Por Alfonso de la Vega
Se han pronunciado dos importantes discursos en la Asamblea de la ONU. Extraordinario, valiente, lúcido y revelador el del presidente de El Salvador que tras exponer los progresos de su nación cuando ha habido verdadera voluntad de recuperar su soberanía para el cambio, ha denunciado la etapa de creciente oscuridad de la humanidad y el progresivo arrumbamiento del antes considerado mundo libre. El poder contra el pueblo, contra la gente de bien.
Tampoco parece que haya tenido demasiada repercusión en España el reciente discurso de Milei en la ONU con motivo de la nueva agenda eugenista que pretende perpetrar esta organización liberticida y cada vez más próxima al terrorismo establecido.
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Es verdad que demasiados de los actuales títeres mundiales van allí como comparsas a hacer su maloliente deposición en la tribuna aplaudiendo lo que le dicen sus amos y por tanto, la cosa ya está muy vista. Pero de vez en cuando existen otros actores renovadores del espectáculo, una especie de versos sueltos, que cuesta creer que también no sean cómplices más o menos conscientes a los que se les habría asignado un papel crítico para mejor entretener o despistar.
Durante su visita a la ONU el presidente argentino, como también el salvadoreño, acaba de soltar un discurso político casi impecable, lúcido, valiente en la medida que se manifiesta contra varios de los espantosos poderes fácticos hoy dominantes en el mundo.
Muy interesante, preocupante y lúcida su denuncia del nuevo rol adoptado por la ONU que supone la traición a su misión originaria fundacional. De buscar la paz mundial a querer imponer una misma agenda ideológica a todas las naciones. Así como las sucesivas agendas liberticidas o eugenésicas o su apoyo al colectivismo.
Ahora bien, en ese discurso más allá de fobias o filas particulares hay dos importantes afirmaciones que le quitan coherencia o incluso lo desmienten en su totalidad en ese sentido de comprensión última de lo que pasa y de sus principales responsables. Son su defensa a ultranza del Estado de Israel y la condena a Rusia por el asunto de Ucrania.
Aparte de la opinión que merezca su desempeño violento contra el derecho de gentes Israel no es un estado “democrático” porque haya votaciones, sino más bien teocrático sionista, lleva el racismo y la discriminación en su base, incluso contra los anteriores habitantes de su territorio ocupado. Convendría recordar la definición de terrorismo de la ONU: causar la muerte o lesiones graves a civiles con el fin de intimidar a una población. O el asesinato en Jerusalén del mediador de la ONU, el conde Folke Bernadotte por una de las bandas terroristas sionistas fundadoras del Estado de Israel.
Y la condena a Rusia también habría que matizarla o contextualizarla dentro de un proceso iniciado al menos tras el golpe de estado sionista OTAN en Kiev del año 2014 con la persecución violenta causando miles de víctimas en este caso contra los rusos habitantes dentro de la artificial frontera actual de Ucrania en su límite con Rusia perpetrada por Kruschev durante el pasado periodo de la URSS. A esto hay que añadir el incumplimiento por parte del entramado ucraniano americano OTAN de los compromisos firmados en diferentes acuerdos y tratados internacionales.
Pero esto se supone que lo sabe el presidente Milei o debiera saberlo, que tal es su obligación como dirigente preparado para su importante desempeño.
Sin embargo, lo de Milei no deja de ser una incógnita. Dios quiera que el proceso actual de Argentina acabe bien y no con su futuro desmembramiento territorial y su posterior desaparición como nación unida.
Y ojalá que no se cierre la ventana de esperanza abierta en El Salvador.