Por Alfonso de la Vega
Un límite, una barrera, una membrana, una frontera, un muro son elementos necesarios para constituir algo vivo, bien sea una célula, un ser vivo, una nación, un sistema, crear orden o metabolismo en su interior y separarlo para individualizarlo y protegerlo del contorno extramuros. En algo necesario, en sí mismo no es malo, salvo que sea utilizado con motivos malvados. Hoy, 9 de noviembre, festividad de la virgen de la Almudena patrona de Madrid, se cumplen 35 años del derribo del muro de Berlín, espantoso y sangriento icono de la criminal represión comunista soviética.
Un acontecimiento histórico memorable que supuso un antes y un después, pero que paradójicamente no trajo al mundo la paz y prosperidad que se esperaban sino una nueva era de violencia reciclada mediante la sustitución del tinglado OTAN de los comunistas de la URSS por otros malvados oficiales a combatir. Así el terrorismo islámico más o menos impostado o de diseño, los antiguos habitantes de Palestina, el narco o China o Irán. Ahora aunque ya no hay URSS, y contra la opinión del propio Kissinger, otra vez se ha repescado a la Rusia de Putin en el club de los malos a combatir a mayor granjería del siniestro conglomerado militar que gobierna el deep state. Pero conviene seguir alimentando la rusofobia, acaso no tan diferente de la leyenda negra que padecemos los españoles gracias los mismos enemigos comunes.
En parte, el establecimiento USA siguió la postura de Brzezinski expresada en su libro El Gran tablero mundial, título con reminiscencias del antiguo “gran juego” entre el Imperio británico y Rusia del siglo XIX y parte del XX. Este libro de geopolítica publicado casi un decenio después de la caída del muro pero poco antes de la sospechosa demolición de las torres gemelas, se divide en tres partes. Teoría, aplicación y conclusiones.
Brzezinski pretende demostrar que no hay alianza posible en contra de EEUU puesto que la hegemonía norteamericana conviene a todos los países del mundo y no sólo a EEUU. Pero se inclina más por la seguridad represiva, militar a favor imperial que por la que ofrece la prosperidad y la paz de las sociedades.
En El Gran Tablero Mundial se plateaban varios postulados o axiomas básicos:
EEUU es la única superpotencia global militar, económica, tecnológica y cultural, y que Eurasia es el principal campo de juego..
EEUU es el único Estado que puede dominar la escena internacional. La única alternativa posible al dominio norteamericano es la anarquía global, no un mundo multipolar. El sistema internacional como un sistema unipolar con un actor dominante (EEUU) pero que no es el único.
La meta de EEUU debe ser avanzar hacia la creación de un núcleo político de responsabilidad compartida encargada de la gestión pacífica del planeta. Sería un sistema de seguridad para controlar las relaciones con toda Eurasia, con una OTAN ampliada vinculada con una debilitada Rusia en materia de cierta cooperación, todo ello enmarcado en una comisión de seguridad permanente que incluiría a EEUU, Europa, China, Japón, una Rusia debilitada y confederada, India y otros países importantes, aliviando así las cargas internacionales de EEUU que seguiría ostentando el control de todo el sistema. Como vemos en lo de la cooperación con Rusia falla la visión de Brzezinski puesto que la Rusia de Putin no se resigna a ser una reserva de recursos naturales o un vertedero o prostíbulo del mundo anglojudío como la de Yeltsin. Brzezinski pretendía la desmembración de la Unión Soviética porque después de la Guerra Fría, Rusia se habría convertido en un Estado problemático, que busca su propia posición y en consecuencia susceptible de entrar en conflictos. Y así ha terminado ocurriendo. Ahora bien, la evolución de los acontecimientos no ha sido la deseada por Brzezinski el conglomerado militar necesita tener enemigos para mantener su sangrienta industria a la que sienta mal la gestión pacífica del planeta y debe inventar o fomentar conflictos. Hasta ahora Rusia no se deja someter y pretende mantener su soberanía, los BRICS amenazan el mundo unipolar y la hegemonía del dólar.
EEUU debe hacer comprender a la opinión pública la importancia del poder para crear un marco de cooperación geopolítica internacional durable, que evite la anarquía global y que controle que no surja una potencia desafiante. Es decir la globalización urbi et orbi bajo supeditación al imperio americano y los intereses de la plutocracia. Hasta ahora con notable éxito de público pero al igual que de la Rusia avasallada surgió un Putin, en los EEUU woke ha aparecido un Trump con el que el conglomerado globalitario no contaba, que pudiera obstaculizar el desarrollo del guión previsto.
No conviene olvidar tampoco la influencia de los poderosos lobbies pro sionistas, tanto judíos como neocon cristianos, en la política norteamericana, mayor aún después de la publicación del libro.
Las últimas elecciones en EEUU parecen indicar que la importancia de la opinión pública es el punto realmente débil de la política norteamericana, esa reticencia del pueblo a someterse a los intereses del deep state que sostiene y promueve el Imperio. Y aquí se muestra una vez más la oportunidad del famoso “acción, reacción, solución” que tantas desgracias ocasiona. De modo que nos encontramos hoy en una coyuntura sumamente peligrosa.
El derribo del muro de Berlín pese a sus posibilidades iniciales ha alejado la promesa de una era de paz y prosperidad mundial y en cambio mostrado la verdadera faz institucional del llamado mundo libre, en el que el poder plutocrático y político cuando no tiene enemigo externo a combatir actúa contra su propio pueblo. Un muro ha sido derribado pero hoy ha sido sustituido por otro. Aquí en Europa, gracias a la deriva totalitaria de la UE, un nuevo muro contra la libertad, supeditada a la dominación de EEUU. Otro muro de la vergüenza.