La pornografía nada me interesa. Pero como no tengo que “justificarme” en ningún sentido, prosigo. Se trata de un asunto de justicia. Sin más. Ignacio Allende Fernández, más conocido como Torbe, emperador del porno casero, detenido absurdamente de nuevo. Torbe deviene, sobre todo, continuo desenmascaramiento, desde hace lustros, de femihienas amargadas, señoros tartufos y plurales aliades que legislan (y “juzgan”) en contra de cosas que consumen masiva y compulsivamente. Hipócritas (a fuer de psicópatas narcisistas) de manual: ya saben, “acabar” con la prostitución mientras se van de putas a celebrarlo. Los di-puteros de todos los partidos. Y de todas las profesiones de “postín”. Vamos, los que te dan “lecciones”. Mientras, la presunción de inocencia, la igualdad ante la ley y la tutela judicial efectiva, desde hace dos décadas, pulverizadas para los varones, blancos y heterosexuales. Ya saben, pura agenda. Es la demografía, idiota.
El horror femibolche
Torbe, víctima, una entre millones de hombres, de denuncias falsas, talego incluido. Pero cabeza visible, muy visible, de su odiado porno. Juicios farsa, inquisiciones antimasculinas. Entre otras cosas. Cancelado de manual, cancelado master.
Desde hace muchos años, implacable persecución de él por parte de todas aquellas (y manginas varios) feas, resentidas, con el chichi angosto y con el rostro de haber deglutido veinte limones y diez litros de vinagre. Y malas, falsas puritanas, fanáticas, dementes, panda de vividoras y sanguijuelas y aprovechadas, mentirosas al por mayor, desorejadas censoras, con sus maridos (si no se han re-divorciado) chingando, o intentándolo, con saludables tías de 20 años, dónde va a parar. Y chiringuitos perpetuos que no falten, pardiez. Y, desde luego, a más porno, menos violación. Tan obvio. Eso sí: violaciones grupales, ¿»Pornó» admitir que existe un problema con cierta inmigración muy machista y muy misógina?
…Y desde luego recomiendo con entusiasmo su libro El cáncer feminazi. Y de Cristina Seguí Manual para defenderte de una feminazi. Y, sobre todo, La celda de los inocentes, de Francisco J . Lario. En fin.