miércoles, abril 2, 2025
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El juicio feminista de Paris

Por Alfonso de la Vega

Están muy agitadas las aguas entre las feministas de pelo en pecho. Ahí es nada: resulta que un tribunal español ha osado primar el principio constitucional de presunción de inocencia y elemental en un Estado de Derecho sobre la declaración considerada falsaria de una miembra del engreído gremio del “yo sí que te creo, fulana.”

El lucrativo tenderete empieza a amenazar ruina a poco que la judicatura se tome la cosa en serio y mantenga el principio de presunción de inocencia frente a la barbarie criminal de leyes inicuas. Con el abominable negocio en peligro el coro de rebuznadoras enmucetadas ha tratado de mostrar al asombrado público cuál de ellas soltaba el rebuzno más largo, emocionado, compungido o estridente. En verdad que la cosa está muy disputada y tendríamos que traer los buenos oficios de Paris para elegir cuál de las Tres Gracias es la mejor rebuznadora.

Por cuestión de jerarquía, el papel de Juno debiera ser para la sin par vicepresidente del gobierno comunista de Su Majestad. Se nota que la susodicha está muy entrenada. Su ignorancia culposa es oceánica; sus mañas barriobajeras y soeces de manola desorejada, muy notorias, capaces de espantar al populacho más degradado. Ignoramos de dónde habrán sacado tan preciosa joya del buen decir, mejor hacer y óptimo asustar.

En este juicio de Paris al mejor rebuzno, la excelentísima señorita ministra de Igualdad pudiera representar aunque con total y notoria impropiedad el papel de Minerva. A falta de más datos biográficos seguramente debe ser la menos bruta e ignorante del trío gubernamental.

Como ajada y promiscua Venus que bien sabe rentabilizar sus encantos femeninos queda la joya de la corona socio-feminista. También ex ministra de Su Majestad por sus habilidades privadas la antigua dueña del palacete de Galapagar no pierde ocasión de hacer el ridículo. Heroína feminista que tiene en su brillante hoja de servicios para la Causa la suelta o reducción de penas de cientos de violadores, que, agradecidos y emocionados por sus desvelos, la quieren nombrar santa patrona protectora. Uno de sus mayores escándalos y del que salió impune fue su confesión de fe de apoyo a la pederastia.

Otrora Cervantes narraba como no rebuznaban de balde uno y otro alcalde. Con permiso de los ecosostenibles y resilentes Almeida o de Inés, la coruñesa, las excelentísimas señoritas ministras les superan con ventaja. Pero, con estos bueyes hay que arar en el degradado régimen borbónico, convertido hoy en una deformación grotesca de la civilización occidental y donde un escándalo tapa al inmediato anterior en un “suma y sigue” imparable.

Claro que si hubiera vergüenza o un mínimo decoro institucional se cesaría u obligaría dimitir a estas rebuznadoras enmucetadas que arrastran por los suelos la dignidad de España, de la democracia y de la propia Mujer, primera víctima de tan preclaro feminismo socialista.

Pero no se pueden pedir peras al olmo.

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