Por Alfonso de la Vega
La noticia, ¿otra gratuita provocación a España de la Corona? es la concesión del premio Princesa de Asturias de la concordia al Museo Antropológico de Méjico. Un lugar muy curioso e interesante y con una arquitectura espectacular desde luego, pero también una crítica a la Hispanidad. Una sectaria reivindicación indigenista de los horrores precolombinos promocionada por el dictador Porfirio Díaz que ignoro qué tiene que ver con una supuesta concordia o si constituye una encubierta petición de perdón como nos han exigido los corruptos colegas de allí. Habrá que ver cómo nuestra audaz heroica argonauta defiende tal despropósito en su sermoncito de entrega.
Una de las formas actuales de combatir a España y sus referencias históricas es el indigenismo como falaz mito de idílico adanismo contra la civilización occidental. Disfrutamos de un indigenista ministro de la Corona, indígena catalán por más señas. En efecto, nos ataca un indigenismo hostil, una deformación histórica interesada para promover sus devastadores fines, jaleado por globalistas financieros sionistas, curas trabucaires, comunistas, echacuervos y arrebatacapas. Que curiosamente acusa a España de barbaridades sin darse cuenta que si la colonización de la hoy Hispanoamérica la hubieran perpetrado los anglosajones los pocos indígenas que no hubieran sido exterminados estarían en jaulas para solaz de turistas gringos o como carne de cañón de los experimentos genéticos de Monsanto o de la CIA.
En realidad, el tema del indigenismo anti español no se suscribe solo a América. Aquí, el gobierno de Su Majestad impulsa una visión tergiversadora y demagógica. En cierto modo otra segunda parte o sesión del proceso de desmembramiento nacional ya padecido cuando el imperialismo anglosajón y sus instrumentos consiguieron desmembrar los virreinatos de España. Al principio el anti-españolismo era cosa de criollos más que de indígenas o mestizos. O de comunistas más o menos opulentos o narcotraficantes como ahora. Los indígenas y mestizos lucharon por el rey. En realidad no eran tontos y sabían bien quienes les protegían y les posibilitaban una vida relativamente próspera.
Con carácter general la independencia americana resultaría una catástrofe para indígenas y mestizos, con gran pérdida de rentas y protección social. Así como la causa de una fragmentación en repúblicas clasistas, ineficaces, corruptas, presa fácil del gigante norteño. Poco tiempo después de la independencia promovida por un grupo de oligarcas y aventureros al servicio del Imperio británico, las cosas se estropearon de forma fulminante. El moderno Méjico independiente, hoy un estado fallido, pronto demostraría su incompetencia y perdería enseguida buena parte del antiguo territorio de Nueva España a manos de los hipócritas y oportunistas invasores gringos.
Cabe recurrir a un autor poco sospechoso como Salvador de Madariaga sobre el problema de Méjico en relación a España y su Cultura. Decía el ilustre intelectual, diplomático y ex ministro republicano en sus Memorias:
“El peligro en Méjico se agrava por el abierto antihispanismo de no pocos intelectuales, tan irracional que muchos son entre ellos los que se identifican con Montezuma y hasta con Cuautemoc antes de sentir con Cortés…. Todo ello va envuelto en cierta hipocresía más o menos consciente. Los aspectos más repulsivos de la cultura azteca- el abrirles el pecho a las víctimas y arrancarles el corazón para ofrecerlo aún palpitante al dios antropófago, los banquetes más o menos rituales de carne humana se esfuman y esconden cuando no se niegan-. Las piedras de sacrificio se exhiben pero no se describen. La historia se adapta al modelo antiespañol…Pero Méjico no llega a cuajar como nación una y fuerte porque niega a su padre. Méjico es una creación de Cortés, pero los mejicanitos no reciben en la escuela más que grotescas deformaciones de lo que fue la conquista fundadas en que aquellos conquistadores reviven en estos españoles, siendo así que aquellos conquistadores viven hoy en la parte blanca de la sangre del mejicano de hoy; por lo cual la enseñanza (¿?) insensata que se les da solo tiene por fruto la guerra perpetua que, en la sangre, lleva Méjico.
Cuando publiqué en Méjico y en Madrid (1972) un artículo sobre la verdadera fundación de Méjico, exponiendo estas ideas, recibí de un joven mejicano una carta indignada echándome en cara que yo diera por padre de Méjico a Hernán Cortés, que era un extranjero. Firmaba dos apellidos tan castellanos como Gómez Fernández. Le contesté que leyera el artículo primero antes de escribir tales disparates porque él no se llamaba Chichimecatecutli, sino Gómez Fernández, de modo que sin Cortés, ni siquiera existiría.”
Lamentablemente, esta visión deformada la difunde también aquí el falaz gobierno de Su Majestad. Méjico ha venido a resultar un estado casi fallido cuyo germen acaso ya se encontraba desde que interrumpiera la ingente labor civilizadora de España. Si en aquí, según sostiene Gonzalo Fernández de la Mora en ensayo famoso, uno de los grandes lastres y dramas nacionales es lo que llamaba la envidia igualitaria, tan astuta y lucrativamente explotado por las repugnantes zurdas locales, allí la cuestión de hispanofobia posee un componente racial, y en cierto modo racista: el del mestizaje y su envidia del blanco. Esa guerra en la propia sangre a la que se refería Madariaga.
Llama la atención que muchos mejicanos actuales, con nombres y apellidos de origen español, se identifiquen aún con los aztecas, «la sociedad más monstruosa de todos los tiempos«, según Antonio Escohotado. Una tribu genocida, que perpetraba innumerables sacrificios humanos incluidos de niños pequeños, felizmente derrotada en Otumba para el bien de la Humanidad .Una gente que ni siquiera era autóctona de Méjico como otras a los que había sojuzgado gracias a su salvajismo, ferocidad y crueldad. Los aztecas procedentes del NO de América habían protagonizado un éxodo similar al de los judíos en busca de la tierra prometida dos o tres siglos antes de la feliz llegada de nuestros gloriosos antepasados con el gran estratega y genio militar Hernán Cortés a la cabeza.
Valencia puede seguir esperando. Con el régimen actual no necesitamos más enemigos.