martes, enero 7, 2025
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Magia real o verdadera

Por Alfonso de la Vega

La festividad de Reyes se encuentra para mí preñada de nostalgia por un tiempo precioso lleno de amor y bondad.  Cuando era niño y jovencito vivía en el madrileño Barrio de las Letras, en la calle del Amor de Dios, cerca de la Real Academia de la Historia. Un nombre muy bonito y si no inabarcable, al menos descomunal para una calle tan humilde o pequeña. En Madrid no es la única calle con tal paradójico desequilibrio entre concepto y tamaño, así por ejemplo la calle Libertad. No sé porqué será.

La Fiesta de Reyes también hacía mucha ilusión a mis padres que en tal noche mágica salían a cenar fuera de casa con unos amigos, mientras mi hermana pequeña y yo quedábamos al cuidado de mi abuela tomando el roscón. Lo comprábamos recién hecho en un obrador próximo: el horno de Santa María. Cuando pese a la ansiedad a nosotros ya nos había vencido el sueño, a su regreso de la cena tras dar una vuelta por la Plaza Mayor paseando para hacer tiempo por una ciudad más entrañable que la actual, era el esperado momento de la colocación de los juguetes y obsequios.  Ponían algunas notas explicativas o con consejos. Y el platito con mazapán de Mora del artesano casa Indalecio y las copitas de bebida para reyes, pajes y camellos. Luego, ya por la mañana un día especial en el que sol amanecía antes, la emoción de comprobar la generosidad de SS MM, abrir paquetes y elegir con qué jugar primero.

 “Los reyes son los padres”. Tan desconcertante y al principio terrible descubrimiento acababa una etapa de feliz inopia infantil pero abría la de complicidad con el disimulo a favor de los hermanos más pequeños.

Mucho tiempo ha pasado desde entonces aunque quedan los recuerdos, los fantasmas, de una etapa entrañable que ya se fue. Pero siempre, mientras viva, en mi corazón republicano quedará la emocionada gratitud a los Reyes Magos de Oriente, forma magnífica y preciosa del amor paterno filial. Las conmemoraciones de la Navidad nos llevan a la conciencia buena parte de nuestro inconsciente. Quizás sea esa una de las razones por la que para algunos suponen unos momentos especialmente odiosos.

Pero se trata de llevar la paz a los corazones. Dentro del Arte sagrado la iconología de los Nacimientos o Belenes puede considerarse una variante menor, de carácter algo tópico, con sus figuritas típicas, pero que sin duda despierta en el observador todo un mundo de emociones, muchas de ellas recuerdos nostálgicos de la infancia, de una suerte de inocencia habitualmente lejos de los problemas de los adultos. Una inocencia que hoy está siendo atacada y violentada.

La leyenda de los magos contada por San Mateo no encaja tampoco bien con la narración evangélica de San Lucas que no la menciona al igual que el viaje a Egipto o la matanza de los Inocentes. A mi forma de entender lo importante no es aquí la fiabilidad histórica sino la vigencia del mito, en el antiguo sentido griego de forma de expresión de una realidad espiritual. De la conmoción íntima que anima a dirigir nuestras conductas hacía el Bien, el Amor, la Belleza… Es la adoración de la ternura, de lo Bueno, de la Maternidad, de lo aparentemente débil en su pureza, lejos del Mal. El Poder al servicio o subordinado del Espíritu. Y también es importante el cómo. Porque la formación del Belén y hoy con los reyes rodeando ya al Niño es una manera de participar en esta manifestación de lo sagrado. De colaborar humildemente en la obra magna de redención y salvación.

El Belén tradicional fue promovido por San Francisco de Asís en el siglo XIII y alcanzó gran popularidad en Italia, Francia, Austria y España. Aquí fue introducido por Carlos III que lo trajo de su reino de Nápoles. Son muy famosas las representaciones napolitanas en las que llama la atención el curioso naturalismo más o menos anacrónico de personajes, oficios y vestimentas. Son obras corales en las que suelen colaborar niños de todas las edades. El Misterio principal está formado por cuatro figuras teóricamente estériles que rodean a la hierofanía insólita del Niño Dios: la manifestación del Espíritu en la Materia. Así, un anciano, una virgen, un buey y una mula. A ellas se asocian un ángel mensajero, la estrella famosa, los reyes magos con su séquito, pastores y toda clase de artesanos o representantes de los oficios más variopintos.

No suele faltar el malvado rey Herodes con sus soldados en un castillo en el horizonte elevado. No sé si será por eso la latente tendencia libertaria tradicional del español medio en recuerdo del trauma psicológico ocasionado en la niñez porque el Poder ejerciente del Estado se asocie simbólicamente al crimen, la persecución de inocentes, la injusticia, el despotismo y el Mal. En cambio, los valores humanos se suelen encontrar entre los miembros más modestos de la sociedad civil extramuros del castillo palacio. La gente que se gana la vida como buena y honradamente puede. De ahí también la maravilla propia de la mejor magia que personajes poderosos como los Reyes magos se comporten como verdaderas élites y tengan la sabiduría de adorar el Espíritu, reconociendo la verdadera naturaleza del Poder, que nunca ha de ser el capricho interesado del poderoso sino instrumento para fomentar los grandes valores metafísicos.

La geografía de los Belenes suele muy imaginativa y no muy coherente con la propia de Palestina y suele quedar al albur de la imaginación y los medios del belenista. Recuerdo cuando guardaba el papel de plata de las chocolatinas que me regalaban por ser buen estudiante para fingir el curso de un río. Colocar las luces era toda una penitencia, unas veces funcionaban, otras, no. E incluso sucedía alguna que otra avería con los plomos.  Había su molino y no faltaban las familias de animales. Ovejas, vacas, cerditos, gallinas, pavos, todos en familia acompañando a la de Jesús porque no se concebía entonces una civilización digna de tal nombre sin familia. A la que se identificaba con la entidad básica de protección, incluso contra el enemigo, el poderoso y malvado Herodes.

Casi todas las noches aprovechaba para mover un poco los Reyes Magos para acercarlos al Portal. Por una especie de magia simpática así estaría más cerca de poder disfrutar de mis propios juguetes. Todo era o parecía tradicional, entrañable y ajeno a los tenebrosos e inconfundibles logros de la nueva subnormalidad posmoderna que los Poderes intentan meternos por los ojos y obligarnos a aceptar. Toda esa gente desquiciada, de conciencia desbaratada a la que la molesta el Belén y si puede prohíbe o desnaturaliza despóticamente esta manifestación tradicional y popular de Arte sagrado.

Pero, ¿por qué les molesta tanto? Como he indicado puede ser obra del inconsciente pero también un intento de ridiculizar y acabar con la naturaleza sagrada del hombre potenciando su parte oscura. La familia está en obsolescencia programada por el Poder puesto que no deja de ser un obstáculo a la barbarie y sinrazón como lo es la propia condición sagrada del hombre, a la que los benéficos reyes magos reconocían y servían.

 

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3 COMENTARIOS

  1. Nuestra experiencia fue extraña,en el pueblo uno de los Reyes iba montado en un burro,y nos hacían besar una pata de gallina,poca magia había en todo eso.Luego al abrir los regalos llorábamos por qué ninguno coincidia con lo pedido en la carta.Al final siempre llegaba un familiar que nos daba un regalo ‘olvidado por los Reyes’,y con ese era con el que más jugábamos.

  2. En los pueblos de Valencia nunca hubo roscón,se hacían unos dulces específicos de Reyes,y nos regalaban cestos con chocolatinas…también en la Iglesia los niños representabamos la adoración de los Reyes Magos…luego ya llegó el Corte Inglés y sus costumbres y sus inventos como el día de San Valentín (?),el día de nosequé…el día del roscón…

  3. En las postrimerías de los ’90 estuve cerca de afincarme allí mismo, posiblemente en esa calle, en una corrala: Para quienes no lo sepan es el nombre castizo que recibían aquéllas características y en su momento humildes construcciones. En ese barrio así como otras en Lavapiés o próximas a la Glorieta de Embajadores. Quizá habríamos sido vecinos.

    La primera vez que escuché que los Reyes Magos eran los padres fue hacia los 8 ó 9 años por otro crío en el patio del colegio durante un recreo. Era doblemente chocante. Primero por la (falsa) creencia inculcada desde la primera infancia. Y luego porque el otro niño era precisamente un compañero del colegio (perteneciente al negociado religioso). ¿Cómo podía él saber algo que la mayoría de los otros alumnos de la clase desconocíamos? ¡Resulta que muy pocos lo sabían! Y no solían hablar de ello. Pero alguno de esos antes o después no lo podría ocultar. Aunque fuese por chinchar a algún que otro durante los juegos plasmados en frecuentes diatribas y peleas de patio.

    Recuerdo como si fuese ayer la reacción de quienes lo desconocíamos. La mayor proporción se hacían los sordos o los ofendidos. A mí me sucedió lo contrario. Tras la reticencia inicial no paré hasta llegar al quid. Después descubres que todo lo que te habían contado desde la cigüena que trae los niños de Paris al ratoncito Pérez, y pasando por Papá Noel, todo era un cuento. Más o menos agradable y jocoso pero antestesiante y obstaculizante. Luego comprendemos que la infancia es pasajera y que el cuerpo físico se desarrolla por sí mismo. Desafortunadamente el discernimiento lleva otro cauce. Y el efecto secundario a una niñez de fantasía es que hay personas que se amarran a una infancia mental no transitoria y duradera.
    «También sabemos qué cruel es a menudo la verdad, y nos preguntamos si el engaño no es más consolador.» (Henri Poincaré)

    Por eso compartimos espacio, pero cada quien vive en una realidad diferente. No se puede imponer a nadie ninguna creencia, ideología ni sesgo mental. Pero tampoco aceptar que teledirijan tu vida condicionamientos regresivos. Como por ejemplo menciona Ud lo «woke»: Anglicismo eufemístico de la deposición ideo-ilógica antes conocida como ultraizquierda. Sí, todos los extremos son indeseables, pero la extrema izquierda es el que desean imponer actualmente. Entre otras cosas para efectivamente destruir la familia y, más allá, desarticular el vínculo que origina ésta entre hombre y mujer (o mujer y hombre).

    Para no extenderme añadir que el conocimiento no llega al que lo desea como afirma el nuevaerismo (misma religión organizada presentada con un nuevo envoltorio) sino al que está preparado. Algo muy inusual cuando se nos ha criado para ser tutelados en esta «realidad» y mentalmente infantes de por vida.

    El conocimiento no es para las espaldas de cualquiera. Es un desgarro de todo cuanto la mente egoica creía saber, comporta una recta ecuanimidad, conlleva enormes exigencias de autodescubrimiento y una responsabilidad acorde a todo lo que uno sabe que no sabe. Gracias por el artículo y saludos.

    «Antes que el amor, que el dinero, que la gloria, dadme la verdad.» (Henry David Thoreau)

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