domingo, junio 15, 2025
InicioOpiniónEditoresLa acertada reflexión sobre el indisimulado agendismo militante de Felipe VI: "Lo...

La acertada reflexión sobre el indisimulado agendismo militante de Felipe VI: «Lo confieso: soy tronovacantista»

El discurso del Rey Felipe VI en la ceremonia de entrega del Premio Carlomagno en Aquisgrán el pasado 29 de mayo ha desatado una oleada de críticas en España, particularmente en las redes sociales. En su intervención, el monarca calificó de «peligrosas y equivocadas» las voces que defienden la soberanía nacional por encima de la unidad europea, un posicionamiento que muchos consideran escandaloso dada su condición de Rey de España. ¿Es compatible criticar los nacionalismos siendo el jefe del Estado de una nación? ¿Es malo defender la patria española?

En su discurso, Felipe VI instó a confrontar las «voces peligrosas y equivocadas» que argumentan que los europeos serán más libres, independientes y soberanos si viven en comunidades políticas separadas y enfrentan solos los desafíos globales. Estas palabras, pronunciadas en un evento que también premió a Ursula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea, reflejan un claro apoyo a la integración europea y a una visión globalista. Sin embargo, para muchos españoles, este mensaje contradice el papel tradicional del monarca como garante de la unidad y los intereses nacionales.

La ceremonia en Aquisgrán, un símbolo de la unidad europea, reunió a líderes que abogan por una Europa más independiente y cohesionada. Sin embargo, el alineamiento del Rey con von der Leyen, una figura envuelta en polémicas por presuntos casos de corrupción relacionados con contratos de vacunas Pfizer durante la pandemia de COVID-19, ha sido percibido como un respaldo a una peligrosa élite globalista. Este posicionamiento no solo ha generado desconcierto, sino también indignación, especialmente en un momento en que España se enfrenta a desafíos internos como la polarización política y la recuperación económica.

La crítica del Rey a los nacionalismos es otra traición más de este sujeto a la patria española. En un país con una historia marcada por tensiones regionales, como el separatismo catalán, el papel del monarca ha sido tradicionalmente visto como unificador. Sin embargo, al alinearse con una narrativa que prioriza la unidad europea sobre la soberanía nacional, Felipe VI parece distanciarse de aquellos que ven en el nacionalismo una defensa legítima de la identidad y los intereses españoles.

La pregunta que surge es inevitable: ¿es malo defender la patria española? Para muchos ciudadanos, la respuesta es un rotundo no. El nacionalismo, en su forma más pura, no es sinónimo de exclusión o xenofobia, sino de amor por la tierra, la cultura y las tradiciones. Criticar este sentimiento, especialmente desde la posición del Rey, se tiene que percibir ya como un desprecio a los valores que muchos españoles consideran fundamentales, incluso por parte de sus más furibundos y despistados defensores. Este posicionamiento no solo aliena a sectores nacionalistas, sino también a aquellos que, sin ser extremistas, valoran la soberanía nacional frente a la globalización.

Sirva esta acertadísima reflexión como ejemplo de cuáles son nuestros sentimientos actuales hacia Felipe VI:

«Lo confieso: soy tronovacantista.

Felipe de Borbón, o sea, el funcionario que habita en la Zarzuela, ha alertado de las «voces peligrosas y equivocadas», a saber, las patrióticas, que son antieuropeístas. Según dice él, a estas voces hay que desafiarlas y confrontarlas.

La bruja de Ursula von der Leyen seguro que está muy orgullosa de esta actitud tan servil, puesto que resulta cada vez más evidente que el funcionario Borbón está más al servicio de los espurios intereses europeístas y globalistas que del bien común de España.

Sin embargo, el Funcionario cuenta con el fervor de los patrioteros zarzueleros, que aplauden, cual chimpancés, todo lo que hace y dice, demostrando una horripilante ausencia de espíritu crítico o juicio de discernimiento. Éstos son los mismos que enarbolan simultáneamente las banderas española y europea, sin advertir de su intrínseca incompatibilidad. Además, estos palmeros patrioteros, pese a lucir pulseritas rojigualdas y cantar «yo soy español, español», al mismo tiempo terminan negando la esencia católica de España y de la Hispanidad o las Españas.

Al verdadero patriota debería dolerle tener a este funcionario en la Zarzuela. No voy a discutir aquí acerca de su supuesta legitimidad de origen; éste es un debate interminable. Ahora bien, lo que tengo muy claro es que este señor no tiene legitimidad de ejercicio.

Como yo, son muchos los que quieren una monarquía católica en España, o sea, el gobierno católico de uno, independientemente de que este uno esté o no coronado. Lo más importante es que el monarca sirva primeramente a Dios y, en segundo lugar, al pueblo español, para llevarlo a Dios.

De momento, para mí y muchos otros, el trono español sigue vacante»

EsDiestro
Es Diestro. Opinión en Libertad
Artículo relacionados

Entradas recientes