sábado, noviembre 23, 2024
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Grandes logros del feminismo posmoderno

Por Alfonso de la Vega

Paliza olímpica impune a una mujer

Los Juegos macronianos no dejan de dar un escándalo tras otro que ponen los pelos de punta al comprobar el estadio de degeneración al que el actual Poder globalista nos quiere condenar. Pegar a una mujer siempre fue considerado una infame cobardía, luego pasó a ser delito, ahora en la posmodernidad es considerado un deporte premiable.

Con pretexto de la modalidad olímpica de boxeo femenino, ante un populacho embrutecido y unas corrompidas “autoridades” que lo consienten, un argelino ha pegado una  brutal paliza a una mujer italiana, que se ha visto obligada a abandonar para salvar su vida. Sí, todo ello jaleado en público ya que lo de la violencia de género o lo del feminismo sólo se aplica cuando conviene a las élites diabólicas. Y aquí no cabe alegar ignorancia pues este tipo ya había sido excluido otra vez por sus altos niveles de testosterona.

Pero no se entiende, por mucho que las mayores aberraciones y salvajadas estén de moda, que mujeres en su sano juicio acepten participar como víctimas en un acto así. Parte de culpa desde luego la tiene la propia víctima al no denunciar antes este crimen, ni protestar ante este insulto a la pretendida deportividad olímpica y agresión a la auténtica condición femenina. En pura coherencia las mujeres deportistas debieran retirarse para no cohonestar esta salvajada diabólica. Si no hacen nada el deporte femenino se convertirá en un suicidio.

Las feministas “todo a cien” y “tente mientras cobro” que tanto protestan cuando les conviene, como era de esperar permanecen calladas ante estos casos de “violencia de género”, de estos atropellos ya que «quien paga, manda». Solo la Meloni ha salido en defensa de su compatriota con una tímida protesta no exenta de corrección política a la moda: «No se debe autorizar a deportistas con atributos masculinos en competiciones femeninas, no porque se quiera discriminar a alguien, sino para proteger el derecho de las deportistas a competir en igualdad de condiciones”.

Aunque el tipo se perciba como mujer y el COI lo acepte, si la cara es el espejo del alma no hay más que ver la jeta de este victimario homicida hoy fallido. El muy miserable muestra su cobarde satisfacción por golpear y humillar a una mujer. Ignoro si mantiene o no sus atributos masculinos, o si es un peligroso monstruo o engendro de la naturaleza, pero desde luego no debiera conservarlos al final de su estancia parisina. Es cuestión de simple coherencia y elemental justicia si pretende seguir «compitiendo» con auténticas mujeres.

Francia está mostrando su verdadera faz y quedando por los suelos. Es el mascarón de proa de la nueva Europa tramposa, corrupta, violenta y depravada.

Gran Cruz poliamorosa

Y el calamitoso y estupefaciente reino de España no le va a la zaga a la vecina Francia. El gobierno de Su Majestad ha concedido la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III  por sus servicios y esfuerzos eminentes y extraordinarios para España a todo un personaje ilustre.

Pues sí tan ilustre y admirable como la Irene Montero. Podemos repasar algunos de sus méritos. Querida oficial principal del coletas, santa patrona benefactora de violadores, partidaria de la pederastia, defensora de la criminal dictadura de Maduro y en general de cualquier abominación que se presente…

No es de recibo que el falsario humille de esa forma a los antes galardonados por sus verdaderos méritos ni menos aún que don Felipe lo consienta doblegándose ante esta nueva provocación y permitiendo que se una la memoria de su antepasado a esta distinguida señorita.

La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III fue establecida por el  rey Carlos III, con el lema Virtuti et merito, con la finalidad de condecorar a aquellas personas que se hubiesen destacado especialmente por sus buenas acciones en beneficio de España y la Corona. Es la más distinguida condecoración civil que puede ser otorgada en España. Aunque desde su creación se encuentra dentro de la categoría de las Órdenes militares como Orden de Caballería​ formalmente se convirtió en orden civil en 1847. La Orden se rige en este momento por un decreto de 2002 que aprueba el 

REGLAMENTO DE LA REAL Y DISTINGUIDA ORDEN ESPAÑOLA DE CARLOS III

«Artículo 1. Objeto de la Orden.

La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III es la más alta distinción honorífica entre las Órdenes civiles españolas. Tiene por objeto recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación.

«Artículo 1. Objeto de la Orden.

La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III es la más alta distinción honorífica entre las Órdenes civiles españolas. Tiene por objeto recompensar a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación.

Artículo 2. Gran Maestre de la Orden. 

Su Majestad el Rey es el Gran Maestre de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III. Todos los grados de esta Orden serán conferidos en Su nombre y los títulos correspondientes irán autorizados con Su firma…»

Además de los méritos ya señalados, aunque impropios de una antigua orden militar de caballería, destaca su frívola incoherencia comunista al aceptar un antes prestigiado premio de la para ella odiosa Monarquía, y ¡por sus servicios prestados a la Corona! 

Ahora bien, debe quedarnos claro que corresponde a don Felipe VI en su calidad de Gran Maestre o autoridad suprema de la Orden, el firmar o no la concesión de los grados que se confieren en Su nombre aunque lo proponga el Gran Canciller, el falsario. Y en consecuencia, la responsabilidad de mantener el prestigio y dignidad de la Institución.

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