Por Alfonso de la Vega
Cuando era niño visitaba con mis padres la llamada Feria del Campo, una excelente oportunidad para el lucimiento regional y, en mi caso, degustar previo pelado una dulce caña de azúcar llevada desde la vega de Motril o ricos bastones de caramelo de Mora de Toledo. En cambio, nunca fui a la llamada Demostración sindical que en homenaje al caudillo se celebraba en el estadio Bernabeu, lleno hasta los topes por un público entusiasta que no le dejaba de vitorear y aclamar mientras coros y danzas regionales ponían su sabor particular.
Me lo ha recordado la folclórica demostración regional, un remedo de la asamblea de la ONU en diminuto, no prevista en el artículo 153 de la constitución pero magnífica ocasión para que los caciques de las variopintas taifas luzcan sus mejores vestimentas folclóricas y mañas presupuestarias arrebatacapas. Uno disfrazado de noble baturro, “chufla, chufla, que como no te apartes tú”. Otro de vaqueiro de alzada que hace pinitos con el rústico bable. Otro disfrazado de fantasmón blanco como el siniestro imán moruno Blas Infante, padre y madre de la falsaria Matria andaluza. Estaba la pepera progre acomplejada extremeña que en algo se debe notar que ha estudiado con provecho en pío colegio de monjas. Un camarada algo protestón o levantisco pero de boquilla, ya se sabe que “perro ladrador, poco mordedor”. Y así hasta docena y media poco más o menos.
Pero lo más pintoresco es cuando unos paletos desaprensivos se han puesto a hablar en dialecto. En el caso del secuaz actual del piadoso orate Arana, en una variante tuneada de la maketa lengua bereber pasada por verdes valles y caseríos. Y el anfitrión, en puro dialecto del valenciano, propio de algunos ribereños del reino de Aragón. Con la permisividad real y de la hinchada del PP, Illa el de la mascarilla, ha afirmado que «el catalán es una lengua de todos» y se ha quedado tan fresco. Para colmo y dado que el sarao se celebraba en Barcelona demostraba su sectarismo y mala educación como anfitrión. Un «trágala perro», ante un risueño y feliz monarca. Rueda empezó en su sermón en gallego transgénico para presumir de que ellos también tienen lengua propia pero para enseguida pasar al español.
Para mejor despilfarrar el dinero saqueado al contribuyente con la ventaja adicional de humillar a los españoles honrados se emplean pinganillos de traducción simultánea. Un dispendio, una provocación y una burla. Una de las asistentes por lo menos tuvo la dignidad de decir mientras se salía de la encerrona que el pinganillo se lo pusiera su padre. Estaban en España y la constitución que todos han jurado cumplir y hacer cumplir explica que “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla”. De modo que si estos abusones lugareños vendepatrias no la usan es por su soberbia, bellaquería, mala educación, ganas de dar por saco y pillar mejor mediante suculento arancel lingüístico.
Como no podía ser menos el sarao que otros califican de aquelarre estaba presidido por Su Majestad que no pierde ocasión de meterse en cuantos charcos sucios le permiten. Don Felipe nos ha demostrado que se contenta con poco y ese papelón disimulando la pepitoria de España, haciendo como que pega el jarrón previamente hecho a añicos por sus instituciones, a su entender le hace parecer importante. La triste realidad por desgracia es que después de medio siglo de Monarquía, gracias a la chapuza constitucional, pero sobre todo al desempeño de las instituciones borbónicas, España está rota y lo de la conferencia además de no ser constitucional no puede hacer de compensatoria fuerza centrípeta. Es completamente superflua salvo la utilidad de expresar a las claras el oneroso ridículo actual de la Monarquía filipina pues para gastar dinero en tenderetes territoriales inútiles ya disponemos del Senado, que además cuenta con piscina y todo, para mayor comodidad y servicio de los sufridos servidores de la patria menguante.
El falsario ha anunciado que «él sigue» por lo que como, el Dante antes de entrar en el infierno, debemos perder toda esperanza.
También existiría otra utilidad, el expresar de modo patente la superchería del régimen y desde luego de la que hace gala el hipócrita partido de Feijoo. Este viernes los populares van como mansos corderitos balando bajito al redil para ser esquilados siguiendo arreos de rabadanes y perros guardianes. El domingo el jefe tiene la cara dura de invitar al idiota populacho posible votante a que tome la Bastilla porque esto en verdad no se puede aguantar ¿En qué quedamos, don Alberto?