Robert Prevost o León XIV es el nuevo ejecutor de la agenda 2045 en el Vaticano, organización que ha dejado de ser el núcleo del catolicismo y para ser el de los guías de la aceptación de los principios de tal agenda como de signo espiritual o de origen divino. No es igual que nos vendan las ideas del cambio climático, el LGTBI, el aborto, el feminismo, el uso de energías renovables, la vacunación obligatoria, la censura de prensa y de pensamiento o la instauración de la dictadura afín como órdenes políticas, a que lo hagan como lo hizo el papa Francisco señalando que ponerse la inyección era un acto de amor por el prójimo, una forma perfecta de introducir estas ideologías en el mundo religioso del individuo sin que éste renuncie a sus principios. Simplemente se trata de cambiar figuras, del mismo modo que se sustituyó la pacha mama inca por la Virgen María y así se hizo la conquista religiosa en el imperio inca. Es muy difícil que la gente cambie sus ideas, pero no lo es redirigirlas hacia el punto deseado o que, mejor dicho, conviene.
Robert Prevost se vio envuelto en un caso de abuso sexual en Perú, siendo obispo de Chiclayo, con respecto a las denuncias presentadas por dos mujeres contra dos servidores de Cristo, frente a lo cual no hizo nada y estos empleados católicos siguieron en sus puestos como si tal cosa, siendo que uno de ellos confesó su culpabilidad cuando el caso ya estaba prescrito y no había posible castigo, un proceder muy común dentro de la iglesia, incluso con los casos de pedofilia.
Este hecho, se suma a otro muy llamativo porque el papa Francisco lo convocó en 2024 para presidir al órgano vaticano que se encargaría de nombrar a los obispos del próximo cónclave, es decir que asesoró al antiguo pontífice para que escogiera los 130 cardenales que, oh sorpresa, lo hicieron papa León XIV. Es de suponer que Francisco viese en él una seguridad en la continuidad de su labor, en un momento en el que veía venir su muerte y sería muy bueno que fuese precisamente él el heredero del encargo.
La voluntad política de la masonería, presente en Roma como el tuétano, se impone porque la doctrina católica ya no es posesión de la voluntad de Dios, el cual ha quedado desterrado y sustituido por el maligno que tanto niegan y porque son muchos los intereses y beneficios, sobre todo personales, en quienes aceptan ese tipo de encargos no precisamente cristianos. Justo en un momento en el que Trump llega a la presidencia de los EEUU y en el que la batalla de bloques parece debilitar a la globalista y agendista Europa, momento en el que se necesita un soldadito más para oponerse a los intentos de Trump, considerados marcadamente hostiles.
El uso del Vaticano es un paso inaudito, dado que se trata de emplear una institución religiosa con varios objetivos: primero crear una conciencia religiosa sobre el nuevo orden mundial, que pasaría a ser como una especie de mandato sagrado, segundo, convertir a Roma en el centro de la gestión ideológica de la agenda 2030, siguiendo su tradición de imperio. No olvidemos que los papas son los que heredan el poder de los antiguos emperadores desde finales siglo IV cuando Teodosio I, a fines de esa centuria, decidió que lo mejor sería establecer el cristianismo, aunque fue Constantino I quien lo legalizó a través del histórico Concilio de Nicea el año 325. Desde entonces la religión católica fue iglesia y política, desde entonces sus principios fueron olvidados, con todo lo que ello supone.
Se desconoce exactamente el volumen de las falsas estrategias del nuevo papa o heredero del trono imperial de Roma, todo lleno de secretos, de buenas palabras, de liturgias y misas que sirven para disimular el verdadero objetivo de la mejor manera posible, aunque se sabe de la defensa de la teoría del cambio climático, detrás del cual se encuentra toda la industria de la geoingeniería que se lleva desarrollando desde hace décadas, por parte de León XIV. No creo que se oponga de manera frontal a estos planes dictatoriales de un solo gobierno mundial dirigido por Naciones Unidas, alegando los principios socialistas de León XIII. La idea de su bula Rerum Novarum donde se estipula el control de muchos pobres en el marco del control de gente muy rica se relaciona mucho con la idea del victimismo de la ideología de la izquierda, muy influenciada por Karl Marx, todo ello sin apoyar abiertamente al socialismo ni a los regímenes liberales, toda una contradicción, pues no se puede, por un lado, considerar términos influidos por la izquierda y, por otro, considerarla ilusoria. Algo falla en ese razonamiento. De hecho, el apoyo disimulado por Maduro o de Cuba, donde Francisco hizo una visita, son buenos ejemplos de cómo el pensamiento socialista ha hecho mella en el Vaticano.
Desconocemos sus acciones, pero sí sabemos que criticará a Trump de manera severa, como cuando lo hizo a la hora de ejecutar su política migratoria de expulsión por exceso de ilegales durante el mandato de Biden, algo que no consideró en sus comentarios en X, donde tiene una cuenta y otras ocurrencias. Lo que está claro es que León XIV es la fachada de un nuevo títere puesto por la masonería luciferina, como son todos los que dirigen las corporaciones económicas que llamamos países u organizaciones supranacionales como la Unión Europea, no nos engañemos ni permitamos que lo hagan con nosotros.
Ya lo dijo Bonifacio VIII en su bula Unam Sanctam de 1302, uno de los principios sagrados del derecho canónico, al considerarse como salvador del mundo y heredero de la tarea de Noe y del arca: aquéllos que no sea merecedores de salvación morirán en la furia de las aguas. ¿Dónde está Dios, el amor, el compromiso de cumplir con la voluntad de cumplir con el deseo de Cristo por la humanidad? ¿Adónde quedó el voto de pobreza? León XIV será un excelente servidor de sus amos y de los planes establecidos en los protocolos de los Sabios de Sion, con un nombre tan rimbombante y falso como sus palabras.
Sería un placer equivocarme pero, desgraciadamente, los líderes de todos los partidos parlamentarios españoles están controlados ya por la judeomasonada luciferina