Por Alfonso de la Vega
La situación actual de la Monarquía instaurada por el Caudillo de España es un más difícil todavía, propio de un extraordinario circo con varias pistas. Nunca había sucedido antes que se sepa, pero el reino filipino en su carrera hasta lo más profundo e insondable del abismo se muestra imparable batiendo toda clase de marcas: El Tribunal Supremo acaba de imputar a nada menos que al Fiscal General del Estado y a dos de sus lugartenientes. No hubo remedio, pese a la presunción de inocencia más presunta les habrían pillado in fraganti, cuando presuntamente intentaba destruir pruebas de sus delitos como cualquier presunto vulgar delincuente común. La cosa no es baladí por que estas altas personalidades ahora procesadas son las que presuntamente deben hacer cumplir la ley que ellas presuntamente se permiten violar abusando de su no presunto cargo.
El comentario quizás debiera acabar aquí por resultar superfluo, al igual que la presunta brillante carrera delictiva de los presuntos delincuentes servidores de la ley y de quienes les han nombrado, pero la cosa es tremenda, dado que aquí parece que no pasa nada. En un firme mentís del unamuniano “qué inventen ellos” el espectáculo más incoherente jamás visto está asegurado. El fiscal que depende de su jefe el imputado fiscal jefe del Estado debe instar al Tribunal a hacer cumplir la ley a las órdenes de su imputado jefe contra su jefe imputado que en rigor institucional por exigencia legal habría de atacarse a sí mismo en cuanto a presunto delincuente, “solo o con ayuda de otros” como decía cierta inefable y famosa sentencia. Ni Groucho Marx ni nuestro gran Valle, maestro en esperpentos, lo mejoraría.
Mientras nos reparten palomitas para mejor disfrutar de la función, ¡A ver quién me ata esta mosca por el rabo! Pero ¿cómo se ha llegado al presente esperpento? Este enrevesado enigma creo que puede entenderse comprendiendo el significado de Izquierda y Derecha.
Izquierda significaría la afirmación de la relatividad de todo valor, la mutabilidad permanente y caótica de lo humano, carente de una esencia determinada. El combatir a toda costumbre por el mero hecho de ser tradición, la afirmación de que no existe voluntad, ni ley superior a la voluntad humana, el desdén por la tradición de los siglos anteriores. Que no tenía razón Tácito cuando decía que ningún cínico Cándido puede convertir en bien lo que está mal, ni en mal lo que está bien. O que dentro ya de la tradición cristiana, tampoco San Isidoro cuando definía en sus Etimologías que el “derecho natural como el común a todos los pueblos y existe en todas partes, no por ley o constitución sino por instinto de la naturaleza…” Pero para el izquierdismo el sentido común resulta ser una trampa burguesa, una red que atrapa las conciencias. De modo que todo vale para el convento si es útil ara el jede de la banda. Pocas cosas más repugnantes que los socialistas aplaudiendo enfervorizados a sus dirigentes corruptos por haber conseguido burlar al Ley y a la Justicia logrando impunidad para sus delitos perpetrados sobre todo contra la “famélica legión” que dicen proteger.
Derecha, en cambio, supone la afirmación de que existe una naturaleza humana que permanece en el tiempo. En consecuencia, existen derechos inmutables, valores objetivos como la Justicia y la Libertad, tradiciones y costumbres válidas como modo de decantarse la experiencia de los siglos. Y una Voluntad superior a la humana que ha diseñado esa naturaleza, que debe desarrollarse en su línea de perfección. El buen sentido, el sentido común, es respetar ese orden.
De modo que existiría el tradicionalismo o conservadurismo por un lado y el progresismo por el otro. Cuanto más se afirme un orden objetivo y una ley natural, más de “derecha” será la persona; cuanto más se diga que el hombre tiene el derecho de darse su propia ley y orden, sin respetar naturaleza u orden alguno salvo su capricho o voluntad, más de “izquierda”. El izquierdismo woke lleva a la exacerbación esta brutal degradación de la naturaleza humana, hasta un terrorífico vale todo si me da gusto o me conviene. De modo que ningún socialista o izquierdista woke suele tener un ataque de vergüenza y presentar su dimisión.
Ahora bien, desde un punto de vista metafísico tal funambulismo político izquierdista resulta incompatible con la naturaleza de una Monarquía, teórica representante de la tradición, es decir de la permanencia en el tiempo de una serie de valores o virtudes eternas que supuestamente deben ser realizados en la historia, salvo que se convierta en títere o marioneta de los caprichos del despotismo o la tiranía. A este respecto, aunque formalmente aún el reino no sea una dictadura declarada como fuera la de Primo de Rivera ya que se mantiene un cierto decorado de legalidad, no cabe hablar ya de democracia en un sentido estricto. La Monarquía cohabita tranquilamente con Sánchez como antes ocurriera con Alfonso XIII y Primo de Rivera, que el cabo era un bienintencionado hombre de honor, pero no sabemos qué pasará cuando Sánchez caiga. Y puede caer porque muchos otros dirigentes woke, títeres del globalismo internacional ahora están cayendo. Don Felipe no debiera ligar su propia suerte a la de Sánchez.
El optimista dirá: no hay que exagerar, las cosas funcionan cuando se atreven a procesar a un alto dirigente. Parte de la Guardia civil aún resiste y respeta su lema, “El honor es nuestra divisa”. Y puede que el optimista tenga razón. El tiempo lo dirá. Vamos a ver en qué queda este procesamiento o el de la trama de corrupción socialista o familiar cercana al presidente del gobierno de Su Majestad. Probablemente en nada si la nueva ley pro delincuencia impune sale adelante como se prevé. Una nueva burla a la Justicia. La supresión de la acción popular en causas judiciales perpetrada como respuesta al procesamiento del Fiscal General vulnera el derecho constitucional a la tutela judicial efectiva. Pero al parecer, todo da igual, incluso a la Corona.
La situación de los Borbones se encuentra ahora comprometida. La Justicia se administra en nombre del Rey afirma solemne la constitución, de modo que la burla a la Justicia por parte de las instituciones lo es también directamente a la persona de Su Majestad. La “autorictas” depende del honor y el desempeño. Quedó ya tocada con su prisa por nombrar candidato a presidente a Sánchez cuando no tenía la obligación constitucional de hacerlo, o con la amnistía a los golpistas catalanes o las medidas anticonstitucionales cuando la pandemia. Lo de ahora sería ya el remate.
Para colmo, la Monarquía de don Felipe está ya en riesgo de ser tomada cada vez más como esperpento valleinclanesco, a chufla, a burla como en la comedia bárbara de Los cuernos de don Friolera. La risa tiene un alto componente subversivo. Y si por desgracia don Felipe cayese en materia de chiste, chascarrillo o circense “payaso de las bofetadas” haría bien entender que su corrosión es mayor que la de un ácido.