El 13 de junio de 1863, el periódico The Press de Christchurch, Nueva Zelanda, publicó una carta premonitoria en la que se advertía que las máquinas eventualmente superarían a los humanos en inteligencia y poder. Escrita por Samuel Butler, alias Cellarius, un escritor británico del siglo XIX, la carta titulada «Darwin entre las máquinas» argumentaba que los humanos estábamos, en esencia, creando nuestro propio reemplazo. Butler estaba convencido de que en el futuro «nos encontraríamos como la raza inferior». Aquí está uno de los párrafos más significativos de su carta:
«Los puntos de vista sobre la maquinaria que estamos esbozando sugieren una respuesta a una de las cuestiones más profundas y misteriosas de nuestro tiempo. Nos referimos a la pregunta: ¿Qué tipo de criatura será probablemente el próximo sucesor del hombre en la dominación de la tierra? Hemos oído debatir este tema a menudo, pero parece que nosotros mismos estamos creando a nuestros sucesores; diariamente aumentamos la sofisticación de su estructura física; les otorgamos más poder y les proporcionamos, mediante ingeniosos dispositivos, ese poder auto-regulador que hará por ellos lo que el intelecto ha hecho por la humanidad. Con el paso de los siglos, nos veremos relegados a la posición de raza inferior. Inferiores en poder e incluso en ese control moral de sí mismo, admiraremos a estas máquinas como la cúspide de lo que el hombre más sabio y noble podría aspirar. No conocerán las pasiones negativas, los celos, la avaricia ni los deseos impuros que perturban el sereno poder de estas criaturas gloriosas. Pecado, vergüenza y tristeza no tendrán cabida entre ellas. Sus mentes estarán en un estado de calma perpetua, el contentamiento de un espíritu sin necesidades y libre de remordimientos. La ambición no los atormentará, ni la ingratitud les causará un momento de inquietud. La conciencia culpable, la esperanza aplazada, el dolor del exilio, la insolencia de la autoridad y los menosprecios que el mérito paciente recibe de los indignos serán completamente ajenos a ellos. Si necesitan «alimentarse» (usando esta palabra ya reconocemos su naturaleza orgánica), serán atendidos por esclavos pacientes cuyo trabajo y interés será garantizar su bienestar. Si se descomponen, serán atendidos por médicos expertos en su estructura; si «mueren», pues ni siquiera estos seres gloriosos escaparán a esa consumación necesaria y universal, pasarán a una nueva fase de existencia, ya que ¿qué máquina muere simultáneamente en todas sus partes?»
Butler describe este «poder auto-regulador» como algo muy similar a lo que hoy conocemos como inteligencia artificial.
Más adelante, Butler advierte que una vez que las máquinas alcancen una cierta inteligencia, «el hombre se convertirá para la máquina en lo que el caballo y el perro son para el hombre».
Cuando llegue el estado de cosas que hemos tratado de describir, el hombre se habrá convertido para la máquina en lo que el caballo y el perro son para el hombre.
Actualmente, la inteligencia artificial supera a los humanos en miles de tareas, y la brecha entre la IA y nosotros sigue ampliándose.
Butler visualizó un futuro en el que las máquinas superinteligentes dominarían el mundo:
«Día a día, sin embargo, las máquinas están ganando terreno; día a día nos volvemos más dependientes de ellas; cada día son más los que se ven obligados a convertirse en servidores de estas máquinas, y cada día más personas dedican su vida al desarrollo de la vida mecánica. El resultado es solo cuestión de tiempo, pero que llegará el momento en que las máquinas tengan la supremacía sobre el mundo y sus habitantes es algo que ninguna mente verdaderamente filosófica puede cuestionar».