Una historia similar a la de «Romeo y Julieta» ha salido a la luz en el Vaticano, protagonizada por una pareja que trabajaba en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como el banco del Vaticano. Ambos se conocieron, se enamoraron en el trabajo y decidieron casarse, anunciando su boda en febrero. Sin embargo, pocos meses después, en mayo, se les comunicó que un nuevo reglamento interno prohibía los matrimonios entre empleados del banco, incluso con efecto retroactivo.
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Este reglamento establece que, si dos empleados del IOR deciden casarse, uno de ellos debe renunciar a su puesto dentro de los 30 días posteriores a la boda. La pareja, sin embargo, se negó a dimitir, considerando que la norma era injusta. A pesar de esto, se casaron el 31 de agosto y, poco después, en octubre, el banco les informó que ambos habían sido despedidos.
El IOR justificó su decisión señalando que la política busca evitar posibles conflictos de intereses, dado que la entidad tiene solo 100 empleados y una sola sede. Sin embargo, la pareja, junto con su abogada Laura Sgró, ha decidido impugnar el despido, argumentando que no existe tal conflicto de intereses, ya que ninguno de los dos ocupaba cargos ejecutivos o sensibles dentro del banco. Sgró describió el despido como «nulo e ilegítimo», y la pareja cuenta con el respaldo de la Asociación de Trabajadores Laicos del Vaticano (ADLV), que ha calificado la norma como arbitraria y contraria a principios jurídicos básicos.
Mientras tanto, el papa Francisco, en un gesto que contrasta con lo ocurrido en el banco, elogió en septiembre a dos empleados de Radio Vaticano que se casaron poco después, destacando la importancia del amor y la familia. Aunque la pareja despedida ha mantenido silencio público, parece que no permitirán que ni siquiera la pérdida de sus empleos los separe, manteniéndose firmes en su decisión de estar juntos.