Las tripas de la mátrix

Por Ana Tidae

Es un patrón. Es una plantilla maestra que usan una y otra vez. Afortunadamente la plandemia vírica al exigir la atención plena de tantos millones de personas permitió que una parte de ellas pudiera mirar de frente los mecanismos del invento que las engulló demasiado rápido, y no a fuego lentísimo como es lo habitual,  y así entender su funcionamiento  y empezar a distinguir sus piezas. Las tripas de la mátrix. Una vez conocido, sólo hay que extrapolar la plantilla a sus otras –demias, y reconocer el tinglado. Como dicen en las redes anglosajonas los más despiertos:  once you see, you cannot unsee

No voy a extenderme en el desarrollo y los puntos, que son muchos, pero básicamente se trata de preparar el terreno e instalar un esquema de pensamiento implantado que conforme un circuito cerrado. En el ejemplo vírico todos estos cimientos se estuvieron estableciendo, ni que decir tiene que a cargo de los medios de masas, durante el antes y durante los prolegómenos, y en las primeras semanas del noqueante shock.

De todos los comandos que tengo identificados, demasiados para desglosarlos ahora, hay uno que la mayoría de lectores reconocerán bien, gracias a la pandemia que los llevó a verse siendo una de esas piezas involuntarias. Es la figura del preculpable de que la situación no se resuelva y se complique. El plan sale bien, porque es un plan de destrucción, pero al desdichado borrego no se lo presentan como un plan, sino como un evento fruto del azar (“fuga de un virus”) o de la inevitable dinámica del “progreso” (la inmigración masiva, forzada y artificial a la que hay que resignarse por ser portadores del pecado original en deuda eterna). Para el borrego acometer el evento bajo la batuta de la autoridad es un buen plan que sale mal; para el patócrata es un plan malvado que sale bien. En el caso de la pandemia ya desde el principio se estableció la figura del “irresponsable”, después evolucionada a “negacionista” y finalmente a “antivacunas”, que sería el causante en lo sucesivo de no poder “frenar la curva” o alcanzar el físicamente imposible “zero covid” –lo de la zanahoria al burro se queda corto-. El provocador de “casos”, de “contagios”, de “brotes” y más adelante de “nuevas variantes” y “olas”, en bucle infinito. 

¡¡Por tu culpa ehtamoh como ehtamoooh!! *leer con voz de Alfredo Díaz* 

Primero se era irresponsable por cuestionar la situación y la basura pseudocientífica con la que “inundaban la zona” (jerga de los manipuladores profesionales de masas). Después por escapar del secuestro enfermante y anticientífico, o siquiera insinuarlo, o abusar de los “permisos” (sacar al perro más de la cuenta, recrearte volviendo al arresto domiciliario después de tu trabajo “esencial”, etc). Más tarde por no llevar el bozal perfectamente ajustado, o sentar a una séptima persona en la mesa, o alguna de esas muchas medidas anticientíficas y denigrantes que se inventó el comité científico inexistente para reírse a carcajadas del rebaño y sondear sus límites. Finalmente no eras un irresponsable, sino una cucaracha asesina flambleable y descastada (literal, para los mass mierda y el paroxismo de odio que nos dedicaron) si te negabas a pincharte el “milagro de la ciencia” que era “lo único que nos podía sacar de esta”. 

Aparquemos –pero no olvidemos- temporalmente la plandemia. Busquemos su pieza equivalente en la migrodemia. La invasión modulada decretada por los grandes patócratas racistas etnocidas  y ejecutada por los patócratas subordinados y su corte de corruptos y 

enfermos. Porque es una invasión. Ese es su nombre. Invasión. Hay muchas formas de invadir. Pero una invasión es una invasión. Uno incluso puede ser invasor sin saber que lo es, sin albergar ningún ánimus especial, siendo como un  bulto manejado por otros.  Belarra para puñetear a Ayuso hizo un discurso de 2 de mayo, y en él se refería a los franceses como “el invasor”, con naturalidad. En el fondo de sus destrozadas mentes adoctrinadas saben que existen las invasiones, aunque hayan sido programados para no distinguirlas si no son visiblemente militares, repentinas, y aparatosas, un día D. O si no siguen determinado vector.  Seres pueriles, en un mundo ficticio, aunque amorrado al nuestro.

Prefiero convivir con un extranjero majete y cívico sin papeles que con casi un cuarto transversal de mis compatriotas, si puedo elegir. Para xenófobos los de Junts , Bildu, ERC o el PNV, o el del bar gallego antimadrileños. Pero eso es la visión micro, yo practico la macro, y desde ahí explico lo que opino. 

Era muy predecible que cuando la antinatural, engañosa e impuesta invasión entrase en el  umbral de lo disruptivo e inaceptable surgiesen los primeros fenómenos naturales de reacción. Muy tarde y muy dispersos, pues el trabajo de lavado de cerebros y bloqueos psicológicos perpetrado por la patocracia y sus medios ha sido brutal, salvaje. Y cuando llegase este momento, evidentemente, los culpables del “fracaso” (fracaso calculado, previsto y facilitado) iban a ser esos rancios racistas xenófobos de ultraextrematurboderecha que por ser tan bordes y hostiles han fastidiado todo el impecable trabajo de “integración y multiculturalidad” que exigía mucho amor, tolerancia incondicional, discriminación positivísima, paciencia infinita, abnegación, entreguismo, dinero que-no-es-de-nadie a manta, y sacrificio, para que algún día, no importa cuán lejano estuviera y lo pedregoso que fuera el camino, todos viviéramos en el Edén multicolor de Babel. “Progresista”, por supuesto.  Y para matar dos pájaros de un tiro, los corresponsables – todos los que lo han tolerado o fomentado, incluido hasta el último mono demo/crata- desvían su sentimiento de culpa y purgan sus pecados mediante el Mecanismo del Chivo Expiatorio (1) sobre  la figura del “Gran Racista Aguafiestas”. Este día tenía que llegar, es matemático. El del señalamiento, de momento.

Las mezclas forzadas, masivas, dispares y aceleradas no funcionan, ni nadie las ha pedido aunque hayan simulado que así ha sido. La lista de motivos y explicaciones, que abarcan desde la psicología de cada individuo y sus circunstancias hasta las consideraciones antropológicas más elementales, es interminable, las combinaciones, infinitas. Hablar de ello no es “odio”. Odio mortal es lo que la patocracia proyecta sobre nosotros a diario. Su “delito de odio” es su mordaza, para que los que no somos reduccionistas , ni hombre-masa, ni nos hemos dejado agilipollar no podamos interferir en sus planes criminales explicando lo real. Despertando a la gente y liberándola de los engaños.

Y añado algo. El plan estaba diseñado desde un principio para que saliese mal (bien, para los patócratas). Dominan el ecualizador de las sinfonías sociales. Lo controlaron todo. Lo policial, lo judicial, lo mediático, lo escolar, lo penitenciario, lo cultural, lo político, lo religioso, lo militar, lo psicológico, lo social, lo económico, etc, para asegurarse de que no sólo la “multiculturalidad” no cuajase, pues había alguna remota posibilidad de que lo hiciese en determinadas condiciones aunque sólo en forma de asimilación,  sino que acabase en auténtica catástrofe (aún no hemos visto nada, señores).

Los medios, como chivas

Cuando un personaje como Susanna Griso le pregunta al señor del bar de Mataró eso de que si Lamine “ha sufrido mucho racismo”, no lo hace porque le preocupe o porque no se le ocurra otra pregunta de relleno menos estúpida. O cuando suelta lo de que el supuesto acuchillamiento de bebés en Francia “puede dar alas a la ultraderecha”. O cuando corre un velo sobre la inquietante respuesta del señor del bar. Del mismo modo que cuando en TVE te sacan a un chico negro, criado aquí, que pinta cuadros “para expresar su sufrimiento por el racismo”, no lo hacen porque sea cierto que ese chico haya sufrido ningún rechazo por su aspecto, sino porque los medios de los patócratas, siguiendo el “libro de estilo” (manual de manipulación) que estos les suministran,  implantan así el victimismo, el rencor, el miedo, el desconcierto y el sentimiento de desarraigo en una población que fue al cole con toda la normalidad como un niño más, con muchas ayudas de hecho (2). Tienen encargado soltar semillas de discordia y desánimo en cada rincón, en cada persona, en cada grupo humano, en cada campo. Y de ahí se generarán fuerzas que los patócratas, en su salsa, moverán malignamente en su tablero de juego, que es lo que somos para ellos, un juego que les deleita.  Ellos, los patócratas y sus medios de manipulación de masas, lo configuran todo para que todo salga mal (bien).  Y luego, le echan la culpa al “antivacunas”, o al “racista”, al “negacionista del cambio climático”. 

Todo cuanto nos sucede tiene explicación. Todo. La mátrix no es una cosa esotérica. Es la naturaleza, con sus eternos protagonistas y sus leyes fijas. Unos pocos acaban entendiendo cómo funciona. Otros nunca. Unos usan ese entendimiento para el bien, otros para el mal. 

 (1) Teoría del chivo expiatorio de René Girard 

(2) Morgan Freeman sobre el cansinismo tóxico de los medios con el tema racista. Atentos al presentador.