Las palabras que cito a continuación las pronunció Donal Trump en uno de sus actos de campaña ante miles de americanos que pedían a gritos revertir la dinámica del mundo al revés en el que estamos inmersos:
“El socialismo promete prosperidad, pero produce pobreza, el socialismo promete unidad, pero produce odio y discordia, el socialismo promete un futuro mejor, pero siempre vuelve a los capítulos más oscuros del pasado. Eso nunca falla, siempre sucede. El socialismo es una triste y desacreditada ideología arraigada en la ignorancia total de la historia y naturaleza humana; por lo cual el socialismo siempre dará lugar a la tiranía. Y sí que lo hace. Los socialistas profesan un amor por la diversidad, pero siempre insisten en la conformidad absoluta. Sabemos que el socialismo no se trata de justicia, no se trata de igualdad, no se trata de elevar a los pobres. El socialismo trata de una sola cosa: poder para la clase dominante. Y cuanto más poder obtienen, más lo anhelan. Quieren manejar la atención sanitaria, manejar el transporte y las finanzas, manejar la energía, la educación, manejar todo. Quieren poder para decidir quién gana y quién pierde, quién está arriba y quién está abajo, qué es verdad y qué es falso e incluso quién vive y quién muere. En resumen, todos aquí sabemos que no hay nada menos democrático que el socialismo. En todo y cualquier lugar en el que aparezca, el socialismo avanza bajo la bandera del progreso, pero al final solo ofrece corrupción, explotación y decadencia”.
Bien descrita la ideología de la izquierda, vendida siempre con engaño, disfrazada de igualdad y fraternidad, pero creo que el presidente se ha quedado corto, y yo me encargaré de añadir lo que falta.
Estas palabras del 47 presidente electo de los Estados Unidos, a quien tanto odian y temen los socialcomunistas y los adscritos al universo woke resiliente y sostenible, con sus neolenguas, chifladuras y demás falacias sobre cambios climáticos y de sexo, sus prácticas antivida y su Cultura de la muerte en general, fieles a la Agenda 2030, deberían estar inscritas en el frontispicio de algún monumento civil, como verdad absoluta y advertencia a las gentes de buena voluntad, presentes y futuras, sobre esta plaga invasora de psicópatas seducidos por el Mal; tiranos sin alma carentes del más mínimo respeto por la decencia y la libertad de los seres humanos a quienes parasitan, encanallan y roban, aparte de su dinero, su libertad y su esperanza. Esta plaga se llama socialismo, que a día de hoy es sinónimo de comunismo y satanismo, doctrinas al servicio de la maldad en estado puro, la corrupción, el desorden, lo feo y los múltiples vicios aglutinantes de lo peor y más bajo de la especie humana. Quizá por ignorancia y despiste algunos buenos militan en sus filas. Pero el grueso es pura escoria maligna, negadora de Dios e hincada ante el Mal en cualquier ámbito y su práctica extensiva. Mentira, miseria y muerte podría ser un gran lema para su escudo.
Trump no es un santo ni un mesías, pero creo que es la mejor opción y así lo han considerado los estadounidenses que lo han llevado a la Casa Blanca, tras una campaña plena de optimismo y promesas de cambio, como recuperar la economía y colocar a los Estados Unidos en el ranquin de tiempos pasados.
Los norteamericanos son muy patriotas. Tras jurar el cargo sobre la Biblia, Trump prometió que el país volvería a florecer y se comprometió a restaurar la soberanía y la unidad del país. “Vamos a devolverle a la gente su fe, su riqueza, les vamos a devolver su democracia y su libertad”, dijo. En resumen, luchar por los suyos. Ojalá tuviésemos aquí un Trump que prometiese devolver el orgullo y la autoestima a la España de otros tiempos y se despidiese diciendo “Dios bendiga a España”, remedando el “God bless América”, del presidente americano.
En una sociedad tan deformada como la española, en la que un dicho popular sobre los gitanos se convierte en un problema de Estado, el nuevo presidente no es bien recibido. No importa qué canal sintonicemos, ni qué periódico abramos; salvo honrosas excepciones, Trump está llevando las bofetadas mediáticas de injurias y calumnias que en su día llevó Milei. Y es que el alma grupal de esa tropa refugiada bajo el paraguas de lo progre, in crescendo en los últimos años de esta era distópica, anda desquiciada por las tertulias, tirándose de los pelos porque el histriónico magnate ha llegado a la casa Blanca, tras una larga travesía de cuatro años.
Cuando digo satanismo no me refiero a que esta gente lleve cruces invertidas o robe hostias consagradas para hacer misas negras. Algunos quizá lo hagan, pero no es necesario llegar tan lejos para servir al Mal. Y esta sociedad nuestra, que no se entera de casi nada, o de muy poco, anda compartiendo videos y escritos en contra de Trump, como si fuera un castigo, lo peor que le ha ocurrido al mundo en los últimos años.
Es vergonzoso que toda esta horda de periodistas pagados, al servicio de la corrupción más escandalosa de nuestra historia, mantenga la boca cerrada respecto a la lista de casos abiertos de Pedro Sánchez y familia, ministros, allegados y amigos, por robar el dinero público, tanto de los impuestos de los ciudadanos como los fondos europeos, a los que el Tribunal de cuentas no puede seguirles la pista.
Con tanto robo a mano armada por parte de la mafia sanchista, no hay dinero para reponer a los médicos y personal sanitario en general que se han ido jubilando en los últimos años; ni para cubrir las plazas de policías y bomberos; ni para el Ejército que el sanchismo ha conseguido desprestigiar y convertir en un juguete a su servicio. Como tampoco hay para cumplir con los gastos de Defensa que corresponden a España. Y aquí empiezan los recelos hacia el presidente Trump, que no está dispuesto a que Estados Unidos cargue con el gasto. Es casi ilógico que yo hable de esto, habiéndome declarado pacifista. Pero, en el mundo dual que nos tocó vivir, existen las guerras y enemigos de los que tenemos que defendernos, y para ello se necesitan armas. Decir lo contrario sería ser hipócritas. Los enemigos a los que aludo seguro que en el plano espiritual son hermanos, pero esta es otra historia. Continuando con el tema de Defensa, no es lógico que los impuestos de los ciudadanos de Wisconsin, por poner un ejemplo, se empleen para compensar lo que nuestros gobiernos de Europa escatiman. Y, encima, la subida de aranceles. Pero, nos guste o no, los estadounidenses lo han elegido para que les saque del hoyo y retornar a la época dorada.
Dejar de comprar petróleo a Venezuela y aprovechar los recursos energéticos del país, explotar tierras raras, así como eliminar los proyectos de energía eólica son medidas de diez, que los tibios de la sostenibilidad y demás memeces “verdes” habían vetado, para cumplir con esos dogmas estúpidos del cambio climático. A este respecto, el abandono del Pacto de París sobre el clima también merece aplausos, aunque es una medida sin demasiadas consecuencias, al menos inmediatas. Pero es toda una declaración de intenciones.
Cosa distinta es el abandono de la Organización Mundial de la Salud. Donald Trump ya había prometido en la campaña de 2020 que si ganaba las elecciones Estados Unidos se desmarcaría de la OMS y dejaría de aportar fondos en febrero de 2021. No pudo ser, pero ahora se dispone a cumplir su promesa. Salirse de una de las organizaciones más corruptas que existen, y nada menos que la vela y guarda de la salud de los ciudadanos del mundo, merece más que un aplauso. Sería deseable que cundiera este ejemplo, y otros países miembros optaran por el abandono o, en su defecto, por una fumigación a fondo.
Las deportaciones masivas y el despliegue de tropas en la frontera sur, algo tan polémico en el moderno universo del buenismo, son medidas necesarias para mantener el equilibrio y el orden. Ojalá España enviara las tropas a las fronteras de Ceuta, Melilla y Canarias para proteger el territorio y a los españoles. Ya no caben más inmigrantes en las islas ni en los pueblos de España, sin oficio ni beneficio. Y los mayores perjudicados son los inmigrantes legales. Por eso los hispanos han votado masivamente a Trump.
La expulsión de los inmigrantes ilegales que han cometido delitos es de sentido común. No se comprende tener a los delincuentes ilegales sueltos o incluso en las cárceles. Soy consciente de que no es políticamente correcto expresar estas ideas en el mundo de la antiutopía actual. Pero es necesario. Europa ha sido invadida y está patas arriba, con gravísimos problemas producidos por una generosidad mal entendida por parte de los ciudadanos y “muy bien entendida y dirigida” por los conocedores y ejecutores del Plan Kalergi. ¡Ay, si hubiera más políticos con agallas! Es una desgracia que la Unión Europea sea un filón de corrupción para los mafiosos que la lideran. ¡Qué bien si tuviéramos un presidente de este perfil en España! La gentuza comunista del gobierno, sirve a la maldad y odia a los ciudadanos; salvo a los okupas y a los delincuentes.
La eliminación de la imposición de los coches eléctricos es una medida que todos aplaudimos. No tiene ninguna lógica. En primer lugar, porque lo del cambio climático y la huella de carbono son falacias creadas ad hoc para cambiar el mundo, según el diseño de los psicópatas de la Agenda 2030: esos desalmados que llevan a Sánchez del ronzal, llámense Bill Gates, George Soros o Klaus Schwab, de los que recibe órdenes y que, posiblemente, en breve, lo dejen caer. Ya está lo suficientemente exprimido.
Los coches eléctricos son un fraude, dicho por los propios ingenieros; contaminan mucho más; son más caros y, además, no hay puntos donde cargarlos. Son un completo atraco a los ciudadanos. Ojalá esta medida nos hiciera despertar.
No es de extrañar que Trump en sus primeras declaraciones a la prensa haya incluido a España en el grupo de los BRICS, ya saben, los comunistas Brasil, Rusia, India, China… Me partí de risa cuando lo escuché. Ignoro si el comunicado de la agencia Europa Press tratando el hecho como un lapsus de Trump, fue para dulcificar la situación o así lo creyó el periodista. En este caso, qué ingenuo; y qué desconocimiento del lenguaje no verbal. Una sonrisa burlona se adivinaba en el gesto del presidente. Mucho va a tener que hacer Ayuso para cambiar esta idea de España. Su partido no le ayudará mucho. Hay que reconocer que a Feijóo eso de rezar no le encaja demasiado; sintoniza más con la subcultura woke. Prefería a Kamala Harris. Pero esto es algo que desconoce su masa de votantes, a la que no merecen.
Muy interesante la medida de eliminar el teletrabajo masivo y el regreso a las oficinas. Es cierto que trabajar en casa es muy cómodo, pero existen contraindicaciones de salud tanto físicas como psicológicas, y esto es algo que ya se está viendo en las consultas de los profesionales de la salud mental; aparte del aspecto de ciudades fantasma y sin vida. Los impulsores de la Agenda 2030 quieren al ser humano quietito, en casa, recluido, medio confinado, atado al pesebre, sin moverse de un lado a otro, aislado, sin molestar demasiado. Bienvenido el retorno al trabajo fuera de casa.
A pesar de que una buena parte de estas iniciativas podría haberlas puesto en marcha cualquier presidente republicano de hace unos años, la gran novedad de Donald Trump y casi lo más escandaloso es lo que podríamos llamar la “reversión de la moral woke”; el adiós a todas esas políticas infectas –género, sexo indeterminado, cambio de sexo y hormonación de menores, hombres que se registran como mujeres para competir en torneos femeninos o para entrar en cárceles de mujeres y adoctrinamiento de niños en los centros escolares sobre estas materias–, con las que nadie en su sano juicio está de acuerdo y que, sin embargo, la sociedad ha tenido que tragar e integrarlas como avances sociales, porque así lo impone la ONU y la dictadura de lo políticamente correcto que ha llevado a los países a legislar sobre estos extremos.
Así, a partir de ahora, en Estados Unidos, por orden ejecutiva, habrá solo dos sexos: masculino y femenino. Se acabó, por tanto, el surrealismo de niños, niñas y niñes, los binarios y los indeterminados, y se eliminarán los programas de diversidad, equidad e inclusión. En consecuencia, queda abolida la paridad, el sistema de cuotas y la obligación de incluir negros, chinos o hispanos. Es decir, las listas y los cupos estarán determinados por el mérito y la capacidad y no por el sexo o el color. Es una vuelta a la cordura. No es de extrañar que las oportunistas e injuriadoras del “me too” y la tropilla hollywoodense estén echando espuma por la boca, Han comprobado que no tienen el beneplácito de la sociedad y tendrán que irse con la música a otra parte. Hay otra promesa del presidente de Estados Unidos relacionada con la persecución a los pederastas y a cuantos trafican con niños. No vamos a ahondar en esto ahora.
Todo lo expuesto y su valoración positiva no quiere decir que estemos completamente seguros de que estas medidas van a ser ejecutadas. En primer lugar, sabemos que existe un complot para impedir que el presidente pueda concretar su plan de campaña. En segundo lugar, si ha sufrido tres atentados, puede ser víctima de uno más, con menos suerte. Estados Unidos tiene una casuística sobre magnicidios más que respetable. Tampoco podemos perder de vista que a Donald Trump lo mueven ciertos hilos invisibles, como al resto de mandatarios, por lo cual no podemos conocer a fondo las intenciones de quienes no dan la cara abiertamente. Cuenta con gente muy valiosa en su gabinete y ese es un activo importante; entre ellos cinco o seis católicos. Sin embargo, sigue rechinándonos la figura de Elon Musk. Posiblemente sea por los datos que tiene en su poder; no hay que olvidar que es el dueño de X, el antiguo Twitter; pero es un enigma. Podría decepcionarnos, es cierto, pero estamos en una situación tan fuera de rumbo, en una locura colectiva y política tan abrumadora que la esperanza puede más que el resto de suspicacias.
Ojalá surgiese en nuestra sociedad un remedo de Trump y nos devolviera lo que nos han robado en todos estos años, sobre todo, la esperanza de que es posible volver al orden y a trabajar por el bien y lo justo.
Todos estamos encantados con la idea de recuperar terreno a la demencia soberbia «progresista», terreno que ganaron a base de corrupción y programación mental y gracias a una generación entera de calzonazos. Pero parece bastante claro que este sujeto es un gran mentiroso que se dedica a organizar un «orden mundial» que está lejísimos de ser lo que nos conviene.
Era ÉL el que estaba en la presidencia de EEUU en los prolegómenos de la plandemia, durante su fase paroxística, y durante el lanzamiento vacunero. Afirmó haber dado «positivo», haber hecho cinco ciclos de remdesivir (el gran asesino de la plandemia), y ser «el padre» de la «vacuna».
Con él las redes estaban en su apogeo de censura. Las elecciones fueron en noviembre de 2020. Con él se desarrolló toda la plandemia con toda la censura; miente Zuckerberg cuando dice que le obligaba Biden. Él tenía la oportunidad de arrastrar masas a otra red, y no lo hizo hasta que le suspendieron la cuenta, tras el numerito del Capitolio.
Tuvo cuatro años para hacer todas esas cosas que se suponía que tenía que hacer y NO las hizo, salvo salirse de la OMS pero luego aplicar todas sus «medidas». Las hace ahora en cuestión de días, como elefante en cacharrería.
Y no para de mover palancas para el «Gran Israel» (fue él el que trasladó la embajada a Jerusalén), al gusto de los judíos, corrompiendo el lenguaje: ellos son «expulsados» de las naciones, pero a los habitantes de Gaza y Cisjordania los «realojan», o los «desplazan». Él es el amiguito de los marrojudíos que tenemos como desagradables vecinos al sur, los arma, los apoya y legitima su asqueroso expansionismo supremacista.
En resumen, la plandemia es la prueba del algodón, y la tiene suspensa, y el amiguismo con Israel (y sus satélites como Marruecos) es la otra prueba del algodón, y lo saca negro.