domingo, diciembre 22, 2024
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La Navidad, como escándalo imposible

Por Alfonso de la Vega

Vulgar, descuidada, hortera, inapropiada, fea, estulta, narcisista… Tales son algunas ideas que sugiere la foto postal de felicitación de la Navidad de la Casa Real en la que aparecen cuatro figuras sustitutivas del buey, la Virgen, la mula y de un San José sin barbas. No hay niño recién nacido, por lo que la estéril audacia simbólica queda resaltada. Vulnerada la iconología sagrada tradicional, nada demasiado novedoso respecto al proceso de entronización de la agenda 2030 cabe encontrar en la felicitación en la que muestra como se desmarca del Catolicismo que constituye la seña histórica de identidad tradicional de la Corona española. Incomprensible desde el punto de vista espiritual, moral, político, histórico o estético, ese público divorcio del Cristianismo. 

Esta actitud no deja de ser escandalosa, pero para otros que quizás por desgracia los más en este momento histórico, el escándalo es la propia Navidad que viene a trastornar nuestro atolondrado y agitado pasar y viene a hacer patente algo que se nos quiere hacer olvidar: la propia existencia del alma humana, la buena nueva revolucionaria de que el hombre es un alma viviente. En efecto, no se trata solo de la inconsciencia de cada individuo sino del sentir de los tiempos. La afirmación no chocará ya que desde hace un par de siglos se nos ha hecho creer en la inexistencia del alma. Muchos psicólogos presos de una pura contradicción en términos pretenden una psicología sin alma. Una ciencia del alma pero desalmada, sin su objeto de estudio y conocimiento. La muerte del espíritu que decía Álvaro Mutis, considerado no como algo existente por sí mismo un epifenómeno de la materia al reducir la psique a un fenómeno anatómico o bioquímico, una secreción glandular, trastornos metabólicos, hormonales u otros. Una materia que hoy tendría atribuciones antes consideradas propias o características de la naturaleza divina.

Aparece así la cuestión de la educación en general y psíquica en particular del hombre español y occidental cada vez más desligado del sentido de lo numinoso, incluso ya relegado de sus muchas manifestaciones externas anteriores de una religiosidad socializada, de la que queda, transformada en otra cosa, la propia celebración de la Navidad que de ser consciente anularía los planes globalistas de servidumbre. La Navidad es lo opuesto a lo que la degradada civilización decadente anti tradicional nos muestra. Por eso no deja de ser un escándalo que intenta neutralizar mediante la trivialización, el consumo exacerbado o incluso la relegación, sustitución o prohibición de sus símbolos.

La Navidad debiera ser la gran fiesta del esoterismo verdadero “El reino de Dios está dentro de vosotros”. Cuestión aún más importante tras un exoterismo deteriorado por el poder especialmente después del concilio Vaticano II que ha desnaturalizado la liturgia o el Arte sagrado y ha resultado presa de un intentar adaptar la religión y lo numinoso a la moda, al signo de los tiempos o lo políticamente correcto, cuyas lamentables consecuencias son tan patentes ahora con Bergoglio.

Para el mundo contemporáneo en proceso de devastación, la Navidad en su genuino significado es un escándalo porque el cristiano en el ejercicio de su libertad inspirada se convierte en protagonista del bien como actor en un drama universal. En palabras de Cervantes: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

O las más recientes de Donoso Cortés: “Cuando hablamos de la libertad del hombre, no hablamos sólo de aquella libertad particular y contingente que suelen otorgar las constituciones políticas sino también de aquella otra altísima, incondicional, universal, completa y absoluta que reposa en el escondido santuario de la conciencia humana; que está allí porque Dios la puso allí con su propia mano fuera del alcance de la tiranía, y lo que es más, fuera de su propio alcance…

Como también el sagrado Misterio y sus protagonistas quedarían fuera del alcance de Herodes. Importante lección para el que no se resigne a ser un esclavo embrutecido al servicio de una plutocracia desalmada.

La Navidad es una invitación a unirse a las fuerzas espirituales de la naturaleza, a ese sol naciente, indestructible y fuera del alcance de la ambición o de la codicia humana, a esa concepción de “Dios en nosotros” del genuino esoterismo tradicional.

No son solo especulaciones anticuadas de nuestros místicos. Desde su práctica profesional el Doctor Jung postulaba que era un hecho que conocer y experimentar la existencia de ciertas imágenes interiores abre, tanto al entendimiento como al sentimiento, un acceso a esas imágenes que la doctrina religiosa presenta al hombre.  O de la paradoja como forma de acceso espiritual. De la vivencia de los opuestos como experiencia de la totalidad. El arquetipo de Dios está en el alma, que por su naturaleza posee una función religiosa de modo que la misión más elevada de toda educación consiste en llevar a la conciencia ese arquetipo de la imagen de Dios. Para posibilitar esta visión interior hay que abrir el camino a la posibilidad de ver.

La Navidad sería una manifestación de ese arquetipo y una forma de energía que lo facilita. De la armonía del alma que habla y complementa al intelecto.

Para acabar estos apuntes cabe decir que, en consecuencia de lo comentado, también la Navidad constituye una especie test sobre nuestro estado de salud integral, por eso para muchos es motivo de desasosiego, incluso de enfado, aún sin comprender del todo la razón de ese profundo malestar. En parte puede explicarse debido a un noble sentimiento de nostalgia por los seres queridos que ya no están con nosotros como en un pasado recordado más feliz. Pero también ese desasosiego pueda deberse a que mediante la Navidad el alma nos interroga: ¿A quién sirves? ¿Qué estás haciendo con tu vida?

Preguntas esenciales que debemos hacernos todos y de modo especial ahora en Navidad.

 

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