viernes, septiembre 20, 2024
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Por Ángel Núñez

Me pregunto, del mismo modo que deberían hacerse toda la clase política, cuáles son los pilares para tener una sociedad. Empezando por las redes de integración social, de posibilitar una vida digna en la que el ciudadano pueda no sólo participar en la vida pública, sino aportar su experiencia y conocimiento para un futuro más digno para todos, es indispensable que haya igualdad de oportunidades y un reparto de las posibilidades, no sólo de sobrevivir día tras día, sin poder hacerse planes (lo cual es lo que ocurre en el mejor de los casos), sino poder tener una estabilidad que permita que el sujeto se integre en la sociedad y su sistema de manera adecuada. 

Para que esto sea posible, es necesario que la estructura económica permita que el reparto de la riqueza y de la que, especialmente, el sujeto obtiene por sí mismo, dentro de la red estructural, permita la supervivencia de sus sueños y el sentirse orgulloso y pleno dentro del modelo social en el que vive. La integración laboral, la justicia en la política de oportunidades para todas las clases sociales y una estructura económica abierta, que permita la existencia de muchos subsectores económicos, con integración social, es la clave para el éxito. Un modelo que penaliza al individuo como simple corredor de fondo que ha de sacar de apuros a un estado tan endeudado que apenas alcanza con pagar los intereses de sus débitos y que mantiene a una clase política irresponsable y corrupta, va a llevar a millones de personas a la ruina absoluta.

Y es que la fe es esencial en todo este macabro mecanismo porque, cuando no ya no se confía en el modelo social, el sujeto se siente explotado, esclavizado y carece de motivación para continuar en la batalla, salvo que sea evitar el castigo del estado usurpador de tu libertad y tu dignidad, no sólo surge el descontento y muchas personas se ven arrastradas a situaciones límites (personas sin hogar, sin ingresos económicos, que son expulsadas literalmente del sistema social porque éste es, sencillamente inútil). Por este motivo, toda política migratoria ha de tener en cuenta estos principios ante el hecho de que, si un país atraviesa por grandes dificultades para sus propios ciudadanos, no es posible tener una política de puertas abiertas o de efecto llamadas para que, en un clima tan tenso, se eche más leña al fuego con muchas personas que, vienen desadaptadas de sus propios países y que, obviamente, no van a hacerlo después de emigrar.

Es un hecho que la plandemia estuvo muy bien pensada. Su objetivo era comenzar el reseteo entorpeciendo la actividad económica para que los países dejaran de ser productivos y crear una economía ficticia basada en el dinero monopoli, saliendo a manos llenas sin propósito alguno por parte del BCE desde 2020 y, así, mantener en algo el bienestar. Sin embargo, nos encontramos con que si la producción económica se reduce por falta de consumo privado (como es lo que ocurre) no podemos esperar milagros pues el dinero pierde todo su valor y, oh sorpresa, la inflación se dispara, haciendo la vida cada día más costosa y difícil, teniendo en cuenta que de por sí ya lo es. Si a eso le sumamos la creciente presión fiscal y las cada vez menos efectivas políticas de empleo, pues la robotización es un hecho, la inteligencia artificial ha venido para quedarse y muchos sectores económicos están condenados a desaparecer, el futuro no está bien para las personas que aún viven en nuestra sociedad. La crisis económica fue uno de los objetivos de la política del covid, el empobrecimiento de la población, el fin de las pequeñas y medianas empresas y la imposición de las grandes, la cuales, muchas de ellas, son subvencionadas por ideologías 2030. 

El resultado es un sistema que no sólo se cae a pedazos, sino que va dejando un reguero de personas fuera de él porque el propósito (y digámoslo claro), no es la reintegración, pues ya son inservibles e incluso demasiado costosos (como es el caso de los pensionistas de la tercera edad) que, cuyo asunto, de no manejarse inteligentemente, va a crear un caldo social de descontento  que puede llegar a ser incontrolado, incluso para el estado que lo provoca con políticas fallidas y, diría yo, que incluso intencionadas, pues muchos de estos países, que son corporaciones de la International Exchange Commission de 1933, desarrollan las políticas que ordena la Reserva Federal  de los EEUU, la cual se somete a sus propietarios.

Quien crea el dinero lo controla, abre el grifo o lo cierra a conveniencia, puede ordenar que el capital se concentre en pocas manos para planes de futuro, en los que el sistema ha de ser transformado, mientras se estudia qué se hace con aquéllos que están de más (ésas otras armas que ya sabemos). Con el resto, que no cayó en la trampa y se opone a estos planes, se condena a la miseria, como en el caso de Canadá, donde se aplican políticas de eutanasia para las personas desahuciadas y sin hogar porque ya no sirven. Y lo peor es que a este ritmo de destrucción del tejido económico, de monedas no reales, de control a través de la tecnología, de la supervigilancia y de la falta absoluta de libertad para el individuo, no es extraño que los países de Europa sean cada vez más pobres. Ya no es sólo que la natalidad baje y se busquen nuevas personas para una sociedad que fallece a paso lento, es el colapso y el fin del futuro.

Las políticas migratorias, completamente intencionadas e irresponsables en cuanto que mezclan culturas incompatibles y en estado de conflicto y confrontación (como el agua y el aceite), introducen ese ingrediente de conflictividad añadida que podría ser la vía de escape para desviar la atención y, posiblemente, acelerar el proceso de degeneración social. 

Es el ritmo acelerado de ciertos planes que no se entienden muy bien y que, en vez de ir subsanando las dificultades, van complicando la situación hasta hacerla completamente insoportable. La gran pregunta es si trabajan los gobernantes para nosotros, es al revés o, sencillamente, les sobramos y no saben qué hacer con nosotros. Porque, si todo ello responde a un sueño distópico, construir sobre las cenizas de una civilización para crear otra nueva, de donde sólo puede gobernar el caos más terroríficamente imaginable, es un completo absurdo ilógico.

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3 COMENTARIOS

  1. El Gran Reseteo impuesto por los sicarios de la Bestia desde el FMI no es otra cosa que la voladura sistemática de todos los elementos estructurales básicos del sistema y subsistemas socioterritoriales en que enmarcamos nuestras vidas lis humanos. La Bestia necesita ese borrón y cuenta nueva para implantar su Abominación 2030. Estoy seguro de que una proporción importante de nuestros congéneres conseguirán salir airosos sin vender su alma al diablo

  2. Todo el sistema es corrupto y criminal, quieren cambiar el mundo de manera radical y lo peor es que lo van a lograr, el Titanic se está hundiendo adrede y van a suceder muchos eventos para causar el caos,todos provocados por estos hijos de Satanás, no hay salvación porque las masas siguen creyendo a los excrementos de la televisión y demás medios de comunicación terroristas.

  3. Los fundamentos inamovibles de una sociedad/civilización pacífica y duradera (nunca eterna, y con el crimen residual como constante inevitable, cosas que deben ser asumidas) son: COHESIÓN, abastecimiento, prosperidad, y proyecto existencial.
    «Ellos» lo saben, y por eso se han dedicado a dinamitar todos esos pilares, de forma engañosa y corrosiva, como les ordena su naturaleza asquerosa.
    Dentro de ‘cohesión’ entran varios aspectos.
    Nuestro drama es que una muchedumbre de chusma incapaz, mezquina, viciosa y retrasada mental se ha creído merecedora de ponerse a los mandos (eso les han hecho creer «ellos») para llevarnos al «progreso» (que ha sido definido por «ellos», y que es progreso… al INFIERNO).

    La cuestión es: ¿cuánta gente es capaz de ponerle las palabras verdaderas a la situación? ¿Y cuánta gente, bajo estas palabras liberadoras, tiene opciones de pasar a controlar la situación?

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