Tan solo ha aguantado 24 horas el hasta ahora líder del PSOE de Madrid, Juan Lobato, en presentar su dimisión tras poner en jaque al Todopoderoso Sánchez y su cúpula de palmeros mafiosos. Dimite y abandona su cargo tras las enormes presiones del Partido Socialista por haberse negado a cometer un delito tal y como le habían encomendado los de arriba y el malestar que provocó su decisión de registrar ante notario una conversación con la jefa de Gabinete del ministro Óscar López. Sí, el que recientemente, cual siervo del presidente, acompañaba a la imputada Begoña a declarar ante la comisión de investigación en la Asamblea de Madrid, como si de un guardaespaldas de la dama se tratara.
La dimisión de Juan Lobato como Secretario General del PSOE de Madrid ha generado un debate significativo sobre el futuro de la formación en la región y sus dinámicas internas. Lobato, que lideró el partido madrileño durante tres años, ha anunciado su renuncia destacando discrepancias con la dirección actual del partido y defendiendo una manera de hacer política basada en la educación, el respeto y el diálogo.
En su carta de despedida, Lobato ha expresado que su estilo político no siempre ha sido compatible con el de la mayoría en el PSOE. Ha subrayado la importancia de la «política con mayúsculas», orientada a escuchar y buscar consensos en lugar de recurrir a enfrentamientos. Esta visión, según Lobato, chocó con las prácticas de la dirección nacional y algunas decisiones estratégicas en el seno del partido «Yo no creo en la destrucción del adversario, en la aniquilación del que discrepa y del que piensa diferente” ha sentenciado.
Lobato también ha mencionado las dinámicas de control en el PSOE que algunos críticos han llegado a denominar «mafia», aludiendo a la centralización de decisiones y a la falta de pluralismo interno.
La salida de Lobato deja al PSOE madrileño en un momento crítico, con la dirección nacional nombrando una gestora para liderar la organización temporalmente. Esto podría reavivar debates sobre la necesidad de democratizar las estructuras del partido, algo que parece imposible a tenor de cómo se las gastan en esa organización sectaria.
Pero ojo, no dimite el imputado fiscal general del Estado, no dimite Ábalos de su escaño, no dimite María Jesús Montero, no dimite Marlaska, ni dimite Margarita Robles, no dimite el «UNO», pero obligan a dimitir a este lamebotas de su amo Sánc-Hez.
Estos maf¡osos se están aferrando al poder como auténticas garrapatas. Les da igual todo. Son el mal. Hay que echarlos como sea.