Por Alfonso de la Vega
Considerado más como drama calderoniano que como camelo de Jardiel Poncela el espectáculo del otro día en la Casa Blanca ha levantado auténticas ampollas entre nuestros más altos prohombres borbónicos tanto opinantes remunerados como políticos propiamente dichos. Las formas vistas son inusuales en diplomacia desde luego, lejos de las antiguas maneras diplomáticas al uso, o incluso de normas elementales de hospitalidad, pero hay que decir en su disculpa que al cabo no dejan de ser gringos y les sale el pelo de la pradera, a ver quién desenfunda primero. Y también, sensu contrario, que no deja de ser insólito que un tipo como Zelenski al que probablemente ningún pecado le sea ajeno, empezando por ir vestido de modo zarrapastroso mostrando hechuras de guarro incontinenti, pueda ser recibido como todo un héroe por otros actores secundarios como nuestro acicalado, prudente y sin duda bien asesorado don Felipe.
Zelenski merece eso y mucho más. Otra cosa es el sufriente pueblo ucraniano que desde que EEUU le diera el golpe de Estado ha ido de desastre en desastre hasta la debacle actual. Víctima lamentable de la ambición de la OTAN y de la codicia de corporaciones dedicadas a crear valor para el accionista que no se paran ante el sufrimiento y devastación que causan.
Sin embargo, la calurosa recepción a Netanyahu, pese a la devastación de Gaza sobre la que se hacen ambiciosos planes tras la expulsión de sus habitantes supervivientes, apenas ha recibido crítica alguna en otra muestra más de la hipocresía en la que chapoteamos.
Pero así está hoy la civilización antes cristina y occidental, donde las mayores posibilidades de supervivencia del cristianismo hoy paradójicamente se refugian en los ortodoxos de la madre Rusia. Más que rogar por la «conversión de Rusia» como otrora se pedía en Fátima ahora habría que hacerlo por la del occidente woke.
El teatro de Washington entiendo que ha sido una escenificación no ya solo de un punto de inflexión sino de una ruptura con el pasado de la política norteamericana de las últimas décadas. Si el vicepresidente Vance lo explicaba antes con palabras, ahora se ha teatralizado. Una ruptura que no deja de tener diversas razones.
La idea fuerza es el abandono del proyecto globalitario a favor de cierto nacionalismo, en el sentido de un estado nacional fuerte que actúa para sus propios intereses. Esto lleva la pérdida de interés por las organizaciones internacionales convertidas en vehículos de transmisión del síndrome globalista.
Se trata de una forma de hacer frente a los propios graves problemas y al desafío que supone un mundo multipolar en el que EEUU está amenazado por la desdolarización de la economía mundial y se viera obligado a dejar de ser el costoso gendarme mundial.
Para afrontar la nueva situación la nueva administración de Trump prefiere que Rusia devenga en aliada al menos de coyuntura frente a la creciente influencia china. Europa pasaría a ser aliada de segundo plano con tendencia a menguar. Su degradada casta política se ve ahora frente al espejo y contempla inquieta cuando no desesperada su propia inanidad.
Como podemos comprobar también aquí en el calamitoso reino de España y en el resto de la UE la política woke es un desastre que en verdad sólo beneficia a las facciones más degeneradas de la plutocracia financiera internacional y su corte mercenaria de políticos parásitos, embaucadores y mamporreros varios. Y se hace en contra los legítimos intereses de los pueblos. Sin embargo, tanto en la corrompida UE como en el reino de don Felipe sus próceres siguen erre que erre, como el tonto de la linde o personajes en busca de autor.
La deuda nacional de EE. UU. es enorme. La hegemonía mundial existente hasta ahora se ha vuelto demasiado cara y apenas ya pueden permitírsela. Los enormes gastos en propaganda, revoluciones de colorines, bases militares y tratar de «imponer el orden» urbi et orbi han creado enormes agujeros en el presupuesto nacional, mientras que las condiciones de vida para la sociedad son cada vez peores. La población poco a poco o de golpe pierde la cabeza debido a la agenda WOKE, se embrutece, sufre por los degradados sistemas educativos o de salud y está en evidente declive de todo tipo. Como en una especie de venganza por la guerra del opio contra China, la droga hace estragos y el fentanilo causa decenas de miles de muertos cada año. Se ha transformado el tópico sueño americano en una pesadilla. Para terminar de rematar hordas de invasores sin trabajo ni arraigo atraídos por la devastadora política del Partido Demócrata causan problemas de delincuencia en las ciudades.
Pero la tarea a desarrollar por la nueva administración, de ser sincera y capaz, es ingente, empezando por los propios focos de corrupción y desfalcos que van revelando las pesquisas y auditorías que se realizan.
Existen más amenazas. Los nuevos desarrollos de la Técnica en campos como la IA pueden causar estragos para la libertad y los derechos civiles.
De modo que tal sería la pintura del panorama, más propia de la visión de Goya o El Bosco que de la beatifica de un Fray Angélico.
Sin cantos interesados de sirena el ciudadano de bien debe intentar comprender lo que pasa, entre otras cosas porque como sucede en los momentos de importantes cambios históricos el presente está henchido de problemas y el futuro es muy incierto. Saber ayuda al querer.