Por Alfonso de la Vega
Dentro del apartado de vidas paralelas a lo Plutarco cabría emparejar a dos personajes políticos temibles con muchas semejanzas aunque también con diferencias. Wokismo y nazismo son aberraciones criminales que deben ser combatidas por cualquier persona de bien. Tanto Sánchez como Goebbels son socialistas, liberticidas, demagogos, doctores pero incapaces de decir algo verdadero. Pero mientras que el alemán era un genio de la teoría del Mal, el otro tiene escasas lecturas y lo es de la práctica, donde muestra unas mañas imbatibles. En lo espiritual, ambos parecen energúmenos infestados pero sobre ese particular hay opiniones. En lo mental, psicópatas narcisistas. En lo físico, uno es apuesto roba corazones de mujeres de escasa entidad moral o distraída, el otro un tipo medio lisiado, que no representa muestra de la superioridad de la pura arza aria de la que presume, si bien se emparejaría con Magda, posible hija de un magnate judío, otra psicópata enamorada del gran Adolfo y nueva Medea asesina de sus propios hijos.
En abril de 1921 el doctor Goebbels se doctoró en Filosofía por la Universidad de Hilderberg, la misma del podemita Monedero, con una tesis de título: “Wilhelm von Schütz como dramaturgo. Una contribución a la historia del drama de la escuela romántica.” También escribió Michael, una novela de juventud e intento de crear un héroe modelo.
Sánchez es un falsario tramposo, un empleado del Partido Demócrata gringo al servicio subalterno del gran capital globalista financiero cuya misión última es procurar arrasar la economía productiva, descomponer la sociedad y desmembrar la nación. Un psicópata narcisista de ego alimentado por aduladores y pescadores de río revuelto que abusa de un régimen político muy defectuoso. Un primer actor galán prescindible cuando la farsa sea pasada. Un tipo que ni siquiera fue capaz no ya de hacerla sino de encargar siquiera el plagio de una tesis doctoral a gente competente que no le dejara en ridículo. Y ese no es el peor de sus escándalos. Ahora bien, no cabe duda de que como practicante del método goebbelsiano de propaganda el doctor falsario es todo un genio sin rival.
Veamos, como aplica algunos de los principios de Goebbels:
Principio de simplificación o del enemigo único. Preferible adoptar una única idea, un único Símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo. En este caso, la malvada extrema derecha, en la que encasillar cualquier disidencia por diferente que sea.
Principio del método de contagio. Es mejor reunir diversos adversarios o enemigos en una sola categoría o individuo; Los adversarios han de constituirse en suma individualizada. En efecto, todos los opositores se reúnen bajo la flexible categoría de extrema derecha, o con otros nombres, también facha o franquista.
Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque o incluso antes. Achacar a los opositores las propias mañas, defectos o fechorías. Y al final, se distrae al personal: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.
Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en artificial amenaza grave. Así por ejemplo, una declaración rival inoportuna o las preguntas de Vito Quiles, o el extraño caso de un jubilado que tenía armas y le amenazaba en redes sociales. O los malvados de VOX que van y salen a violar alegres chicas feministas progres, solas y borrachas, todas las noches.
Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”. Esto es especialmente válido para los votantes del pertinaz socialismo, que disfrutan de tal envenenamiento mental que les hace incapaces de ver más allá de sus narices, inutilizando su ya romo entendimiento.
Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. Lo repiten todos a una como Fueteovejuna. De aquí viene lo de: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. Para ello se cuenta con la inestimable ayuda de los prostituidos medios de intoxicación de masas.
Principio de renovación. Hay que sacar constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones. En efecto, un escándalo es tapado por el inmediato siguiente en un continúo suma y sigue. Permanece la primera impresión que causa la noticia más o menos desfigurada pero no el análisis posterior que pudiera hacerse.
Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, habitualmente mohatreras, a través de globos sondas o de informaciones parciales o falsas del todo. Sale un cómplice diciendo que va a hacer tal cosa o que ha sucedido esta otra y se observa la respuesta o reacción.
Principio de la silenciamiento. Se basa en acallar o silenciar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos válidos y tratar de ocultar o disimular las noticias que favorecen el adversario. De no poder taparlas se contraprograma con la prensa y periodistas mercenarios, si fuese necesario.
Principio de la transfusión. La propaganda suele operar siempre a partir de una base preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas o de gentes incultas. En España la base del socialismo es el resentimiento, la envidia igualitaria hacía el que es mejor, tiene éxito o se esfuerza con mérito.
Principio de la unanimidad o de pensamiento único. Llegar a convencer a la mayor parte de la gente que piensa “como todo el mundo”, creando impresión de falsa unanimidad. Y el disidente que no está de acuerdo con las ocurrencias o designios del déspota se desacredita: o bien es un malvado o le falta un tornillo. O se le vacuna a la fuerza.
Goebbels dejo numerosos escritos, conferencias y discursos. En ninguna parte aparece lo de «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad». Reto a cualquiera a que demuestre que Goebbels dijera tal cosa.
Y en remoto caso en que lo dijera, se referiría sin duda a los enemigos de Alemania, como se demuestra con el Holocuento y tantas otras cosas.
No estoy seguro de la mencionada frase; de lo otro, a 4 h cada uno y sin materias primas es prácticamente imposible.