Las ristras de mentiras, estafas, falsedades, ideas absurdas y delirantes, así como amenazas que han sufrido los ciudadanos no tienen límites conocidos. De hecho, cada día se inventan una trola más gorda que la anterior con toda su cara dura y poca vergüenza y falta de remordimiento, lanzando bulos a diestro y siniestro y contándonos una verdad de cuento de hadas, que al final resulta ser una encerrona de auténticos demonios. Hoy analizaremos esa manía mentirosa del estado, del que fiarse demuestra un infantilismo más que preocupante.
En el año 2020 nos hicieron caer en la trampa de la plandemia, de los muertos, de las falsas cifras de muertos en los telediarios del inframundo, del temor constante de quienes viven en sus oscuras cuevas y desean que vernos encerrados sin ver la luz del sol, todo para que la gente se envenenase o se sacrificase por el mismo demonio, de modo que así se cumplía el ritual ordenado por los amos de los que se creyeron semidioses, siguiendo la delirante ideología masónica.
Creíamos que esa farsemia, donde muchos fallecieron por soledad, tristeza, miseria económica y terror, inoculando por los medios de desinformación, sería el fin o eso muchos creyeron ingenuamente; sin embargo, no fue así y siguieron con más cuentazos o ideas llenas de cianuro para pudrirnos el cerebro y nuestras mentes pensantes, para convertirnos en auténticos zombis, mediante la confusión, la sucesión de mensajes constantes, la falta de tempo para reaccionar ante cualquier estímulo que nos presenten o novedad que convierta el mundo en un lugar muy peligroso, de paso haciéndonos creer que el enemigo está más de cerca de nosotros, incluso en nuestros círculos más íntimos, de modo que se consigue destruir la institución familiar y cualquier relación humana, en la misma línea del 2020, cuando los nietos no podían ver sus abuelos o los hermanos no estaban autorizados ni a visitarse, en un clima de confianza propio de un manicomio.
Y es que todo es lo mismo: el cambio climático es otra gran trola, la huella de carbono es la excusa o nuevo concepto que nos introducen de manera hipnótica para hacer creer que somos nosotros los responsables de las dificultades de nuestro planeta, empleándolo como justificación para controlar nuestro consumo, en qué gastamos nuestro dinero, la gasolina con la que contaminamos el aire o el registro de que no comemos carne y en vez de ellos, insectos, porque así ayudamos al planeta tierra. Una idea falsa que oculta un grandísimo negocio de geoingeniería, de experimentación climática, donde se emplea el cielo como arma de guerra contra nosotros. El afán no es otro que destrozarnos y, si es posible aniquilarnos, poco a poco o de repente.
Otro de los ejemplos más sonados es el de los menas, o llamados menores de edad, que en realidad son hombres con más de 18 años que entran en nuestras ciudades como ilegales, que no trabajan, que no pagan nuestras pensiones, que en parte delinquen, agreden, matan, violan y hacen que las calles españoles sean todo menos seguras a ciertas horas, personas de cultura islámica que consideran a las mujeres como seres inferiores y qué decir ya de los que pertenecen al colectivo trans, considerados auténticos monstruos para estos seres de luz. Las evidencias fotográficas son tales, los vídeos que demuestran estos hechos son tantos que son innegables y que conforman la realidad de un problema o series de movimientos provocados para destrozar la sociedad española. Mientras tanto, el gobierno nos viene con su mentira, con que hay que proteger a los menores que vienen de África y poco más nos convencen para adoptemos a estos seres tan desgraciados y les demos hasta nuestras casas, aunque ellos ya se la toman por la propia ocupación, autorizada en España. Pero nada de esto es cierto, todo lo dicho antes es un bulo, según el gobierno. ¿Quién los cree?
Otro de los ejemplos es la nueva teoría conspirativa de que hay que reamarse contra Rusia y de que existe un peligro de guerra inminente, hasta el punto de que la füher Von der Leyen recomienda a los europeos que tengan un paquete de auxilio para sobrevivir 72 horas (¿Es un chiste?), de modo que la gente sienta el resquemor de las guerras que sufrió Europa durante el siglo XX, como antesala de que los malos tiempos siempre regresan, aunque para ello sea necesario expandir una idea absurda al estilo de Joseph Goebbels, sin argumentos lógicos, todo porque a los sátrapas europeos se les acaba el chollo y han de acudir a una treta tan infantil y absurda como ésa, hablándonos de 800.000 millones de euros que, al final pagaremos para hacernos más pobres de los que somos ya, siguiendo el plan vitalicio: un pueblo muerto de hambre, come en tu mano aunque sea veneno para ratas si les dices que los alimentas o les pones las trampas para que se queden pegadas al deseado alimento que ardientemente necesitan, hasta que mueres y, mientras tanto, te manipulan para ver hasta dónde pueden jugar y disfrutar con tus ocurrencias desesperadas. Es el juego del comunismo, el de toda la vida: cuantos más pobres mejor porque se crearán todos los bulos que les digas, aunque tus ojos te engañen, en cuyo caso, prefieres estar ciego.
El uso de la mentira y el poder es una constante en la estrategia de la política porque quienes gestionan tu dignidad, salud o derecho a la vida (hay que ser bastardo para hacerlo) no te van a decir nunca cuáles son sus verdaderas intenciones, sino que te mostrarán ideas maravillosas o historias de enredos sin guion alguno para desarrollarte esa conciencia del idiota, que busca en lo insignificante el valor y el significado, a modo de símbolo de la seguridad que el sujeto necesita de manera falsa para sentirse miembro de una sociedad, cuando ya se han eliminado la mayoría de los vínculos más personales. Al final se crea una masa de neófitos en la ignorancia, lo insustancial o inválido que es capaz de matar con tal de defender su sinsentido para no ver que es un muerto de hambre o un esclavo a cargo de un gobierno criminal. Imaginar ver la realidad en ese momento debe suponer una auténtica pesadilla, como despertar de repente en el mundo de Freddy con sus garras a punto de destrozarte la cara antes de entrar en tu casa en Elm Street. Cuando la realidad es esa, la realidad virtual se convierte en una coraza que alimenta la mentira más soez y vulgar, la cual se adora hasta el punto de ser considerada la verdad absoluta, todo porque te lo dice el dios estado, basado en el misterio de Osiris y otras divinidades paganas y masónicas.
Para que ello sea posible hay que infantilizar a la sociedad con mensajes cortos llenos de muy buenas intenciones, de promesas fáciles que nunca se dan, a modo de secuestrar mentes que son cada vez más huecas gracias al miedo instaurado, ya sea porque estos seres se niegan a decir lo que piensan o creen que hacerlo es peligroso para su supervivencia, sólo asegurada por una panda de mafiosos y fascistas, o temen tanto a la verdad y a quien la diga que son como los niños de dos años que corren a las faldas de su mamá cuando ven a un desconocido. De este modo, se va provocando una disminución en el nivel de coeficiente de la ciudadanía, para que se adapte al que tienen los demonios y no se sientan intimidados, haciendo que no tengan que pensar ni analizar más allá de las apariencias de las sucias mentiras que esparcen como el CO2 que dicen destroza el planeta, en forma de ideas rápidas, que se cumplen por sí mismas, como si tuvieran vida propia y fuesen eternas, incuestionables, como la idea de Dios.
Política, magia, alquimia mental, alucinación, sacrificio por la sociedad, obediencia y esclavitud. Son las palabras que pueden definir las claves para entender cómo es posible que ideas tan disparatas sean creídas y defendidas de manera agresiva y absurda.
Cuando la mentira gobierna, la verdad vive bajo tierra, cuando la mentira grita, la verdad suelta su aroma, y, cuando la mentira quiere someternos, la verdad es nuestra espada. Clavémosla entonces en el corazón de su ignominia para siempre.
Magnífico retrato. Me sorprende que muchos amigos y conocidos, que pasan por inteligentes en otras facetas de la vida, no solo cierran los ojos a la verdad sino que se justifican suponiendo que las conspiraciones no existen y se defienden tratando con sorna a quienes tratan de hacerles ver los falaces aspectos de la narrativa oficial. Estoy convencido de que el centenario oculto enemigo ha urdido un complejísimo plan de acoso, derribo y eliminación entre cuyos ejes estratégicos básicos está el de una sabia manipulación social a prueba de escépticos. Trato sin éxito de averiguar la forma de que el personal abra los ojos sabiendo que no están dispuestos a dejar de ver la televisión (el enemigo en casa)