La comparecencia en rueda de prensa de Leire Díez, exmilitante del PSOE y conocida como la «fontanera» del partido, ha sido escenario de un episodio sin precedentes que ha puesto en evidencia las tensiones internas y las luchas de poder dentro de las filas socialistas. La irrupción inesperada de Víctor de Aldama, presunto comisionista de la trama Koldo, ha transformado lo que se preveía como un intento de esclarecimiento en un caos mediático, revelando una guerra abierta en las cloacas del PSOE.
Leire Díez, cuya figura saltó a la palestra tras la filtración de audios en los que supuestamente realizaba gestiones contra mandos de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, convocó una rueda de prensa en el Hotel Novotel de Madrid para ofrecer su versión de los hechos. La exconcejal socialista, que había solicitado previamente su baja como afiliada del PSOE, buscaba despejar dudas sobre su implicación en las actividades presuntamente ilícitas y desvincularse de las acusaciones de corrupción.
Sin embargo, su comparecencia, programada para las 10:00 horas, tomó un giro inesperado cuando Víctor de Aldama hizo su entrada por sorpresa. Aldama, vinculado a la trama de corrupción conocida como «Koldo case», irrumpió en la sala provocando un revuelo entre los periodistas presentes y frustrando lo que Díez había planeado como un ejercicio de control de daños.
Antes de la irrupción de Aldama, Leire Díez intentó establecer su narrativa. En su intervención, negó categóricamente ser una «fontanera» del PSOE y rechazó las acusaciones de haber actuado en nombre del partido. «No soy ni fontanera, ni cobarde», afirmó con vehemencia, insistiendo en que sus acciones eran personales y no respondían a ninguna directriz partidista. Además, anunció su intención de colaborar con la Fiscalía, ofreciendo pactos para esclarecer la situación, en un aparente intento por desvincularse de las responsabilidades legales.
Díez también se refirió a los audios filtrados, argumentando que habían sido manipulados y sacados de contexto. «No he hecho nada ilegal, y estoy aquí para demostrarlo», declaró, aunque evitó responder a preguntas directas de la prensa, limitándose a leer una declaración preparada.
La aparición de Víctor de Aldama cambió radicalmente el curso de los eventos. Según informaciones de Onda Cero Radio, Aldama irrumpió en la sala gritando: «Es una sinvergüenza. Se está riendo de todo el mundo». Su entrada provocó un caos inmediato, con periodistas y cámaras tratando de capturar el momento mientras Aldama acusaba a Díez de montar una «farsa» para encubrir la corrupción dentro del PSOE.
Aldama, conocido por su papel en la trama Koldo, que involucra supuestos sobornos y comisiones ilegales durante la pandemia, aprovechó la oportunidad para arremeter contra Díez y, por extensión, contra el partido. «Esto no es más que un circo para desviar la atención de la verdadera corrupción», afirmó, sugiriendo que Díez era parte de una estrategia mayor para proteger a figuras clave del PSOE.
La irrupción de Aldama no solo frustró la comparecencia de Díez, sino que también exacerbó las tensiones dentro del PSOE. El partido, que ya estaba lidiando con las repercusiones de los audios de Díez y la trama Koldo, se vio nuevamente en el centro de la polémica. Fuentes internas del PSOE indicaron que la dirección del partido estaba «profundamente decepcionada» con el comportamiento de ambos, aunque no emitieron declaraciones oficiales al respecto.
Por su parte, el PP anunció su intención de denunciar a Leire Díez ante la Fiscalía Anticorrupción, acusándola de participar en una «guerra sucia» orquestada por el PSOE y sus «satélites». Esta decisión refleja la polarización política en España y la utilización de los escándalos de corrupción como arma en la confrontación entre partidos.
La estrategia de Díez de desvincularse del PSOE y ofrecer pactos con la Fiscalía puede interpretarse como un intento de minimizar el daño, pero la intervención de Aldama ha complicado aún más la situación. Sus acusaciones directas y su presencia física en la sala han añadido una capa de dramatismo que dificulta cualquier intento de control de la narrativa por parte de Díez o del partido.