lunes, septiembre 9, 2024
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Por todos sus santos

La actitud del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, no es propio de un psicópata o un déspota, sino de un dictador que se cree un dios, un personaje del inframundo que ha sido tocado por la mano de otra divinidad pagana y que no le interesa absolutamente nadie, salvo sí mismo. Lo más grave de todo es ese sentido es su falso sentido corporativo, cuando se le llena la boca dentro de su ejecutiva socialista o en el pacto de los infieles al espíritu de la nación, todo ello con tal de que no salirse de la poltrona. ¿Y si cumpliera órdenes de demolición del estado español? 

Para ello el arma es el conjunto de todos los partidos políticos, unidos en una red clientelar donde hacen el figureti de criticar al gobierno y a su presidente, pero sin hacer realmente ninguna oposición seria. Y es que estas corporaciones masónicas reciben millones de euros de los fondos públicos y, lógicamente, si hacen una crítica seria y objetiva de la situación, denunciando la situación real y catastrófica de España, gobernada por un partido con más de 100 años en la experiencia cleptómana y de otros tipos de rutinas más peligrosas, simplemente son borrados de la geografía del poder. Será por eso que no hablan de los temas reales y de las sucias argucias legales y metodologías que se inspiran en la biblia satánica de la agendita 2030, refiriéndose sólo a cuestiones tan superficiales como insustanciales e hipócritas por su fondo. El hecho de que se haya tragado con todo desde 2020 y que no se haya denunciado la instauración de una dictadura pura y dura no resulta sorprendente a estas alturas.

Lógicamente, todo ello está unido a la corrupción, que no es sólo la sangre que circula por las instituciones del estado español, sino que ha creado sus propias células. Y es que, desde la raíz, cuando del partido único se pasó a toda esta gama de ideologías de postín y de ópera mofa, la masonería ha ido colando su ideología en la sociedad, inspirando sus típicos valores de desigualdad, desunión e insolidaridad, los valores contrarios de la revolución francesa, eso de los que tanto se enorgullecen, como cuando nos hablan de derechos humanos, que ni los que los han escrito se los creen. Toda esta mentira se basa en el robo, el beneficio personal y la manipulación, en el caso de que no cuelen sus sucios planes, primero de manera sibilina y, después cruenta a través del castigo al que osa rebelarse contra su ilegítima autoridad, haciéndole creer que desobedece la ley, cuando en realidad actúa con lógico sentido de justicia.

Por lo tanto, casos como el de Begoña Gómez con todo su entramado de redes clientelares y los demás, son los glóbulos rojos que llevan el oxígenos a los que nos gobiernan de manera despótica (y dan igual las siglas que se utilicen), al sostenerlos y, al tiempo, asfixiar al resto del país, como si nos quisieran a todos muertos dado que, como no pueden atacar a nuestras conciencias, ya no diferencian entre disidentes y esclavos y justos pagan por pecadores. Me refiero a los ciudadanos que viven de manera pacífica y sin hacer mucho ruido, por si acaso, los cuales también, tiempo al tiempo, pagarán el pato porque que no se crean que por ser “buenos ciudadanos” se van a librar de esta horda de sujetos.

Todas las medidas que se toman son de ordeno y mando. El gobierno nos ha tomado el pelo a tal punto de que, creyéndose votados en el nombre de la democracia (no hay más que ver lo sucedido en Venezuela), entran en nuestras casas como Pedro por su casa sin ningún tipo de respeto y, además, tienen la cara dura de darnos órdenes cuando les da gana y los españoles han de bajarse los pantalones, enseñando sus partes íntimas, porque ellos quieren en ese momento o sencillamente se aburren. Digo esto en sentido figurado, no malinterprete, pero me parece la figura metafórica que mejor lo define. El latrocinio (regreso al centro del meollo), forma parte de la quinta esencia de este plan, dado que se trata de ir empobreciendo a los españoles hasta verlos como en Venezuela, tan carente de recursos que los únicos posibles sean los que proceden del estado y las políticas supuestamente socialistas y solidarias de su gobierno, momento en el que comenzarán a hablarnos de derechos ciudadanos. Es el juego de siempre, tan antiguo como María Castaña, “creo el problema, siembro el caos y, después creó la solución y me presento como el salvador de todos los mortales”.

Eso sí, dado que los de las altas élites se mueven por intereses corporativos, los cuales, por cierto, ni tan siquiera lo son, pues son el resultado de sumar muchos egos que no están interesados en otra cosa que cubrir sus nauseabundos anhelos materiales, por encima del resto de los mortales, se producen dos tipos de reacciones entre ellos: bien se defienden a capa y espada, pues todos comen de la misma mamadera (caso de partidos como el PSOE), o se tiran los trastos a la cabeza porque, al final, el botín no les llega a todos, tal como se prometió, en cuyo caso se dividen en otros pequeños partiditos de conveniencia, como es el caso de Sumar, por ejemplo.

Todo ello equivale a corrupción. Nada de extraño entonces que todos ellos tengan muchas razones por las que callar y silenciar a los otros, así que mejor no se tira de la manta no sea que salgan a la luz los trapos sucios que ocultan al resto de los españoles. El caso del presidente Sánchez es más de lo mismo y es obvio lo que todos ya sabemos del caso, por más que la justicia y sus ínclitos funcionarios, comprados la mayoría por la misma red clientelar de favoritismos y onerosos puestos de trabajo (por cierto, estables, algo que en España es un lujo). Que no declare o que opte por salirse por la tangente responde al mismo criterio, pues pertenece a la misma red clientelar escogida por la CFR de los globalistas y de sus instituciones como el Club Bilderberg o el Foro de Davos, a pesar de que muchos ya sabemos de qué pie cojean. Por otra parte, el acuerdo entre el PSOE y ERC para dar a Cataluña es más de lo mismo, en un momento en el que éstos amenazan con retirar a Sánchez el apoyo en el parlamento y, claro, todos contentos, bueno ellos, porque a los españoles que les parta un rayo.

En este sentido, no hay nada raro bajo el sol de la canícula de agosto. Mientras los españoles se remojan en las playas o buscan descansar del largo año de esclavitud y sometimiento del nuevo régimen psico fascista, para poder resistir lo que les viene después en septiembre, el gobierno prepara su artillería pesada para seguir presionando y jodiendo a los españoles, a ver cuánto aguantamos. De momento soportan todo tipo de cuentos de ayer y hoy y tragan, aunque no tengan un duro y vivan con el subsidio del estado o esas ayuditas que tanto les gusta darnos. 

Me pregunto qué ocurrirá cuando le pidan las cuentas al gobierno español y tenga que pagar la deuda que ya asciende a 1.6 billones de euros y empiecen a recortar, lo cual sucederá cuando llegue el relevo y nos gobierne quien ya sabes. Ahí será cuando los españoles reaccionarán, pero, como siempre, buscando la comodidad, porque en Sanchilandia se habrán acostumbrado a la sopa boba y eso de trabajar como que no les entra, sobre todo si es para defender su dignidad, la cual han vendido por muchos kilos de lentejas, con el mismo ruido con el que Yolanda Díaz y la izquierda aplaude a la dictadura de Venezuela.

¡Qué Dios coja a los españoles confesados!

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