Por Alfonso de la Vega
Con motivo de la enfermedad de Bergoglio y su ingreso hospitalario se han puesto otra vez de moda las profecías sobre los papas, así las de Nostradamus o San Malaquías, o las más recientes de La Salette, Fátima o Garabandal.
El fascinante asunto de la profecía ha sido tratado ya desde la Biblia. Entre nosotros, el arcediano de Cuellar don Juan de Orozco y Covarrubias dio a la imprenta segoviana de Juan de la Cuesta allá por el año 1588 su Tratado de la verdadera y falsa prophecia. Otros autores célebres fueron los jesuitas Martín del Río, Francisco Torreblanca Villalpando o Gaspar Schotto, discípulo de Athanasius Kircher. Desde una perspectiva racionalista el Padre Feijoo aborda en el segundo tomo de su Teatro Crítico Universal, edición de 784, una breve historia de profetas y oráculos con su relación con las “artes divinatorias” achacándolo con carácter general a supersticiones del vulgo o interesadas granjerías de sus agentes. Los científicos e investigadores a partir del siglo XIX lo consideran una forma del fenómeno metapsíquico de la criptestesia.
En especial se suele citar la profecía atribuida a san Malaquías. El P. Feijoo la comenta en su libro. Los últimos papas de la relación serían Flos florum, la flor de las flores; de medietate lunae, de la mitad de la luna; de labore solis, del trabajo del sol; y por último de gloria olivae que significa de la gloria de la oliva y se correspondería con Benedicto XVI. Aquí terminaría la relación atribuida a San Malaquias, como se ve no figura Bergoglio ¿quizás por ser un impostor o falso papa? El P. Feijoo explica que “acaban estas profecías con la siguiente cláusula que pongo traducida al castellano: en la última persecución de la Santa Iglesia Romana ocupará la Silla Pedro Romano, que dará pasto a sus ovejas, padeciendo muchas tribulaciones; pasadas las quales, la ciudad de siete montes (Roma) será desruida, y el tremendo Juez vendrá juzgar a su pueblo.”
El texto avisaría de un gran desastre. Sea como sea habría otras profecías más recientes y con gran interés conceptual o teológico. Me refiero a las presuntas revelaciones marianas o profecías de Fátima y Garabandal.
Con la enemiga declarada del materialismo político y periodístico de la época que las consideraba una impostura fraudulenta, la postura de la Iglesia sobre las apariciones y declaraciones de Fátima nunca ha sido del todo clara. Cuando al final se decidió a darlas por buenas unos años después comprendió que más allá de los inquietantes o enigmáticos aspectos puramente epistemológicos que presentan este tipo de fenómenos, los llamados secretos presuntamente revelados por la Virgen María pudieran ser muy inoportunos e inconvenientes cuando no decididamente descalificadores para la Iglesia del Concilio Vaticano II y sus consecuencias.
Aunque se trate de un tema muy controvertido, al parecer el llamado Tercer Secreto de Fátima que debiera haber sido abierto y hecho público precisamente en 1960 explicaba que: “La raza humana ha pecado y ha pisoteado el don que le fuera concedido. El orden no reina en ningún lugar. Satanás ha alcanzado los lugares más altos y decide el curso de los acontecimientos. Logrará seducir a la Iglesia y alcanzar su cúspide más alta.” Una acusación de apostasía y corrupción eclesiásticas al más alto nivel, difícil de asimilar ni de disimular o negar, viendo lo que estamos viendo.
En efecto, hoy en esas estamos con Bergoglio y su siniestra Corte promotora del NOM y de la Agenda 2030 al servicio de la plutocracia, o la siniestra CEE española, de mercaderes corrompidos y sacrílegos que el Fundador expulsara del templo a latigazos. Sea como sea, el sobre cerrado con el Tercer secreto se abrió en el Vaticano en 1960 y no se divulgó. Unas manifestaciones muy inoportunas, las de la Virgen, que tratarían de desacreditar al entonces futuro Concilio Vaticano II, y de evitar el desastre y la apostasía actuales. Un claro mentís a las palabras de Pablo VI que la intención conciliar era: “hacer al cristianismo aceptable y amable, indulgente y abierto, libre del rigorismo medieval y e una visión pesimista del hombre y de sus costumbres” Que a su vez estaban en contradicción con otras anteriores de Pío XII: ”Es preciso condenar cualquier cosa que parezca animada por el espíritu malsano de la novelería, que sugiera nuevas orientaciones de la vida cristiana, cualquier cosa que sugiera a la Iglesia nuevas direcciones a seguir, o nuevas esperanzas y aspiraciones que sean más apropiadas para las almas de los católicos de los tiempos modernos”
Se trata de una descalificación absoluta y radical de los novedosos planteamientos políticos materialistas y ecologistas del tenebroso novelero Bergoglio. La religión sincrética materialista del NOM, a beneficio de la plutocracia más despiadada.
Pero la Iglesia no hizo publicación oficial del Tercer Secreto de la declaración de Fátima. Y por entonces, ya anunciado por Juan XXIII el Concilio Vaticano II, en junio de 1961 surge una nueva revelación mariana que insiste en confirmar la anterior. Me refiero a las apariciones de San Sebastián de Garabandal, un pequeño y remoto pueblo de la montaña cántabra. Coincidentes con la celebración del Concilio Vaticano II y no reconocidas oficialmente como las de Fátima, acaso por ser una supuesta revelación contraria a las ideas modernistas dominantes, sin embargo han sido consideradas creíbles por muchos fieles asistentes pese a algunas predicciones fallidas como las relacionadas con el Padre Pío. En Garabandal se dieron varios mensajes apocalíptícos. Una impactante profecía de un futuro Aviso y de un Milagro que habrían de preceder de no reformarse a un Castigo. Pero hay otro que parece más ligado al de Fátima: “Antes la Copa se estaba llenando, ahora está rebosando. Los sacerdotes, obispos y cardenales van muchos por el camino de la perdición y con ellos llevan a muchas más almas.”
La verdadera naturaleza de las apariciones y los mensajes marianos, así como la Mística, ha sido cuestionada por muchos autores, incluso algunos de la propia Iglesia. Ser doctor de la Iglesia como Teresa Cepeda o Juan de Yepes o terminar en presidio como Miguel Molinos a veces era cosa de suerte o de influencias. El propio Padre Pío, citado en Garabandal, estuvo perseguido y en entredicho antes de ser canonizado. Muchos fieles creen que todo es como parece y tiene un nítido componente literal. Pero hay quien niega toda posibilidad y considera todos falsos. Otros creen que unos pueden ser falsos y otros verdaderos. O tratarse de fenómenos de carácter metapsíquico, no necesariamente vinculados al ámbito puramente religioso cristiano. Pero entonces, ¿Quién se aparece y con qué fines?
Para algunos jesuitas compañeros de Bergoglio lo de Garabandal es demoniaco y se habría realizado para ridiculizar a la Iglesia. En el caso de Fátima, ya una vez dado oficialmente por bueno por la Iglesia, parece como que existiese un intento posterior de asimilar, desnaturalizar o diluir la crítica al modernismo conciliar existente en las declaraciones. La antes «malvada» Rusia parece que se habría convertido y quizás, según dicen, devenido en paradójico e impensado bastión del Cristianismo actual frente al Occidente hoy depravado y satanizado. Incluso ahora parecería más adecuado orar por la conversión de Bergoglio, su Corte vaticana y la traidora CEE. El devenir desde el Concilio está produciendo un cambio radical y sustantivo ya anunciado antes en Fátima e incluso en La Salette, ya a mediados del siglo XIX, con indicaciones tales como: «el número de Sacerdotes y religiosos que se separarán de la verdadera religión será grande»
Estos mensajes del pasado parecen adelantar muchos de los sucesos presentes. Insisten en la corrupción eclesiástica y desde luego no carecen de visión profética en lo que se refiere a la degeneración de la Iglesia posconciliar. Pero, ¿tal degeneración tendría carácter fatal como producto inevitable del concilio o bien obedecería a otras causas? La lamentable conducta de Bergoglio y su viciosa corte seguida por la franquicia española de la CEE permite a cualquier persona libre de anteojeras comprender hasta qué punto tales mensajes eran o no proféticos y resultan graves para el presente y el futuro de la Cristiandad.