miércoles, enero 1, 2025
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La guerra espiritual

Pongamos que llega, a tu mente, algo que te pone contento y piensas -¡Me gusta estar contento!-. Pongamos que decides quedarte en ese estado mental. Pasa un minuto, pasan dos, y tu sigues contento, y te sigue gustando.

Van pasando los minutos y sigues “saboreando” esa sensación de felicidad; y te das cuenta de que es expansiva. -¡Mira cariño, estoy contento!- Le sueltas a tu pareja, y tu pareja te responde -¡Pues yo no ¿Vale?.. Solo me faltaba eso, con el día que llevo-.

Te cortó el rollo ¿no? ¿Cuántos minutos fuiste capaz de mantenerte contento hasta que apareció “la circunstancia”? Tu pareja, con razón o sin razón, estaba negativa y te contagió, porque la negatividad también es expansiva. ¿Por qué no sucedió al revés? ¿Por qué no fuiste tu quién le contagió tu “buena onda”, tu “buena vibra”?

Pongamos que decides pasar por alto su comentario y seguir contento –Permíteme que siga contento– Le dices –Me gusta estar así-. Entonces te das cuenta de que has podido sobreponerte a “la circunstancia” y eso te lleva a pensar ¿A cuántas circunstancias más se puede uno sobreponer?

Si decides vivir contento, debes saber que vas a provocar tanta tirria como el que se cree guapo. Puede que, hasta personas muy próximas, que tu creías comprometidas con tu felicidad, te suelten aquello de –Baja ya del cielo, que ya lo tienes bien- (Son tan inconscientes que se empeñan en ponerte contento, si estás deprimido; y en deprimirte, si estás contento).

Las circunstancias, siempre son vivencias, experiencias que le ponen difícil, a uno, sentirse contento todo el tiempo. Puede que sea la pareja o no, la que actúe como circunstancia, puede que sea el jefe o no, puede que sean los amos del mundo o no. En cualquier caso, se puede decir que son zancadillas que nos va poniendo el diablo pues ¿quién si no él querría vernos bajar del cielo?

Te das cuenta de que luchar contra el demonio es luchar contra las circunstancias y de que la cosa no consiste en enfrentarse a ellas sino en algo, aparentemente mucho más sencillo, que es pasarlas por alto, trascenderlas (O como decía Jesús: poner la otra mejilla). ¡Y te das cuenta de que eso solo se puede lograr manteniendo la calma!

Si decides vivir contento te vas dando cuenta de la gran cantidad de circunstancias que se pueden superar. Verás diablos, a tu alrededor, intentando, por todos los medios, que pierdas la calma, que te alteres, y que dejes, por tanto, de estar contento. Hacen el papel de diablos, en el teatro de tu vida, sin darse cuenta.

Pero tu ya sabes que, para vencer al diablo, lo único que tienes que hacer es mantener la calma como también sabes que él quiere vencerte a ti y para eso debe hacértela perder. En eso consiste toda guerra espiritual: La alegría es expansiva y la negatividad también. El que está contento quiere expandir su felicidad hasta incluir en ella al que está enfadado; pero el que está enfadado suele tomarlo como una falta de respeto, como un intento de conquista, de invasión –Nunca me quitarás mi mala leche, nunca anularás mi personalidad. Antes seré yo quién te enfade– Y así sigue la guerra, a día de hoy. ¿Quién saldrá victorioso? Sin duda, aquel que entienda porque da igual llamar malvado al diablo, que llamarlo inconsciente.

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