El fallecimiento de José «Pepe» Mujica el 12 de mayo de 2025, a los 89 años, ha reavivado un intenso debate sobre su vida y legado. Para algunos, Mujica fue un símbolo de humildad y un ícono de la izquierda latinoamericana; para otros, un exguerrillero cuya participación en actos violentos marcó un capítulo oscuro en la historia de Uruguay. Un hilo en la red social X, publicado por Mónica Saade (@MonicaSaadeX), analiza sin filtros la trayectoria de Mujica, desde su pasado como miembro activo del grupo terrorista Tupamaros hasta su presidencia entre 2010 y 2015.
🧵Quién fue realmente José “Pepe” Mujica?
Murió a los 89 años, y muchos lo recuerdan como un “líder austero” o “símbolo de la izquierda”.
Pero la historia de Mujica tiene un lado crudo que no se debe romantizar. pic.twitter.com/RdUmVUyNRS
— Mónica Saade (@MonicaSaadeX) May 13, 2025
José Mujica nació el 20 de mayo de 1935 en Montevideo, Uruguay. Desde joven se involucró en la izquierda radical y, en la década de 1960, se unió al Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, un grupo guerrillero urbano de inspiración marxista-leninista que buscaba instaurar un estado socialista mediante la lucha armada, influenciados por la Revolución Cubana. Los Tupamaros no eran un movimiento pacífico: llevaron a cabo robos a bancos, atentados con explosivos, secuestros, extorsiones y asesinatos. Mujica participó directamente en asaltos armados y enfrentamientos con la policía, lo que lo llevó a ser herido y arrestado en varias ocasiones.
Uno de los crímenes más recordados de los Tupamaros fue el asesinato del peón rural Pascasio Báez en 1971. Báez, un trabajador de 46 años, descubrió por accidente una «tatucera» (escondite subterráneo) del grupo mientras buscaba un caballo en el campo. Los guerrilleros, temiendo que los delatara, lo secuestraron, torturaron y finalmente lo enterraron vivo. Este hecho conmocionó a la sociedad uruguaya y se convirtió en un símbolo de la violencia insurgente de la época. Mujica, como miembro activo del movimiento durante ese período, estuvo vinculado a esta etapa de terror.
Mujica fue detenido en 1972 tras varios intentos de fuga, incluyendo una célebre evasión en 1971 del penal de Punta Carretas, donde más de 100 tupamaros escaparon a través de un túnel que conectaba la prisión con una casa cercana. Sin embargo, fue recapturado y pasó 13 años en prisión, muchos de ellos en condiciones de aislamiento extremo, lo que sus seguidores han utilizado para presentarlo como una «víctima del sistema». Durante este período, Uruguay enfrentó una escalada de violencia interna, en parte alimentada por las acciones de los Tupamaros, que sirvieron de pretexto para el golpe militar de 1973. Este golpe marcó el inicio de una dictadura que se extendió hasta 1985, dejando profundas heridas en el país.
Tras la restauración de la democracia en 1985, Mujica fue liberado bajo una ley de amnistía que abarcaba crímenes políticos cometidos desde 1962. Abandonó parcialmente la lucha armada y se integró a la política, uniéndose al Movimiento de Participación Popular y, posteriormente, a la coalición de izquierda Frente Amplio. En 2005 fue nombrado ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, y en 2010 asumió la presidencia de Uruguay, cargo que ocupó hasta 2015.
Durante su mandato, Mujica se ganó la admiración internacional por su estilo de vida austero: vivía en una modesta chacra, conducía un viejo Volkswagen Escarabajo y donaba la mayor parte de su salario a causas sociales, lo que le valió el apodo de «el presidente más humilde del mundo». Implementó reformas progresistas que marcaron su gestión, como la legalización de la marihuana, el aborto y el matrimonio igualitario, medidas que le ganaron el apoyo de la izquierda global, pero que generaron una profunda división en la sociedad uruguaya.
A pesar de su imagen de líder sencillo, el pasado de Mujica como guerrillero sigue siendo una herida abierta para muchos uruguayos. Mónica Saade, en su hilo de X, subraya que Mujica nunca mostró arrepentimiento por su participación en los actos violentos de los Tupamaros, lo que ha llevado a críticos a calificarlo como un «terrorista» más que como un héroe. Saade argumenta que romantizar su figura es una falta de respeto hacia las víctimas de la violencia tupamara, como Pascasio Báez y tantas otras familias que sufrieron durante esa época turbulenta.
El impacto de los Tupamaros no se limitó a sus acciones directas: su campaña de terror contribuyó a la inestabilidad que facilitó el golpe militar de 1973, desatando un ciclo de represión que marcó a generaciones. Saade insiste en la importancia de recordar la historia completa de Mujica, sin caer en una memoria selectiva que ignore el dolor causado por el extremismo y la violencia en los que participó.
José «Pepe» Mujica murió el 12 de mayo de 2025, dejando tras de sí un legado profundamente polarizante. Fue un campesino austero, un presidente progresista, pero también un exguerrillero que formó parte de un capítulo oscuro de Hispanoamérica.
Esta es una táctica globalista impuesta mafiosamente: Se está blanqueando y glorificando al terrorismo marxista contra el pueblo. En España también han elevado a ETA y Terra Iure a los altares masónicos del Parlamento, al tiempo que han demonificado a Franco a pesar de lo evidente de su magna obra pro española. Ellos son los que vienen escribiendo la historia desde hace al menos dos siglos y toda la manipulada borregada se lo traga con su sectario acto de fe en el que ellos denominan «progreso». Lo irracional ha sido encumbrado para mayor y definitiva ganancia de los dueños del FMI
Bravo…