¿Puede un país de gente supuestamente normal convertirse en una dictadura de lo más imposibilitante para cualquier cosa? La respuesta es sí y se trata en este caso de explicar los mecanismos que explican esta transformación en los rasgos psicológicos de quienes lo están permitiendo. Llevamos viendo cómo algunos hechos distópicos se dan y se convierten en normales, incluso de lo que sería el sentido común de los que formaran parte de esa sociedad, siendo el verdadero raciocinio propiedad de los verdaderos disidentes del poder, frente a los falsos héroes de una sociedad con las neuronas carcomidas. Casi nadie protesta frente a lo que se considera que es un fragrante abuso de poder, incluso con tintes fascistas, tratando de adaptarse al nuevo contexto social, aunque ello obligue a borrar de un plumazo todo lo que se creían antes para llegar a abrazar nuevas teorías socialistas propias de un psiquiátrico.
Lo cierto es que para entender este disparate hay que empezar a ver cómo nos puede entorpecer una emoción. La mayoría de las personas que forman parte de la masa, que es objeto de experimentación por parte de ingeniería social, se caracteriza por el uso de sus sentimientos como motores de ignición de sus pensamientos y creencias, es decir, que aquéllos se transforman en ideas. Lo peligroso de ello es que quienes encajan en este patrón, lamentablemente la mayoría de los sujetos, carecen de la capacidad de análisis crítico o de valoración de la experiencia en clave de cuáles fueron sus esquemas mentales, sus sentimientos más profundos, sus reacciones y su impacto. Hay una falta de consciencia que se proyecta en un mecanismo de automatismo endémico, de búsqueda de la seguridad, de la zona cómoda en la que se buscan emociones tranquilizadoras que conducen a pensamientos muy infantiles en su naturaleza.
Cuando el hábito es la clave para entender la mente mundana tenemos un problema muy serio. El sujeto mundano entra en un proceso entrópico de una estructura cognitiva altamente compleja que se estructura por sí misma a manera automática, en el contexto de la idea obsesiva “quédate y no te muevas”. Todo miedo que se tenga no es más que una señal que avisa del grado en el que cada cual se aleja de su centro de seguridad, del grado de predicción, aunque llegue a ser mágico y absurdo. Para ello es necesario que el sujeto se aleje de sus situaciones fóbicas, las cuales se transforman en auténticos fantasmas que son tan reales que forman parte de sus venas y de su carne. Esa incapacidad de comprenderlos, como si fuesen de otra dimensión, obliga a desarrollar técnicas obsesivas de control mental para evitar salirse de la tierra plana en la que sus vidas acaban convirtiéndose.
Toda emoción que no encaje, es considerada enemiga, peligrosa, puede llevar a la misma muerte de su estatus de vida, si está ligada a factores económicos que tan falsamente generan esa turbia y falsa sensación de que todo está en su lugar, cuando, en realidad, todo está cabeza abajo y nada tiene sentido. El problema reside en que el sujeto confunde su seguridad con la que le otorga el sistema dado que la concepción de la propia personalidad se olvida de la parte espiritual; los seres humanos tienen un lado de alma al que no pueden renunciar porque es eso lo que los hace seres comunes, únicos y unidos a la misma fuente; cuando el ser pone la prioridad en lo material y se olvida de su espíritu, cuando prefiere nadar en la inmundicia de su miedo sin respirar oxígeno, cuando transforma su conciencia en una entidad cancerosa, toda emoción es del mismo tipo. No hay amor, no hay empatía, las emociones que podrían ayudar a la construcción del ser en sí, son todo lo contrario; son entidades ajenas a nuestra verdadera naturaleza y se opta por autodestruir nuestras mentes, se sustituye el amor por el odio, el resentimiento y el deseo de venganza y es en éste donde se encuentra el sentido de la existencia, aunque no de manera quizás muy evidente, bastando la ignorancia del otro en forma de atroz egoísmo y no de reconocimiento del otro como ser humano. El ser cae entonces en la trampa de su propia mentira y, lo más peligroso, su engaño es su alimento. Cualquier dios que se busque en esta matrix es falso y es una construcción ilegítima pues no hay escape porque cada cual ya decidió que el camino del mal es su sendero, sin conciencia ni del daño ni de la abismal ignorancia que habita en su ser.
¿Pueden estos seres llegar a ser psicópatas o una variedad de ellos? Muy a diferencia de los que tienen conciencia de su satanismo y sed de odio, así como su voluntad de disfrazarse de ángeles salvadores, pueden provocar tanto daño como ellos y es precisamente ese egoísmo aprendido, esa necesidad de que cada cual ha de protegerse a sí mismo y olvidarse del resto, ante un sistema creado con esa intención (confundir, deteriorar el sentido común hasta hacerlo añicos, generar el caos, la sumisión al amo y señor de nuestra vida, el mismo Satanás), las que convierte a estos seres en agentes muy peligrosos pues esas emociones, a las que antes me refería, pueden ser perfectamente impuestas con el dolor que sufre el ganado que va a ser cortado en pedazos, convirtiéndose en servidores de entidades oscuras y que los conducen a convertirse en sus propias sombras, amorfas, sin nombres y con un número de caducidad hasta que dejen de ser alimento para los demonios.
Decir entonces que la ingeniería de masas tiene ese ingrediente de perversión, de oscuro presagio, de uso de la esclavitud durante siglos, no es descabellado, al igual que tampoco resulta decirlo si una parte de esa masa adormecida prefiere vivir de su propia muerte, la de sus ideales, sus sueños, su valor, su fuerza y de vivir más allá de su comodidad, aún a riesgo de perder su vida por el bien de los otros, como ejemplo de su valentía y de su espíritu.
Es esta masa sin forma y sin contenido la que hace real el sistema social más horrible imaginable, con la mayor cantidad de crueldad justificable por el ben común. Lo malo de todo ello es que ese dolor, frente al cual el sujeto crea una anestesia o formol que conserva su carne para ser luego consumida a través de sus miedos, no acaba y, del mismo modo que la caridad no tiene límites, igual ocurre con el mal cuyo fin es la destrucción del alma humana y de todo lo que sea propio e identificativo de ello en cada uno de nosotros. Imaginemos el infierno en vida y llegaremos al escenario final.
Los gobiernos, que ya no son tales sino emisarios de las oscuras fuerzas que dirigen le proyecto satánico de la humanidad, van desarrollando el plan paso a paso y la gente traga con la boca cada vez más grande y dilatada, hasta engullirse a sí misma como si fueran agujeros negros, la oscuridad absoluta de nuestro enemigo.
¿Lo vamos a consentir? ¿Vas a atreverte a abrir los ojos y darte cuenta de tus cadenas?
España ya no es una dictadura, es una de las peores tiranías del mundo y tenemos al tirano más psicópata y malvado además de embustero y mentiroso, pero da igual que cambien de tirano ya que todos trabajan para el mismo amo que es BlackRock Vanguar y utilizan a la satánica ONU y a la Organización Mafiosa de Sicarios (OMS)para lograr sus objetivos de someter a la humanidad a la dictadura más cruel, quieren decirte lo que tienes que hacer, lo que puedes comer y cobrarte por respirar, sin Co2 no hay vida pero llevan años adoctrinando en los colegios en universidades y en los medios de comunicación terroristas diciendo que es malo y quieren reducirlo a cero, me pone de mala leche cuando escucho hablar a la gente de cambio climático y de pandemia, aquí en Galicia la mayoría se lo traga todo y siguen hablando de pandemia y si la tele dice que hace mucho calor aunque haga frio, la gente tiene calor, a esas personas no se le puede decir nada ya que son tele creyentes.
Acabo de hacer una publicación en mi Facebook apelando a lo que los españoles hicimos durante el siglo XIX y reflejado en el Manifiesto «¡Viva España con honra!» firmado en Cádiz el 19 de septiembre de 1868: acudir a las armas. Los hechos que provocaron el manifiesto podrían ser, perfectamente, el telediario de hoy.
A ver si aprendemos un poco del espíritu de 1868.