Para entender en profundidad la historia de la izquierda hay que analizar una serie de acontecimientos que pasamos por alto, que algunos hemos estudiado y que nos han explicado mal, como una sucesión de hechos pasados, porque hasta en la filosofía nos han mentido. Le invito que haga un viaje por escenarios ocultados y desconcertantes.
Tras la revolución francesa, la masonería quiso transformar el mundo y el modo en el que ha sido visto. Del mismo modo que quisieron generar el modelo del nuevo orden mundial, su plan era investigar el mundo de la razón y de la esencia de la filosofía. Nada de lo que nos dicen los grandes pensadores es una casualidad y todo está regido por las propias trampas, especialmente desde los illuminatii y la creación de las logias masónicas.
Tanto el empirismo de Locke como el subjetivismo de Hume, el introductor de la intuición, fueron hitos en la comprensión del mundo, partiendo de patrones en busca de lo racional, o, mejor dicho, de lo esencialmente, humano. La ruptura de los parámetros de lo cognoscible era uno de los propósitos de los grandes pensadores, encargados de lograr que el hombre fuese un dios o un ser superior. El primero en distorsionar dicho concepto fue Kant.
Me imagino la intrascendencia que el lector puede ver en estos hechos que estamos tratando, pero dado que, según la filosofía de la masonería, la razón es el instrumento del hombre para llegar a la verdadera noción de la verdad, se buscaron varias formas y ésta fue la primera en emplearse con cierto criterio científico, es decir que se trataba de hacer una investigación en lo ontológico al nivel más profundo. La obsesión del conocimiento es la clave, la misma que hizo que Fausto vendiera su alma al diablo.
El idealismo alemán hunde sus raíces en dichas pretensiones. Enmanuel Kant (1724-1804) nos dice que ni la intuición ni la percepción sensorial conducen al conocimiento. Para él, cuestiones como el tiempo o el espacio o la relación causa-efecto son elementos independientes, incluso si no se ha realizado el juicio, el cual requiere de elementos a priori, es decir, asentados antes de comenzar a evaluar. El fin es llegar al concepto y, para alcanzarlo, se requiere que tengan una materia, lo cual hace imprescindible una especie de representación. Se requiere entonces de una sensibilidad a priori, es decir de una especie de espíritu que Hegel detallará mejor, que sirve para unirlas, como si se tratase de un acto de imaginación, que ayuda a sintetizarlas, lo que la convierte en una pieza más útil que la misma intuición. Es lo que nos señala que lo que pensamos se refiere a objetos en el marco de la deducción trascendental.
Incluyamos ese espíritu que hace surgir la coherencia entre ellas como una ideología, como un modo de que cualquier razonamiento no sea válido per se, si no tiene una autorización dogmática. El hecho de que exista un líder, alguien que decida dónde está la verdad, que razonamiento es válido y cuál no, que nos otorgue esa sensación de veracidad y de estar en lo exacto, a nivel abstracto, ni tan siquiera comprensible pero supuestamente existente, incluso para la misma mente de Kant, nos introduce en el mundo donde la ideología, por absurda que sea, puede convertirse en una prisión para muchas mentes y eso es lo más peligroso pues el ser humano se vuelve esclavo de su propia mente, supuestamente superior por haber alcanzado niveles espirituales y distópicos. ¿No es eso el pensamiento de la izquierda?
Pero vayamos un paso más allá. Cuando Hegel (1770-1831) nos introduce el concepto de su dialéctica, al mismo tiempo incluye la segunda pieza que esclarece la tendencia filosófica germánica hacia el idealismo, la eliminación de la barrera entre los conceptos que nos señala Kant, uniéndolos todos en el concepto del espíritu, como conciencia en sí, como creador de la realdad, pero la de contradicción. Su fuente de inspiración es el mismo Heráclito (535 ac- 480 ac), el cual señaló que el mundo está en constante movimiento y cambio. La gran pregunta es qué clase conciencia nos podemos hacer si todo está en cambio perpetuo, si la verdad viene de otro elemento que no es ni la percepción ni la experiencia, sino de lo que podríamos describir como mucho más complejo. Por lo tanto, quien no siga la corriente queda confundido dado que la percepción es una sucesión de elementos, muchos de ellos contradictorios, de modo que lo que vemos no es lo que vemos ni lo que nos encontramos después. Una traducción de ello en el plano real puede conducir al análisis superficial de lo que vemos pues no le damos valor, así como puede ocurrir con las ideas que empleamos como meros papeles de usar y tirar. ¿Será por eso que muchas personas hacen análisis completamente superficiales pues no alcanzan el sagrado espíritu de Hegel o fue una forma de hacernos creer que los que no lo alcanzaron éramos sencillamente estúpidos por no ser racionales?
Pero para lograr el conocimiento se necesita del concepto de los opuestos y de la desaparición de ambos elementos, para crear una síntesis o un nuevo elemento superior. Ejemplos: enfrentamiento entre el proletariado y la burguesía, o entre proletariado y la clase judía, siguiendo las normas de la secta de Thule, de donde nacieron las ideas antisemitas. En el primer caso el comunismo como régimen ideal y superior, en el segundo la segunda guerra mundial. ¿Casual?
El análisis del siglo XIX, que será objeto de la tercera parte de este artículo, se verá como una implementación perfecta de la perversa visión de la filosofía germánica, de la instauración del estado prusiano, de la lucha de clases y del perfeccionamiento dogmático por parte Karl y Engels, cuyos secretos saldrán a la luz.
Las posteriores críticas a la religión cristiana, por parte de Feuerbach, al considerarla un simple delirio y entender al amor como una enfermedad inútil con ideación paranoide subyacente, el mismo que escribió en 1840 un documento contra las judíos, al igual que hizo Adolf Hitler, o el modo en el que Stirner nos decía que lo único que podía salvar al hombre es el egoísmo para obtener todo el derecho, pues una parte constituía la peor de las esclavitudes imaginables, son otras perlas de las consecuencias del idealismo alemán o prusiano. De hecho, la guerra franco prusiana fue la batalla entre dos modelos: el de Hegel, asentado en el estado alemán, basado en la fuerza de las instituciones oficiales, y el comunista, residente en la comuna de París, cuando en 1871 Prusia ganó. Ninguna casualidad y otro movimiento de ajedrez de la familia Rothschild.
Para entender los entresijos de la izquierda hay que retroceder a la revolución francesa y sus principios, hay que ver los intentos por modificar el pensamiento humano con teorías más allá del bien o del mal, más allá de nuestras inocentes y pecaminosas percepciones y el modo en el que la revolución francesa se reprodujo en Francia en 1830 y en 1848, incluso en la misma época en la que Feuerbach era amigo de Engels, cuando toda Europa era un incendio revolucionario dirigido por Karl Marx, desde Londres, ciudad que, por cierto, nunca abandonó.
Todos los principios de la manipulación de masas beben de estas fuentes, todo el pensamiento del siglo XX es un desarrollo del mismo modelo teórico y no digamos ya del que se está creando en el siglo XXI, momento en el que se impone un nuevo marco de sociedad. ¿Vas a ser agente activo o pasivo? Por otra parte, aquel que no conoce su historia está condenado a repetir sus errores y un pueblo sometido a la mentira, como ocurre desde hace siglos, está condenado a ser esclavo.
Continuaremos la saga de la historia.
Conforme la historia vaya develando a modo confesión cada una de sus oscuras torceduras, es cuanto más se acrecienta el asco de una sociedad que se desespera por encontrar algún ángulo honroso, digno y por lo visto inubicable. ¿Será precisamente (digo yo), que los que descubran este hediondo fiasco tratan de configurar para sí y los suyos un círculo interpersonal que, a la larga reclute (y sin querer) a dizque líderes que distorcionen la causa de la verdadera liberación y con ello se crean mas bien, nuevos matices de sectas y grupetes de nuevos títeres?. ¿Dónde termina ésto?