No hace mucho fui testigo de un hecho que se podría considerar anodino. Alguien desea comprarse un sándwich económico y, oh sorpresa, algo muy habitual, saca su teléfono móvil para pagar el importe; resulta que no funciona, lo intenta por aplicativo y tampoco, finalmente ha de sacar su tarjeta, la cual está detrás de su dispositivo y, por fin, operación realizada. De haber hecho el pago en efectivo se habría ahorrado tres minutos porque, si en ese momento se hubiese ido el sistema, tal como ocurre muchas veces cuando deseas hacer una recarga de tu saldo de llamadas, te dicen que no hay señal y te jodes.
Ésta es la mal llamada modernidad, que asoma por el futuro con la prohibición del dinero físico y la imposición del euro virtual, el cual hará que los que tengamos billetes podamos ser considerados defraudadores a Hacienda o financiadores de grupos prohibidos. Todo ello sin contar que su uso será ilegal, tiempo al tiempo, si señoritas como las de mi ejemplo no abren los ojos. Lo más curioso es que cuando lo dices la gente calla como muerta, como si fuesen estatuas de mármol de Carrara.
Más allá de la cotidiana acción, que podemos ver en los trenes del AVE entre Madrid y cualquier ciudad de destino, hay un ingrediente psicológico de especial gravedad que, no sé, si los que están por implementar estas medidas intuyen. De todos es conocido que el dinero tiene ese poder para maravillar con sólo la posibilidad de acumularlo y el poder que da, no es sólo adquisitivo, sino de resolver retos sociales cotidianos de manera rápida y cómoda, sin apenas preocuparse; para muchos nuestra situación financiera es nuestra mejor tarjeta de servicios y, si andamos más o menos, tratamos de evitar contar nuestras miserias pecuniarias, creyendo que dando una imagen de éxito somos capaces de transmitir esa seguridad de quien busca alguien que sea fiable y efectivo (lo malo es que podemos estar mucho peor de quien se sumerge en su propio terror, muchas veces absurdo, subconsciente y carente, por ende, de toda lógica).
Se establece una dependencia emocional hacia un trozo de papel que cada vez, por cierto, vale menos, pues la onza de oro se dispara día tras días porque los billetes son alegremente esparcidos por los bancos centrales como servilletas de restaurante o como papel higiénico. Hacemos depender nuestro bienestar interno de un elemento extraño que, en sí, podría ser completamente prescindible, siendo los ciudadanos los que lo ponemos en un altar. Nuestra vida depende entonces de un pedazo de entre plástico, algodón y otros materiales que alguien nos ha dicho que nos puede salvar la vida. Olvídense del amor, de la esperanza, de la solidaridad, de estar bien con uno mismo, de desarrollar una buena autoestima y de una excelente definición de nuestro propósito en esta vida en 3D. Usted depende de una tira que le dice el BCE que le sirve para muchas cosas, incluido para lograr la felicidad.
El dinero adquiere de este modo un sentido ya espiritual, como arma para acción social y del mal llamada crecimiento individual a través del reconocimiento que se le da, lo más cómico, como ser exitoso. Esto es una relación no sólo de adoración, sino de esclavitud permanente, pues como todo es dinero, has de estar sometido todo el tiempo en cuerpo y alma a algo que vale cada vez menos y podría, incluso, ser considerado basura tirada en la calle, como se ha visto en varias películas de ciencia ficción.
Esta esclavitud, o mejor, sentimiento de este tipo, ya fue sembrado, pero la peor está por llegar. Cuando dentro de 20 años el dinero sea cibernético y nadie tenga que emitirlo, sino un algoritmo por parte del banco central que quede (porque el resto de las entidades financieras van a desaparecer), se relacionará con su vida, sus antecedentes, deudas, contactos en redes sociales, DNI, pasaporte, inyecciones obligatorias, mensajes, seres queridos y cualquier otro dato que se junte en la matrix en la que el estado tendrá el control de todos los ciudadanos. Será el momento en el que, consumado el proceso de la gran secta, el ciudadano será esclavo de su gobierno y éste decidirá qué hacer no ya con su dinero, sino con su libertad o cualquier otro derecho en el momento que se le antoje. Por supuesto que, con tal grado de vigilancia, en el que el ciudadano no tendrá opción de escape, tendrá solo dos opciones: u obedece al estado o, sencillamente muere, porque el derecho a la vida será una medida de gracia para ciertas personas, mientras su energía de esclavos sirva para dar sentido al ansia de poder de determinados sujetos, todos ellos anónimos, que controlan todo el sistema mundial a su antojo y que, sin ningún tipo de empatía y mucha psicopatía, harán lo propio con quien intente tener un poco de conciencia de sí mismo, ya que ésta estará al servicio de sus amos.
Si imaginamos una sociedad así, no sólo se trata de personas con una autoestima por los suelos, altos niveles de ansiedad y de depresión, junto con indefensión, junto con conductas de escapismo y de refugio en la fantasía que nos vende el sistema, con demonios disfrazados de ángeles celestiales, sino de sujetos completamente atomizados que no podrán sentir lo más mínimo y tener el feedback subjetivo de sus acciones o remordimientos, porque el mero hecho de llegar a tener la más mínima intuición le producirá tanto terror que preferirán someterse a cualquier droga y, si ésta es placer sin esfuerzo, mejor aún.
Serán seres esclavizados a su propia ignorancia, a sus propios miedos, a sus propios monstruos, a su propio absurdo y a su fe ciega en quien le otorga un momento de elixir o de orgasmo mental, ése que te bombardea un segundo y te hace borrar todos tus malos recuerdos, todas tus ausencias y te convence de que lo malo ya pasó. El problema es que es tal la intensidad de ese instante que es suficiente para hacer la comparación consciente, de modo que ya no es que se viva en la propia mentira, sino que ésta se ha convertido en tu existencia y en tu condena, no sé si de muerte.
Perdido el sentido de la libertad, de la decisión, tal vez seamos como mercadería barata de la que deshacerse es muy sencillo cuando no inflamos sus egos o los aburrimos. No olvidemos que todas estas estrategias vendrían a ser como una especie de juego en el que nos observan para ver cómo reaccionamos ante una encerrona, con tal de escapar y, de paso, ven nuestros puntos débiles, los cuales salen a la luz y utilizan para nuevos experimentos más retorcidos si cabe y así ver hasta dónde podemos rebelarnos contra sus brillantes mentes.
En este idílico contexto futurista, donde nadie va a ser dueño de su mente, la esclavitud humana será completamente invisible (de hecho, ya lo es), no haciendo falta ni cadenas, ni grilletes, ni condenas ni latigazos como antaño. Será la imposición de la ideología de Aristóteles, según la cual hay quienes han nacido para ser esclavos y gobernados y quienes han sido escogidos para mandar sobre nuestra voluntad y guiarnos con su sabiduría, las mismas máximas que guiaron la historia del poder según la universidad veneciana de Padua, hogar intelectual de la nobleza negra.
Suena cuanto menos extraño como todas las creencias, emocionales, conductas, instintos básicos e ideologías de sectas como herramientas de la gran matrix de la mentira podrían constituir la voluntad, que sería como llevar a los zombis al desfiladero.
El acto que se describe en el primer párrafo es de por sí muy preocupante por todo lo que implica. Una masa dormida es una sociedad muerta y un mundo tan controlado pues, además, caer en la terrible trampa del vacío en cuanto caiga la tecnología (un hackeo) y las personas, de tanto esperar a que les resuelvan los problemas, no tengan otra cosa que hacer que pensar desesperadamente, cometiendo todo tipo de dislates, o viendo la forma de regresar a los estilos de vida de otras épocas consideradas primitivas., de los que ya no tienen conocimiento. En otras palabras, si acaba internet nadie sobrevive. Es como esperar el momento de gracia para entender que el fin de la civilización está más cerca de lo que pensamos.
Y, mientras tanto, sigamos en el más dulce de los sueños…
Buena reflexión y siempre necesaria, el dinero nos hechiza, así andamos…
1-La matriz digital arrebata el mango de la sartén, comerás lo que te pongan en el supermercado y si tienes dinero digital programable por huella de carbono para comprarlo.
2-El conocimiento también queda arrebatado, será sesgado y adoctrinado a la esclavitud digital.
3-La salud y la procreación natural también será arrebatada, el transhumanismo lo sustituye en la eugenesia agendada en la agenda 2030 de la ONU y posterior a esta fecha.
4-Las ciudades van a ser troceadas y transformadas en un círculo de 15 minutos caminando, ir de un círculo a otro se necesitará un certificado para ir.
5-Los estados nacionales serán sustituidos por uno mundial, lo mismo que sus políticas y religiones.
6-Todo lo que no va con el nuevo orden será destruido y borrado su memoria histórica, los nacidos transhumanos por laboratorio, al ser esterelizada la humanidad de procreación natural. Es algo parecido a las semillas de Montsanto, ahora Bayer. Son semillas de una sola siembra, no se pueden reutilizar y se tienen que comprar al fabricante para la siguiente siembra al estar modificadas su genética.
7-El transhumano no puede revelarse, está programado para servir y es irreversible cuestionarse su esclavitud al no tener espíritu para cuestionarselo.
8-La diaspora maligna de esta agenda, es ese 1% que traiciona a toda la humanidad a las entidades de este gobierno mundial. Tendrán 100 esclavos transhumanos por cada uno de ellos, pero también serán esclavos de sus entidades, pero con prebendas sobre los transhumanos, casta alta y casta baja.
9-Queda unos cuantos años para que nos implanten este gobierno mundial satánico esta corporatocracia y lo están acelerando por la posibilidad de perder el control sobre nosotros. Como bien dice el artículo expuesto, la energía es esencial para ellos, la que mantiene su granja humana a su servicio. Por lo tanto, como último recurso del reino espiritual para liberarnos del sometimiento, nos forzarán a un gran apagón. Los verdaderos recursos serán los sabios, los buenos libros serán como el oro. Agricultores y ganaderos, hombres guerreros instruidos para defenderse, será la única manera de poder sobrevivir. Será muy dificil tras el gran caos de guerras, hambruna y calamidades. La gente no es consciente de lo que se avecina y estamos a un hilo de que salte todo por los aires, por eso van cocienco la rana a fuego lento. ¿Cuanto les durará?
Saludos cordiales