jueves, septiembre 19, 2024

El gran vodevil

¡Entren y vean, amigos! ¡Entren y vean porque comenzó el circo! ¡Diviértanse! Si lo que vemos todos los días fuese un espectáculo de payasos, seria grato describir el escenario, pero no, pues se trata de una especie de vodevil siniestro y trágico, para tener nuestros corazones en un puño, esperando a ver qué sucede después, lo cual, por cierto, es más trágico que lo anterior y, de ese modo, tienen al personal con los ojos como platos contemplando qué maravillosa escena nos tienen preparada. Esto es como el pane et circo de los romanos, sólo que, en vez de ver a gladiadores y fieras que devoran a condenados, nos ponen a horribles personajes con sus máscaras.

Sin embargo, para que todo esto tenga su intríngulis, es necesario darle un poco de emoción y de chispa, aunque sea necesario embaucarnos descaradamente a nivel emocional, manipularnos y hacernos creer que formamos parte del mismo de manera inevitable y, sobre todo, trágica. Varios son los elementos que se entremezclan y daremos cuenta de ello: en primer lugar, la estructura de la trama. Se parte de la idea de que todos tenemos que conocer por el hecho de ser ciudadanos y que estamos obligados a saber (la existencia de la ley no permite su desconocimiento, por muy absurda que ésta sea). Es así como  todos debemos estar al tanto y el hecho de no hacerlo (por falta de tiempo, de interés o porque nos recuerda a una clase de parvulario en la que nos tratan como a niños de cuatro años), supone que existen terribles consecuencias de las que debemos sentirnos terriblemente culpables porque, claro, nuestras acciones o inacciones suponen que los demás sufren (y es ahí donde nos agarran por el chantaje emocional, ante el elevado nivel de dependencia y baja autoestima en el que nos han acostumbrado a vivir). Todo ello tiene unos efectos indeseables y gravísimos, tanto que, además de ser impactantes, resultan ser inevitables; es decir, que ya no se puede hacer absolutamente nada porque el mal ya está hecho y, entonces, tendrá que ser otro el que recoja los platos rotos (no sé si no adivinan a quién le toca y se queja de ello). Ante lo inevitable del desastre, el sujeto se plantea no volver a repetir nunca más su error, pide perdón, o mejor lo implora, y finalmente, a partir de ese momento, lo que hace es obedecer la voluntad de su amo; de alguna forma u otra, no se sabe cómo, es perdonado por ser un ser inferior, de menor inteligencia, de modo que deja el asunto en manos de mentes más sesudas y analíticas. ¿Le suena a algo todo esto? Sería bueno que empezase a analizarse en este sentido pues el problema recae en la víctima o engañado, pues el que desarrolla todo este macabro plan de manipulación mental lo hace siguiendo su instinto y no puede evitarlo (yo diría que, ni incluso es consciente de lo que hace y cree que es por el bien de la humanidad, en no pocos casos, aunque a veces sea completamente ocasional). No hay robo sin persona robada, ni acción perversa sin víctima y, si ésta se deja nos podemos preguntar quién fue el culpable.

Después vienen las medidas preventivas o las decisiones de terror, como si el sujeto tratara de enmendarse de la noche a la mañana y dijera que ya no es el iluso del día anterior y que, por fin, rectificó, como aquél que se arrepiente del pecado cometido. Y es que se emplean dos recursos más para hacer el guion incluso más interesante. La sola idea de que todo está fuera de control, de que se hace prioritario imponer reglas allí donde gobierna el caos, hacen que surjan extraños personajes que dan a la escena u opereta un tinte de colorido muy particular. Son los héroes y villanos, los buenos con capa de supermán que no descansan para salvarnos del desastre cometido y que están dispuestos a dar su vida por salvar nuestras vidas y los villanos que desean destrozar todo lo que con tanto tesón se esfuerzan en hacer nuestros maravillosos salvadores. Son los que nos dicen que van a subsanar nuestra injusticia y nos van a dar esa maravillosa protección, la misma que teníamos cuando recordamos nuestra tierna infancia en la que papá y mamá nos daban ese entorno fantástico para jugar. Siempre es posible regresar a la infancia y ver todo este espectáculo como el que lee un comic, en el que el villano intenta una y otra vez hacer de las suyas, falla y vuelve a la escena porque no puede con su genio y nuestro héroe sale con su arma justiciera para evitar que nos haga pupa. El bueno, qué curioso, nos dice lo mismo siempre: que tenemos que obedecer y quedarnos quietecitos y en casa porque hay mucho peligro fuera y le preocupa lo que nos pueda ocurrir, de modo que hay que dejar que sea él o ella el que se encargue de limpiar las calles de indeseables y maleantes peligrosos y sucios, de modo que, una vez que todo esté impoluto, podamos volver al mundo y a experimentarlo por nosotros mismos. Mientras eso no esa así, no, no y no porque han de ser otros los que nos saquen las castañas del fuego. Lo malo es que las que se están quemando son las  nuestras y no de ellos, con lo cual, si seguimos en ese estado de contemplación quizás ya nos queden más de aquí a la eternidad.

¿Y quiénes se encargan de mostrarnos ese terrible infierno? Dado que todo es ruido, sonidos que se solapan uno encima de otro, haciendo que no se pueda entender absolutamente nada porque todos quieren gritar a la vez, de pura desesperación, tenemos a los youtubers, que son perfectos para eso, que nos cuentan el vodevil capítulo a fascículo como si fuera una interminable novela de ésas de los ochenta (muy lacrimógenas, por cierto), para que no decaiga la emoción, o nos lanzan chismes o emociones sin sentido por X, y entonces se discute sobre el sexo de los ángeles o si éstos son tan puros que ni tan siquiera son binarios.  Mientras tanto la prensa oficial se dedica a lanzar los últimos cambios de escenografía para que estemos en estado de alerta porque, ojo al dato, esto no termina de cuajar y el final, lo siento, pero aún se va a resistir a ser descubierto, a pesar de que alguno que otro ya nos los dice, pero cuidado, porque puede ser un villano.

No sé dónde si se han fijado, pero no doy nombres pues me parecen innecesarios. Son tantos que decirlos haría este artículo tan aburrido que este vodevil perdería todo su interés. Mi intención es hacerles ver que todo su contenido es más falso que aquellas operetas que ponían en Viena en la época de Mozart para el disfrute del público o aquellas películas donde nos hablan de desastres y apocalipsis, al cual estamos condenados si caemos en la ingenuidad de creernos todo lo que nos dicen como niños de parvulario.

Habría que preguntarse, entonces, quién es el responsable de todo este tremendo lío, no sea que ellos no sean los culpables, sino nosotros por permitirlo…

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1 COMENTARIO

  1. Las víctimas somos en parte responsables por permitirle actuar a los malos. Vemos muchos gritos de desesperación de víctimas más conscientes que no parecen ser eficaces para solucionar el problema. También vemos algunas propuestas desesperadas de acción que tampoco serían acertadas por ser irreales.
    Muchas víctimas se devanan la sesera buscando la forma acertada de acción y tampoco la encuentran. El Mal ha ocupado prácticamente todos los lugares de poder de la estructura que la sociedad había creado para asegurar su viabilidad y las víctimas menos inconscientes están aisladas, dispersas, acosadas y amenazadas por todas partes, incluso por la mayoría de sus congéneres-víctimas inconscientes manipuladas para actuar como perros guardianes del Mal.
    Nadie ha propuesto una vía de salida aceptable, ni siquiera se ha convocado un concurso de ideas para encontrar el camino de la supervivencia de la masa goyim, sentenciada a muerte por la nigromante Oscura Elite ¿Tiene el autor de este magnífico artículo alguna propuesta al respecto?

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