Desde nuestro pensamiento dualista dentro de la caja es que solemos asociar el miedo a todo lo negativo que nos ocurre, como el opuesto energético del amor o cuando menos como un residual energético de este, pero, ¿Qué tal si más allá de los arquetipos grabados en nuestras runas el miedo tampoco es lo que parece?
El miedo tiene una relación muy estrecha con el centro instintivo pues este permite la supervivencia, más que una energía podríamos verlo como un estado, un estado que permite la protección del instinto y este a su vez de la existencia, para que esta prevalezca y se produzca el propósito de la vida. Una forma sabia que tiene la creación para perpetuarse a sí misma, al menos en determinados estratos con cierto grado evolutivo.
Sin el A.M.O.R. no podría existir el miedo, y este finalmente no deja de ser energía a la que nosotros etiquetamos e interpretamos para que se adapte a nuestro universo y cumpla una función específica, y como ya sabemos, nada está librado al azar en la creación. Todos en algún momento nos hemos sentido paralizados por el miedo, pero ¿Es posible que el miedo también sea un movilizador, un protector?
Un ratón sin miedo no podría vivir mucho ante la amenaza de un gato, porque no mide el peligro, y aunque tenga “valentía”, no tendría las capacidades para defenderse o ser consciente de sus limitaciones. Otros podemos percibir como el miedo surge del amor hacia algo o alguien. Cuando somos conscientes de lo vulnerable, podemos ser conscientes de nosotros mismos y de los nuestros, entonces surge un miedo por perder aquello que amamos.
Finalmente, el miedo es una etiqueta para una energía que no deja de ser una herramienta que nos puede servir para movilizar y activar nuestra voluntad o para paralizarnos y quedar impasibles ante los acontecimientos.
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