Una cuestión vital

Mientras anónimos epitrajeados siguen sacando cadáveres (¿Pues no decía la ministra que los cadáveres no suponen un riesgo serio?) conocidos políticos tratan de ocultarlos. Ahora resulta que no había muertos, ni en un centro comercial, ni en el otro. ¡Ninguno! ¿Quién puede creerlo, viendo como los sacan, de muchos aparcamientos mucho más pequeños?

Y los desaparecidos del principio, tampoco eran desaparecidos (Aunque no hayan aparecido). Lo único que sigue valiendo, desde el principio, es el número de muertos: Unos doscientos eran y unos doscientos siguen siendo. Ahí no hay variación aunque se sigan encontrando muertos.

Podrían haberlo dejado en “unos cuantos”: Dos o tres en el Bonaire y otros dos o tres en el de Alfafar. Habría sido más creíble y habrían dejado, en mejor lugar, a todos esos medios oficialistas que “informaron” que sí había muertos. Claro que, pensándolo bien, si esos centros comerciales van a seguir funcionando, mejor así, no sea que a alguien le dé “yuyu” volver a comprar allí. En cualquier caso, es comprensible que los políticos traten de escamotear cadáveres porque, al fin y al cabo, son los responsables. Ellos creen que, a más muertos, se les considerará más culpables y por eso intentan restar pero ¿No fue su tardanza en dar la señal de alarma y su tardanza en atender a las víctimas lo que causó la hecatombe? ¿No queda igualmente probada la tardanza, con más o menos muertos? Lo «jevi» es que todos vimos como se gestionó la crisis, casi en directo, gracias a los vídeos que subieron los propios afectados. ¡Todos fuimos testigos! Y todos imaginamos como se gestionaría, de suceder en nuestra tierra.

Si lo trascendente fuera el número de muertos, se podría haber averiguado, en los primeros días, de una forma muy sencilla: Contabilizando las “X” que los epitrajeados pintaron en los coches. Y aún cabría otra: Montar una manifestación, en la que un familiar represente a cada muerto o desaparecido.

Pero ¿qué me puede importar, a mí, el número de muertos, si el único muerto soy yo? Lo que más me importa es que, ahora sé como actuarían esos políticos si fuese yo el damnificado. ¿Quién sabe como lloverá mañana en mi tierra? A estas alturas, ya me es indiferente si hubo dolo o no, si se fabricó la tormenta o fue cien por cien natural, pues eso no cambiaría la tardanza en avisar y la tardanza en auxiliar, que fue lo que provocó la hecatombe.

Me da igual que se les trate de incompetentes, a los políticos, o se les trate de asesinos ¿O será mejor morir a manos de un incompetente que a manos de un asesino? Y me da igual que Maldita siga “desmintiendo bulos” (Por cierto, en su página recomienda que solo creamos a “las fuentes oficiales”. ¿Es Maldita una fuente oficial?).

Yo no puedo “desaber” lo que ya sé. Nadie ha podido nunca “desaber” (Ni siquiera existe el concepto, que sería algo así como “volver a no saber lo que se sabe”; es decir, volver a la situación mental anterior a ese momento de saber que nuestros políticos son, como poco, incompetentes, ineficaces, negligentes, o algo peor.

Sé perfectamente que mañana puede llover sobre mi tejado y puedo imaginar que me dejarán tirado como he visto que han dejado a mis paisanos; y con saber eso me basta y me sobra para comprender que estoy ante una cuestión vital. y aplicar, consecuentemente, el derecho que tiene, no ya todo ser humano sino toda criatura viva, a defender, como mejor pueda, su integridad y su vida.