde hubo más muertos que en el nazismo y otros regímenes como el PCch, el cubano o el venezolano, todos del mismo corte.

El primer principio, el de simplificación y enemigo único, busca encontrar un símbolo que los identifique se manea muy sencilla, sin hacer mucho ejercicio mental ni esfuerzo de ese tipo. Para Hitler eran los judíos, para Sánchez son los fachas, los de extrema derecha, los pseudo periodistas que traicionan la causa del socialismo y se dedican a esparcir mentiras sobre lo maravillosas que son las políticas de Sánchez. Para que este principio funcione es necesario que no haya evidencias de ningún tipo y que el discurso quede cerrado. Actualmente, gracias a las redes sociales y a que cada vez menos personas se informan en las televisiones oficiales, el efecto de cada mensaje de este tipo por parte del gobierno surte el efecto opuesto.

El segundo principio, el de contagio, consiste en reunir a todos los enemigos en un solo grupo. Goebbels creó el grupo de enemigos de la patria alemana, siendo que todo aquél que se opusiera a la voluntad del Führer fuese considerado peligroso, incluso si se oponía a la moral del nazismo. Gente de izquierda, homosexuales, judíos, personas de dudosa obediencia, de rasgos fasciales no precisamente arios, se metían en el mismo saco. En el caso de España es algo más complicado pues la ley permite que estos sujetos actúen y jodan al gobierno de manera muy repetida, siendo la censura insuficiente para ponerles un stop. Otro punto débil más.

El principio de transposición, consistente en proyectar en el mismo los propios defectos de manera clara, fue bien empleado por Goebbels como sujetos no conscientes, no solidarios y con actitudes muy peligrosas para el resto de la sociedad. Este principio es empleado por el gobierno en las sesiones de control cuando repiten el mismo argumento cuando la oposición le pregunta al gobierno por los casos de corrupción, incluso con pruebas documentales y se dedican a encender el ventilador para echar su mierda al del al lado. Lo malo de ello se que ya no cuela y más bien parecen dar risa por sus respuestas, gestos fingidos, chulescos y hasta mafiosos y amenazantes, sino fuera porque están al mando el poder ejecutivo y controlan casi todas las instituciones públicas del estado, salvo la justicia.

El principio de exageración, consistente en dar una importancia impresionante a un hecho nimio o inexistente, fue recientemente empleado cuando tanto miembros del gobierno como Silvia Intxaurrondo se hicieron eco de que ciertos miembros de la UCO querían poner una bomba lapa debajo del coche de Pedro Sánchez. Finalmente, el bulo no duró mucho pues se supo que eran precisamente los de esa organización investigadora de guardia civil los que temían que el gobierno hiciera eso con ellos. Un fallo garrafal que las pasará factura.

El principio de orquestación, consistente en la repetición de ideas muy simples desde distintas perspectivas, de modo que quedan ancladas en la mente de los ciudadanos, es algo que supieron hacer los nazis desde 1933 siguiendo un guion preestablecido y muy estudiado. Por el contrario, el desorden del proceso de imposición por parte de Sánchez, no exento de desesperación, inseguridad, obsesión por la imposición del miedo y la amenaza de manera muy velada y en muchos casos infructuosa ha hecho que tales mensajes no hayan fraguado en la mente de muchos españoles.

Para que ello sea posible es necesario el principio de renovación, mediante la presentación de dicha información de muchos modos, de modo que el sujeto se olvida de lo anterior. Por ejemplo, el caso de Leire Díez y sus audios parecen olvidarse con la imputación del secretario del PSOE, razón por la que Sánchez ha pedido perdón a los españoles. Es así como el gobierno consigue así tapar sus escándalos y hacer que la gente los olvide. Ya están demasiado ocupados en su cada vez más complicado día a día como para investigar todos los desmanes criminales de esta secta.

El de verosimilitud consiste en construir la información anterior en base a datos y fuentes muy diversos que la gente sepa identificar como cierta. Mientras Goebbels fue un gran maestro, Pedro Sánchez no tiene capacidad para ello ni su equipo, montando sólo ideas burdas sin explicar de dónde se las saca, porque o hace por desesperación.

El de silenciación es de todo conocido es la censura pura y dura, consistente en impedir que nadie del grupo enemigo pueda expresarse. ¿Puede Pedro Sánchez impedir que la UCO lance su justificado fango ante al Palacio de la Moncloa? Hasta ahora no lo consigue y cada vez es más difícil que los del PSOE tapen sus crímenes y vergüenzas.

El de transfusión necesita del odio, por ejemplo, el desprecio hacia los judíos que lleva en Europa tanto tiempo que emplear este recurso no sea tan complicado. Sin embargo, en el caso de Pedro Sánchez el odio hacia la derecha es algo mucho más complicado pues los españoles han vivido en una supuesta y fingida democracia durante años donde tanto izquierdas o derechas vendrían a ser lo mismo. Implementar una nueva neuroprogramación social en ese sentido ya no es tan sencillo.

Por último, el de unanimidad establece que hay que hacer creer a la gente que el resto de las personas piensa como ellos, algo no muy complicado para Goebbels, pero no tanto para Pedro Sánchez, al partir de una sociedad muy tolerante y plural. Tal vez lo logren en sus círculos más cerrados del PSOE o del gobierno, pero no mucho más allá.

Por todo ello, afortunadamente, los fallos de gobierno de España hacen que, en primer lugar, su discurso no sea creíble, que la sociedad los vea como una especie de secta que desea imponerles una suerte de dictadura o pensamiento único, y que, por ende, cuando emplean estos principios, logran el efecto rebote: insultos como hijo de puta, incluso sin razón alguna, pitidos y otros comportamientos que hacen que el presidente ya no pise la calle.

Sólo falta la adecuada presión social para decirle a la cara a este sátrapa que sabemos quién es y no nos engaña con esa carita de yo no fui o yo sabía, como en la reciente rueda de prensa en Ferraz, perder el miedo y enfrentarlo directamente. Tal vez así acabe esta pesadilla para siempre llamada Pedro Sánchez.

 

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