Vender el alma al diablo o hacer pactos con él lado oscuro no significa necesariamente participar en una misa negra o en otro tipo de rituales de sangre que algunos grupos practican desde tiempos inmemoriales. No se trata de actos exclusivos de las sociedades primitivas o de la Edad Media. En nuestros días constituyen una lacra social, aunque el ciudadano corriente lo desconozca. La Interpol sí sabe mucho de esto y, en cierta medida, lo persigue; pero es una patata caliente, dado que los involucrados en estas prácticas de tortura, sangre y muerte –en las que intervienen sustancias psicotrópicas ancestrales y drogas más modernas—, son personajes muy poderosos que, entre sí, se protegen. No es ningún mito ni leyenda urbana, y se podría decir que la realidad supera a la ficción. No entraremos aquí en el tema de los sacrificios y su rentabilización por cierto tipo de personajes para obtener poder.
La práctica del Mal, no obstante, no requiere un compromiso explícito, ni sangre, ni parafernalias extrañas, aunque sí implica un pacto tácito de intención, muy potente a nivel energético, emocional y conciencial, que se manifiesta en hechos y actitudes; en definitiva, en una manera de pensar, de sentir y de vivir. En síntesis, significa aceptar las consignas del lado oscuro y los vicios del alma, frente a la práctica de la virtud y el camino recto.
Es cierto que, en estos tiempos de fin de ciclo regidos por un relativismo intruso que afecta a todos los niveles de la existencia, la sociedad se encuentra en un desierto de valores, donde reina la confusión y el sinsentido. En un corto espacio de tiempo se han perdido principios individuales y sociales, difícilmente recuperables. En algunos aspectos, nuestras sociedades del bienestar están involucionando hacia estados de barbarie, en el sentir, y en el actuar.
Volviendo al primer párrafo del redactado y a su título, algunas ideas y actitudes de la vida cotidiana, refrendadas incluso por la ley, están relacionadas directamente con este compromiso con el Mal, aunque no se haya pactado explícitamente o, por dejadez o negligencia, se ignore que se está incurriendo en un error con graves consecuencias.
La conjura contra la vida instaurada en el mundo llamado civilizado, con la anuencia de nuestros votos y nuestro silencio es la mayor aberración de nuestro tiempo. Cada vez que una persona enferma, discapacitada o vieja recibe una sedación con la intención de poner fin a su existencia, se está celebrando un ritual satánico encubierto; una inmolación a las fuerzas del lado oscuro. Y cada vez que una mujer acude a que le arranquen el hijo que lleva en sus entrañas, hay aplausos en el inframundo; entiéndase de manera literal o figurada. Hay que rescatar el obsoleto sustantivo “matasanos” para designar a quienes realizan estas prácticas aberrantes.
Hemos elegido las palabras del gran Hipócrates, considerado el padre de la Medicina, para poner el colofón a este escrito:
“Jamás proporcionaré a persona alguna un remedio mortal, si me lo pidiese, ni haré sugestión alguna en tal sentido; tampoco suministraré a mujer alguna un remedio abortivo. Viviré y ejerceré mi arte en santidad y pureza”.
Esto decía el sabio griego hace 2.500 años. Es paradójico que los médicos actuales hagan el Juramento Hipocrático y, sin embargo, se presten a horribles prácticas, tan opuestas a lo que juran. ¡O quizá no lo juren ya, por considerarlo obsoleto! ¿Quo vadis, médicos del mundo? No quisiéramos cargar con vuestro karma.
Aunque parezca un anacronismo hablar del diablo en estos tiempos de la inteligencia artificial y el metaverso, la verdad es que este personaje está de plena actualidad; no solo por las acciones que se producen a diario que llevan su impronta, sino por la exposición pública y protagonismo que le dan sus adoradores y seguidores. Basta con asomarse a alguna de las carrozas del orgullo gay, de Halloween, de Carnaval o incluso a actos institucionales y políticos, como los Juegos Olímpicos. Lo subliminal influye en nuestras vidas mucho más de lo que creemos. Pero esto, además, incluye lo explícito.
Vender el alma al díablo, lo harán muchos pero el diablo es burlón ,engaña y cobra sus deudas…
Cuando lo considere te lleva con el al infierno,como a todos los gobernantes satanicos,que tarde o temprano se van con el.
Quizás esa sea la justicia divina del que obra mal y se recibe su merecido