miércoles, diciembre 11, 2024
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La catedral emergida

Por Alfonso de la Vega

Para comentar los sucesos del pasado sábado en París tomo el nombre de estos apuntes a Claude Debussy cuya catedral sumergida puede considerarse un ejemplo singular de música sacra, una inmersión en el mundo espiritual, en busca del arquetipo oculto de Dios. La catedral parisina de Nuestra Señora, joya del Arte Sagrado, ha sido estudiada a fondo por muchos autores y desde diversos puntos de vista y no es momento de intentar siquiera emularlos. El Arte Sagrado es una forma de revelación en el que la forma debe ser expresión adecuada del contenido, de la representación simbólica de la Realidad trascendente y no resultado azaroso de la arbitrariedad o ignorancia del artista. Ahora bien, la ceremonia de consagración efectuada posee un alto contenido simbólico que ofrece muchas luces sobre el actual estado de degeneración en el que nos obligan a chapotear. Y al que no es ajena ninguna nación sometida a la devastadora esclavitud de la UE como podemos comprobar en la anfitriona Francia.

Huérfano de genuina espiritualidad lo que vimos casi parecía un acto de naturaleza sacrílega. Allí, bostezando o con cara de aburrimiento o de a ver cuándo acaba este tostón, podía contemplarse un catálogo siniestro de la penosa oligarquía política corrupta y judaizante que domina hoy Occidente y está dando al traste con la civilización cristiana. Y todo ello en un recinto que más recordaba un museo o una sala de fiestas o exposiciones que un auténtico templo con sendos espacios y tiempos sagrados ajenos a la realidad extramuros.

El tenebroso Macron con su sonrisa satánica, el flamante presidente electo de EEUU con cara de asombro mirando al techo, Zelensky, ajeno a todo decoro, disfrazado de mamarracho, con indumentaria de mendigo o lumpen a punto de pasar la gorrilla pedigüeña, Señorito, deme usted un misil por caridad, tras la heroica gesta de prohibir la Iglesia ortodoxa en Ucrania. Sin embargo, faltaba el que de de modo tan paradójico comparado con otros pudiera hoy hasta incluso considerarse relativo nuevo paladín del Cristianismo en Europa, el malvadísimo Putin.

Entre toda esta galería de personajes célebres para nosotros los españoles hubo un momento de interrogante búsqueda de nuestros próceres representantes. Entre tanto personaje poderoso o célebre ¿Dónde me los habrían ubicado? Pues no, no había ninguno. Estaban reyes o significativos representantes de todas las casas reales europeas supervivientes, incluso de la morería africana. En ausencia por enfermedad del rey de Inglaterra, su heredero al Trono, pero nadie del reino de España. La pregunta: ¿Acaso no les han invitado? ¿Sus Católicas Majestades tenían otra cosa mejor que hacer ese febril sábado noche? ¿Estaban de incógnito limpiando fango en Paiporta? ¿Cada oveja con su pareja en destino oculto? Pero, si invitados no han querido ir, ¡qué ocasión perdida para lucirse en el candelero! Modelitos de Balenciaga y heroicos uniformes llenos de entorchados. Pero sí, sí que estaban invitados como no podía ser otra cosa. Sin embargo, sería demasiado estúpido y humillante poner la excusa de que el valido no les ha dejado ir: La prueba del golpe de Estado comunista en curso así como de la impotencia e indigencia moral e intelectual de don Felipe, incapaz de hacer nada para evitar la creciente tiranía. Claro que lo mismo ha sido por lo de la huella de carbono del falcón y la sostenibilidad de lo insostenible. Tampoco estaban el falsario y señora, lo que es de agradecer para ahorrarnos ese bochorno.

Sin embargo, no es cuestión de terminar estos apuntes a vuelapluma sin comentar aspectos eclesiásticos del evento convertido más en un pase de modelos político-oligárquicos que en una manifestación espiritual.

Aunque se ha salvado la amenaza de convertir la catedral en un palimpsesto reconvertido con “modernidades comerciales” ajenas lo sagrado como al principio se pretendía, no me ha gustado la modificación del espacio sagrado en el templo. Me recuerda lo del evangélico «sepulcro blanqueado» de los fariseos. Invitaba más a la devoción y la oración la luz atenuada para no deslumbrar la emergente del alma sumergida, el anterior color de la piedra con la pátina de siglos, impregnada de la devoción y oración de los fieles. Tampoco el demasiado minimalista altar que sustituye al anterior “pega” en espacio arquitectónico tan secular y solemne. Las formas geométricas decorativas obviando las cristianas parecerían más propias de una mezquita islámica o de la rendición a un ecumenismo mal entendido.

El templo es un espacio sagrado de disposición jerarquizada, ligado también a un tiempo sagrado, diferente del que pasa extramuros. Se debe encontrar en coherencia con la tradición religiosa propia. A veces se ha convertido en simple manifestación de poder temporal, tanto político como religioso, pues a lo largo de la Historia se suele observar el fenómeno de la estrecha simbiosis entre las castas sacerdotales y las políticas, que mutuamente se sostenían y protegían, tapaban las respectivas vergüenzas y reforzaban la común dominación sobre la gente. Es verdad que una de las características de la crisis actual es el intento de prescindir del Cristianismo.

Los templos de la antigüedad clásica eran la morada del dios o de la diosa en cuyo honor se habían erigido. Tales el famoso templo de Poseidón o Neptuno en  Sunion, el de Atenea Parthenos en la Acrópolis de Atenas, el de Apolo en Delfos, el de Diana en Éfeso o el de Zeus en Olimpia. Hoy parece que volvemos a esa concepción clásica, El pasado sábado Nuestra Señora se convirtió en el domus de la degenerada casta política que disfrutamos. Los nuevos dioses que obran caprichosamente sobre los humanos.

Creo que la ceremonia no favorecía la búsqueda de lo numinoso, de lo divino. Se asemejaba más a una mera  representación teatral, el calderoniano Gran Teatro del mundo o la ambición fatal de Lady Macbeth. Y hablando de ambiciones políticas no tengo claro la ausencia de Bergoglio.  Si ya lo dan por amortizado o se debe a problemas de salud.

Mención especial merece la peculiar indumentaria del oficiante y demás eclesiásticos. Sobre su pintoresca casulla existen diversas interpretaciones, todas ajenas a la liturgia tradicional. Para unos se trataría de un posible homenaje arco iris a la banda que aupó a Bergoglio al trono pontificio. Para otros parece propia de una pieza del panel de Alicia en el país de las maravillas. Sin embargo, a mí me parece que el diseño de la casulla y sus bonitos colorines ajenos a cualquier tradición obedece a un homenaje a otro juego: El parchís. Con el cinco salgo de casa. Con el seis quito puente y si te como cuento veinte. Como pista de interpretación de este arcano no hay que olvidar que el arzobispado de Paris ha prescindido de lucir las casullas del tesoro catedralicio para encargar la vestimenta “sagrada” a Castelbajac, un personaje famoso por vestir a Madonna, Beyoncé y Rihanna y otros artistas de las fiestas de Puff Daddy o similares.

¿Todo queda en casa? 

 

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